Entramos a Navarra por las Bardenas Reales, un territorio árido, en que la erosión del viento ha creado un paisaje de cañones que recuerdan modestamente a sus homólogos de Estados Unidos. Viajar por las Bardenas puede ser peligroso y hay pistas en las que es mejor no aventurarse si no se tiene un buen mapa porque no conducen a sitio alguno y se puede dar vueltas en redondo hasta el agotamiento. Se necesitan además muy buenos neumáticos y suficiente agua y alimentos pues nada de esto existe en kilómetros a la redonda. Tuvimos suerte de recorrerlas después de que había llovido - hecho excepcional - la víspera. En medio de ese desierto, en que à perte de vue no hay habitaciones ni elemento líquido alguno, se forman charcos (segunda foto) cuando llueve. Dado la temperatura elevada de ese sitio y el sol a todo dar con que transcurren los días los charcos duran muy poco. Sin embargo, en ellos había gran cantidad de ranas y desde entonces me pregunto de dónde salieron y a dónde van en cuanto se seque todo. Tal ha sido (y no otra) mi gran preocupación en ese día y hasta la fecha sigo sin dar con la clave que me resuelva el enigma.
Un puntico en la soledad e inmensidad del desierto de las Bardenas Reales
La ermita de Nuestra Señora del Yugo es el preámbulo de las Bardenas Reales