Jorge Luis Pérez Reyes con vista sobre la extremeña Cáceres
Jorge Luis Pérez Reyes, no tiene uno de esos curriculums repletos de
publicaciones y premios. Es poeta, tal vez eso explique el por qué y, para más
dicha, nació en 1987. Sin embargo, en 2002, a los quince años, en su ciudad natal
de Holguín, presentó un poemario titulado Los que van a morir a
concurso y recibió, tan joven, la Mención Especial del "Premio de la
Ciudad" de parte de un jurado integrado por Sigfredo Ariel, Luis García
Verdecia y Teresa Melo. También en Holguín recibió el premio "Voces Nuevas
de la Poesía" y ganó un concurso de la Casa Iberoamericana. En 2004, sale
de Cuba y se instala en Houston, Texas, que reconoce vivió "una grieta de
varios años en su desarrollo intelectual". Con la cultura y la magia de la
cultura ha renovado tras instalarse desde hace un año en Badajoz, Extremadura.
Tal vez encuentre en esos predios los documentos que den fe de García de
Holguín, conquistador y ancestro común de todos los holguineros. He dejado
muchas preguntas en el tintero, por qué Badajoz, por ejemplo. Un viaje
pendiente. Olvidé, además decirle que gracias a él me enteré de la vida segada de Marco
Simoncelli, de quien, perdonará mi supina ignorancia desconocía, hasta que leyese
este poema, absolutamente todo:
Domingo de muerte
Por Jorge Luis Pérez Reyes
a
Marco Simoncelli.
Quise lavar la noticia
con una siesta letárgica de media
tarde,
bajo el ruido de las obras en la
calle
y el clima otoñal, que descoloca las
fechas.
Pero no. Me desperté a la misma realidad.
A una realidad a la que Marco
ya no podrá despertarse.
Los pilotos mueren los domingos.
En domingos de vocación, de riesgo,
de azares en pistas paralelas
que atraviesan a gran velocidad
por las paredes del tiempo y sus
designios.
Pero mueren allí,
en el domingo de cualquier día
donde una familia marcha en
peregrinación
hacia la grada.
Donde un desempleado de viernes por
la mañana
encuentra el arresto necesario para
salir a la calle.
Mueren el domingo del diario
amanecer del aficionado,
que monta con decoro su motociclo
ancestral
y con la brisa en la cara empuña el
oxidado manubrio
e imagina bajo su humanidad
los colores de un Gran Premio,
un equipo de mecánicos de corazón
y el bólido endemoniado de un
valiente como lo fue Marco.
Los poetas morimos los lunes,
al otro día,
al sentir la ausencia irrevocable
y despertar a un tiempo que marcha
sin distinguir.
El lunes de cualquier día, de
cualquier semana,
en que la desaparición establece un
régimen
con horarios renovados
y se adhiere al curso de las cosas
cotidianas.
Con licencia apenas para nombrar el
paso de la muerte.
Un lunes de prueba donde el paddock
de este Gran Premio de la nación de
la vida
ya no será el mismo sin ti, Marco,
y el invierno se anuncia por el filo
de la ventana,
tajante de realidad.
24 de octubre del 2011.