27 juil. 2008

Aldabonazo en Trocadero, en el Herald de hoy

Lezama Lima / © El Nuevo Herald, Germán Guerra / Regina Al-Sowayel, William Navarrete et al.

Breve corte en mi viaje por Toscana y Umbría para colgar la crítica del poeta Germán Guerra a nuestro libro Aldabonazo en Trocadero 162 publicada hoy en la Sección Artes y Letras de El Nuevo Herald. Disculpen que no les ponga el link pero ya he dicho en viajes anteriores a Italia, en este mismo blog, que aqui es más facil conectarse con Santa Clara y San Francisco de Asís que con la red.

Ante las puertas de Lezama
Germán Guerra
© El Nuevo Herald, Artes y Letras, domingo 27 de julio del 2008

Fundada en España en el año 2003, la editorial Aduana Vieja llegó al mundo editorial de la cultura cubana regalándonos gratas sorpresas, entre las que podemos mencionar los volúmenes de cuentos de Carlos Victoria y Ezequiel Vieta y de Manuel Díaz Martínez Un caracol en su camino. Antología Personal(1965-2005). En marzo de este año 2008 la editorial dio a la luz "Viendo llover en La Habana", su nueva colección de libros, y con el primer título, Aldabonazo en Trocadero 162, compilado y editado por William Navarrete y Regina Avila, la literatura cubana y Aduana Vieja visten sus mejores galas.

Aldabonazo en Trocadero 162 es una antología que rinde homenaje al más imaginativo de todos los escritores y poetas cubanos. Tocar y abrir este libro es llegar y traspasar las puertas, la obra y la vida de José Lezama Lima, degustar estas páginas colmadas de respetos al creador de Las eras imaginarias es regresar y ser recibidos por el propio Lezama en la modesta luz de su casa en la calle Trocadero número 162, justo al centro de esta Habana de hoy.

El libro, presentado por un excelente y minucioso prólogo de Navarrete - que se detiene en detalles perdidos en la desmemoria colectiva de la nación, en miniaturismos culturales de las dos últimas décadas de la República y en intimidades, correspondencias, alumbramientos, papelerías, decepciones y pequeñas alegrías vividas y anotadas por Lezama -, recoge en sus doscientas páginas un muestrario de treinta y tres creadores de reconocida trayectoria: José Triana, Regina Avila, Lira Campoamor, Jorge Casteleiro, Juan Cueto-Roig, Manuel Díaz Martínez, Néstor Díaz de Villegas, Teresa Dovalpage, Reinaldo García Ramos, Iván González Cruz, Germán Guerra, Ernesto Hernández Busto, Emilio Ichikawa, David Lago, Alberto Lauro, Félix Lizárraga, Carlos M. Luis, Regina Maestri, William Navarrete, Carlos Pintado, José Prats Sariol, José Manuel Prieto, Nicolás Quintana, Enrique del Risco, Raúl Rivero, Miguel Sales, Enrico Mario Santí, Pío Serrano, Raúl Tápanes, Nivaria Tejera, Félix Luis Viera, Manuel Vázquez Portal y Yoani Sánchez. Escritores que se regalan, sin censuras ministeriales o morales, la libertad de regresar a las palabras que imaginan, abrazan, nombran, rememoran, y traen de vuelta la memoria viva del Maestro.

Aldabonazo nos ha llegado para quedarse, ya sea en los estantes del profundo conocedor de Lezama o del neófito. Alientan en sus páginas la cortante lucidez de la prosa, los ensayos memoriosos y la claridad poética de muchos de los mejores escritores cubanos de hoy. Desde Coloquio de sombras, el extenso poema que abre el libro y que comenzó a escribir José Triana en el velorio de Lezama, hasta el ensayo de Yoani Sánchez - texto del único escritor residente en la Isla, incluido en la antología mucho antes de que su autora recibiera la prominencia de sus recientes premios y nombramientos -, Aldabonazo en Trocadero se va convirtiendo ya en un largo redoble de tambores por todas las calles de La Habana, por todas las ciudades y latitudes que mantienen en vilo el tiempo que llevamos esperando.

Desde los primeros versos de Triana: "Cuando un poeta abandona su cuerpo / se suceden de pronto los más claros / signos del cataclismo..." hasta el último párrafo del ensayo de Yoani Sánchez, donde nos cuenta que "Ahora sí que somos lezamianos. Nos mecemos en el sillón, solos, con la respiración jadeante, la casa cayéndosenos a pedazos, la metáfora como refugio y el forzado peregrinar inmóvil. Velamos desde aquí porque `alguien tenía que guardar las bóvedas del cementerio, donde están nuestros padres y nuestros abuelos' y alimentar el fuego del próximo mito, de la nueva ilusión que nos hará reinventar la Isla''.•