Esto es lo que traen los conflictos religiosos y los intereses económicos. Cadena y candado para muchos, excepto para los engatusadores y vividores de siempre, de uno y otro lado. He visto ya suficientes muros. Los hay reales: de piedra o alambres (como los que verán más abajo), también simbólico-abstractos (como el muro de agua que aísla desde hace ya... perdí la cuenta, al país en que nací). Pero los peores son los muros mentales, pues esos son el cimiento de todos los demás. Por ello, cada vez que alguien me viene con cuentos políticos moralizantes lo primero que miro bien es la cara de quien me hace el cuento, y trato de imaginar cuánto gana con el tema o cuánto ganaría si lograra salirse con la suya. Y sobretodo: en dónde quedaría yo parado si el moralizador cogiera un día, aunque sea, un ápice del poder que solapadamente acaricia en su mente. De modo que, creo que difícilmente se me pueda volver a atrapar en alguno de esos muros, venga de donde venga y disfrácese o no de las supuestas mejores intenciones. Una de las cosas más maravillosas que me ha pasado en los últimos dos o tres años es el saberme plenamente libre y saborear con calma y deleite mi libertad adquirida, probablemente a base de errores y equivocaciones, pero adquirida, eso sí, definitivamente. Pues no basta salir de una dictadura e instalarse fuera de ella para ser libres. El tema de la libertad es cosa más seria y me apena (es un decir) cantidad constatar cuántos morirán sin enterarse del regocijante sabor que nos trae. Cuántos morirán echando espumas por la boca, o fingiendo que echan espumas en el caso de los que montan una comedia creyendo que es más fácil engañar a los demás que engañarse (como se engañan) a sí mismos.
Ahí tienen un ejemplo (que extrapolando muy bien cabe en cualquier parte). Esos perdedores tal vez no tuvieron culpa de nada, pero no dudo de que muchos, de un lado y del otro, echaron leña y aceite al fuego y colaboraron obtusamente para que les pusieran este muro. No sé si aprendieron la lección o siguen rumiando como bestias. Todo esto lo había visto ya sin venir de tan lejos:
La propiedad de un chipriota-griego en la Zona Ocupada: cadena y candado desde hace mas de tres decadas.
La casa de un turco-chipriota en la Zona Libre: candado y cadena tambien desde hace mas de tres decadas.
Callejones sin salida
Callejones que terminan en muros protegidos por boinas azules de la ONU. Derribarlos se ha vuelto ya casi imposible. Pues como siempre, las aves de mal agüero, las carroñeras, las que se alimentan cuando la desolación y la muerte cundan, han sacado tajadas del conflicto. No pocos ingleses han comprado propiedades, de uno y otro lado de la frontera, propiedades (casas y terrenos) que pertenecían desde hace años o décadas a chipriotas-griegos o a chipriotas-turcos, expulsados hacia uno u otro lado a partir de 1974. Yo pensaba que los ingleses como buenos europeos occidentales habían aprendido algo de la democracia que tanto defienden en casa. Digo, en algunas partes de su casa… Mejor les dejo las fotos:
Todas las calle de Nicosia del Sur que corren hacia el norte, terminan así: en callejones sin salida. Poco pueden hacer los colores griegos sobre esos tanques ya oxidados. Esos colores, una vez que se dejaron caer en la trampa, sólo sirven de serpentina para carnaval.
Lo mismo del otro lado: todas las calles de Nicosia del Norte que corren hacia el sur se dan de bruces con el mismo muro. Aún siendo los del Norte los invasores han perdido la mitad de la ciudad por la que antes deambulaban libremente.
(Si agrandan las fotos haciendo click sobre ellas veran mejor ciertos detalles)