Otra reseña de Aldabonazo en Trocadero 162. Esta vez del escritor de la Generación del Mariel Luis de la Paz para La Revista del Diario Las Américas. Les dejo el Link directo al Diario y también la reseña.
Link: Aldabonazo en Trocadero 162, por Luis de la Paz / Diario Las Américas
Aldabonazo en Trocadero 162
Por Luis de la Paz
En: Diario Las Américas, Miami, 12 de junio de 2008.
Todo aquello que contribuya a esclarecer y a aportar nuevos elementos sobre la vida y obra de un escritor ha de agradecerse. En especial la publicación de Aldabonazo en Trocadero 162 (Aduana Vieja Editorial, Valencia, España, 2008) de los escritores William Navarrete y Regina Avila, favorece un mejor entendimiento sobre José Lezama Lima (1912-1976), una de las figuras cimeras en la literatura cubana del siglo XX.
Los editores convocaron a 33 autores cubanos contemporáneos para que ofrecieran sus visiones, testimonios, recuerdos o reflexionaran sobre Lezama, en conmemoración del treinta aniversario de su muerte. El resultado es un libro exquisito, rico en matices con reveladores textos.
Para los que no estén familiarizados con la obra de Lezama o su azarosa vida, estos aportes permiten un acercamiento a su compleja literatura. Además contribuyen a que se conozcan las peripecias de un hombre asmático, acosado y ninguneado por la política cultural del régimen castrista, hasta su muerte en el ostracismo en su propio país, que ahora lo endiosa, resalta y utiliza. “Un escritor nacido prácticamente en el momento de su muerte”, se expresa en el prólogo del libro. No se puede olvidar que la noticia de su fallecimiento se reflejó en brevísimas notas en las páginas interiores de la prensa controlada cubana.
Los colaboradores aportaron poemas, anécdotas, recuerdos personales y cartas. Abre con un conmovedor poema de José Triana escrito en agosto de 1976, al morir el Maestro: “No estamos solos, no; intacto vive/ en el verbo como un niño maldito,/ como el sonido agudo de una flauta/ que reparte el fervor del caracol./ La perfección acuna los jazmines,/ el enigma furioso de sus sueños/ rozando una incendiada mascarilla”.
También colaboran con textos poéticos Regina Avila, Lira Campoamor, Jorge Casteleiro, Juan Cueto-Roig, Manuel Díaz Martínez y Néstor Díaz de Villegas. Aparece una curiosa carta-relato de Teresa Dovalpage que pone una nota entre literaria y humorística. Otros trabajos destacados llevan las firmas de Reinaldo García Ramos, Germán Guerra, Félix Lizárraga y William Navarrete.
Uno de los artículos más interesantes es Vivir en casa de Lezama de Alberto Lauro, donde el escritor holguinero hace una descripción minuciosa de la casa del poeta: “Lezama escribía en una pequeña habitación que daba a un cuartico de desahogo. Contigua quedaba la cocina donde guardaba cientos de cuadernos de recetas, muchas apuntadas a mano, aunque no supiera ni hacerse un café”.
Algunas anécdotas son de amigos personales, como las de Carlos M. Luis quien se refiere a cartas que se cruzaron y el arquitecto Nicolás Quintana, que escribe sobre las caminatas por las calles de La Habana reflexionando sobre la arquitectura de la ciudad. “Durante el recorrido Lezama iba tocando las paredes de los edificios y me decía: Arquitecto, dime si tú lo sientes igual que yo. Este edificio es mudo... no me habla; este otro habla en voz muy baja; este otro habla en alta voz; y este canta... ¡qué maravilla!”.
Textos de Enrique del Risco, Raúl Rivero, Miguel Sales, Enrico Mario Santí, Nivaria Tejera y Manuel Vázquez Portal, entre otros, junto a poemas de Pío Serrano y Raúl Tápanes, redondean un sentido homenaje a la figura del hombre vapuleado, estoico y genial que fue José Lezama Lima.