Si el Monasterio de Piedra es
una joya del cisterciense (entrada anterior), el parque del monasterio es un portento de la
naturaleza. Son necesarias tres horas mínimo para recorrerlo todo, pero el
resultado es muy gratificante. Cascadas de hasta 50 metros de altura (como la de
la Cola de Caballo), lagos hermosísimos (como el del Espejo), chorros,
riachuelos, miradores, bosques de ribera, desfiladeros..., han sido creados por
el río Piedra a lo largo de siglos en este insólito e inesperado lugar. La gente se queja del precio (13, 50 euros
con el monasterio incluido) sin que tomen en cuenta lo que debe costar el
mantenimiento de un lugar como ese. Sin ir más lejos, durante mi visita pude
observar como grupos de adolescentes daban de comer "comida basura"
(chips y toda esa porquería) a las carpas del Lago del Espejo y como dejaban,
tras su paso, tiradas donde quiera, las bolsas vacías de sus envenenadas papitas fritas. Aunque
está prohibido entrar comida al sitio, el personal no revisa las bolsas y mochilas en la
entrada y la gente hace lo que le da la gana. Y es una pena porque el sitio
merece especial cuidado de parte de todos. En Francia en un sitio como ese los controles destinados a protegerlo serían draconianos.