La verja y el digicódigo que bloquean el acceso al Villorio de los Artistas, en Montmartre
Una muralla protege al Hameau de intrusos y curiosos
La casa del poeta fundador del Dadaísmo, Tristan Tzara, vecino de Lydia Cabrera y Amelia Peláez en París
Finalmente, la casa en que vivió Lydia Cabrera durante su estancia de once años en París. De esta villa ocupaba la segunda planta. Nota: Giulio V. Blanc cuenta en un texto introductorio de una muestra de Amelia Peláez en Miami (Catálogo Amelia Peláez, The Cuban Museum of Art and Culture, Miami, 1988, p. 22) que en la primera planta de ese misma casa vivía la cubana Marta Estévez y Abreu (1901-1955) cuyo segundo esposo era el joyero y estilista francés Jean E. Puiforcat (1897-1945), y que luego se instalaron luego en México (en 1940).
Como una fortaleza impenetrable se presenta hoy el lugar donde vivió entre 1927 y 1938 la etnóloga cubana Lydia Cabrera en el barrio parisino de Montmartre. Conocido como el Hameau des Artistes ("Villorio" de los Artistas en este caso, "Aldea" para el caso del de Marie Antoinette en Versailles), la manzana en que se halla la que fuese la residencia de la escritora durante su estancia en París, posee una entrada en el n° 11 de la avenida Junot con el correspondiente digicódigo y otro en el n° 75 de la calle Lepic con similar sistema de clave digital para abrir la verja. La entrada a ese vergel de paz en que fueron levantadas elegantes villas durante la Belle Époque está custodiada por una muralla a la izquierda (foto 2) y por la casa del diseñador Francisque Poulbot, seguida de la que el poeta surrealista y fundador del Dadaísmo, de origen rumano Tristán Tzara (Bucarest, 1896-París, 1963) mandó a construir en 1926 al arquitecto vienés Adolf Loos (1870-1933). Esta última una residencia (foto 3) basada en los principios de la pureza árida de la fachada, la simplicidad de espacios interiores y la ausencia de motivos decorativos en opisición al Art-Nouveau y al Art-Déco.
El caso es que por esa escalerilla (foto 1) subió casi a diario, durante once años de su vida la autora de El monte. Casi al final de esa estancia publicó (primero en francés) sus célebres Contes nègres de Cuba (Ed. Gallimard, París, 1936) que como sabemos surgieron de la necesidad de entretener a su entrañable amiga, la novelista venezolana Teresa de la Parra, durante las curas que ésta recibía en el sanatorio suizo de Leysin. Anteriormente, también durante su estancia en París había publicado con ilustraciones de su amiga la pintora ucraniana Alexandra Exter (Kiev, 1882-París, 1949), el cuento Arere Marekén (1932-1933) que no se conoció en Cuba hasta la edición que realizara Gabriela Mistral, en La Verónica, imprenta habanera del español Manuel Altolaguirre La traducción al francés de Arere Marekén la realizó entonces (para que Exter entendiera su sentido) uno de los traductores del español al francés más importantes de aquel tiempo y también escritor: Francis de Miomandre (1880-1959), traductor también de los Cuentos negros… y de casi todas las ediciones francesas de libros del italo-cubano Orestes Ferrara.
El caso es que en esa misma casa del "Villorio" de los Artistas (foto 4), residió junto a Lydia Cabrera, la pintora Amelia Peláez. Ambas mujeres realizan juntas el viaje desde La Habana a la capital de Francia en 1927 y se inscribieron inmediatamente en los cursos de historia del arte y de pintura en la École du Louvre y en la École des Beaux-Arts, y luego, en 1931 en l'Académie Contemporaine de Fernand Léger. Amelia fue discípula de Exter y expuso en 1933 en la Galería Zak, en Saint-Germain-des-Prés, gracias al círculo de influencias de Exter que lograba colocar a pintores rusos en la misma. Antes de regresar a La Habana en 1934 Amelia mostró sus ilustraciones para Siete Poemas del poeta francés Léon Paul Fargue en la galería Myrbor.
Desde el piso que ocupaban Lydia Cabrera y Amelia Peláez se disfrutaba (lo dicen ambas en diferentes cartas) de una extraordinaria vista de París. Desde allí veían también, al pie de la villa y en el jardín trasero, el célebre Molino "de la Galette" (cuyo cabaret pintara Auguste Renoir en su célebre lienzo de 1876). Molino que pude fotografiar "milagrosamente" ya que se encuentra en medio de la manzana del "Villorio de los Artistas" y resulta imposible acceder al mismo dado que está rodeado de propiedades privadas custodiadas por otra verja, y además, un guardián gruñón e intratable. Con respecto a este Molino, los turistas tienen que conformarse con la copia que exhibe en la entrada el restaurante de ese nombre y que nada tiene que ver con el original que se halla escondido en un promontorio en el medio de la manzana mencionada. Pero la historia del Moulin de la Galette y del cubano que aparece bailando en ese lienzo de Renoir se las cuento otro día…
Quepa añadir que existe una exquisita edición facsimilar del mencionado libro de Lydia Cabrera y Alexandra Exter, publicado en 1999 por la Edición de Artes de México en colaboración con la Universidad de Miami y bajo el cuidado de Isabel Castellanos y Rosario Hiriart.