A esta curiosa formación geológica de origen volcánico se le conoce con el nombre de "jameo", una palabra de la lengua guanche que significa oquedad. Son albercas naturales formadas cuando la lava incandescente del volcán de La Corona entró en contacto con el mar durante su última erupción hace 3 000 años. La lava abre túneles y al entrar en el mar se producen desbordamientos que cubren partes costeras bajas. Al cerrarse estas últimas el agua de mar queda prisionera en estos pozos, comunicados por galerías subterráneas con el océano. De modo que el nivel cambia con la pleamar y la bajamar del Atlántico. En estos Jameos del Agua, los más hermosos de todos, la creatividad y buen gusto de César Manrique se manifiesta hasta en las banquetas del bar concebidas con piedras producto de la erupción. Los jardines y galerías de las grutas han sido preparadas para acoger al público durante conciertos y otras actividades recreativas. También existe aquí uno de los centros pedagógicos de vulcanología más completos del mundo. La visita es un viaje interesantísimo a través de sismos y erupciones que han ido cambiando la faz de la Tierra. Resulta particularmente impresionante las imágenes y reconstituciones animadas de los fondos marinos cundidos de volcanes que rodean al archipiélago. La fragmentación de una de las siete islas, y el desplome de una parte de la falla en el Atlántico formaría una tsunamis de tal magnitud que bastaría para cubrir parte de la Florida y otras tierras bajas del otro lado del océano. Mejor ni pensar en eso.
En el jameo subterráneo hay una especie de cangrejos ciega única en el mundo (Munidopsis polimorpha). Miden dos centímetros y son blancos nácar. Viven ahí desde la última erupción pues fueron catapultados por los bloques de lava desde las grandes profundidades marinas que era su hábitat original.