A 688 metros de altura, el Monasterio de Stavrovouni (Santa Cruz) fue fundado por Elena, la madre del emperador romano de Bizancio, Constantino, cuando, de regreso de Jerusalén, trajo consigo un fragmento de la Santa Cruz. Elena sufre en Chipre varias peripecias y como no sabía dónde levantar su iglesia, cuentan que un ángel se lo sopló en el oído por la noche. Hay muchas leyendas más relacionadas con el fuego que devastó la colina y cómo el pedazo de cruz fue lo único que no se quemó, etc. El caso es que desde estonces, y en diferentes épocas, el monasterio (con altas y bajas) ha estado en manos de los cristianos ortodoxos. Como muy bien saben los que han viajado por el mundo en manos de la dictadura ortodoxa de los popes, las mujeres no pueden entrar en muchos de los recintos sagrados que ellos controlan. Para que tengan una idea, me tomé el trabajo de retratar el cartel discriminatorio. Noten qué habilidad para ni siquiera hablar de las mujeres: al decir que sólo pueden entrar hombres vestidos así o asao, dan por sentado que ni para qué preguntar por las mujeres. Por otra parte hay que llenarse de paciencia para lidiar con los monjes y popes ortodoxos. No sólo parece que no han visto agua desde las épocas de Constantino, sino que ni los buenos días dan. Así y todo, como lo que nos interesaba era el monasterio y como ya conozco a estos monjes desde hace tiempo, caso omiso con ellos y a lo nuestro, que era, en este caso, ver el sitio (fotos prohibidas), el dichoso pedazo de la cruz, y sobre todo, el sublime panorama de buena parte de esta provincia chipriota entre Nicosia y Larnaka.
Lamento mucho por las mujeres que tampoco pude yo violar el tema de las fotos: un pope estilo can cerbero se quedó con nuestras cámaras en la entrada. Pero que no crean que soy de los que da marcha atrás ante la intolerancia: en la primavera que viene me tendrán, Dios mediante, en su mismísimo Estado Autónomo y Monástico del Monte Athos.