26 juin 2008

Los Abrigos / Tenerife



A este risueño pueblo pesquero por las condiciones naturales de su puerto se le llamó desde que en él se asentaron los primeros hombres Los Abrigos. Los turistas prefieren ir a Los Cristianos y a Las Américas, en donde hay cincuenta ingleses y medio por metro cuadrado y cuyas estructuras recuerdan las lamentables urbanizaciones de Benidorm o Torremolinos.
En la librería más antigua de Santa Cruz (La Isla), encontré Genealogías del Municipio de Adeje (siglos XVI-XX) (460 pp. / Ed. Ayuntamiento de Adeje /Centro de Cultura Popular Canaria), interesante libro del investigador Nelson Díaz Frías, nacido en la Playa de Los Cristianos, en 1970. Sus aportaciones a los temas históricos y las publicaciones sobre la sociedad y personajes del sur de Tenerife son admirables.
En él se aclara el origen del pueblo de Los Abrigos, inicialmente un refugio constituido por chozas que habitaban durante las temporadas de pesca los miembros de la familia apellidada Marcelino. Actualmente sus descendientes continúan siendo los "podestá" de este pueblo y si bien mantienen un linaje de humildad gozan del prestigio que les confiere el saberse fundadores ancestrales del mismo. Otro rasgo curioso es la consanguinidad entre los descendientes de estas primeras familias, con sus conocidas consecuencias. El ramillete de primos y las facciones rivales dentro del mismo clan no son sólo anteriores a las historias noveladas de Latinoamérica, sino que se viven a diario hoy día. Imposible entender la identidad cubana sin meterse de lleno en la vida cotidiana y las relaciones entre la gente de un pueblo que, como éste, haya sobrevivido a la modernidad y a los grandes movimientos migratorios.
Como dato curioso encontrado en el libro de Díaz Frías, ignorado (tanto el libro como los datos hasta por los directamente concernidos), cabe evocar el origen del apellido fundador. Resulta que una tal María de la Antigua Camejo, natural del Valle de Santa Inés (Fuerteventura) casó en 1783, en la Villa de Adeje, con el liberto José Marcelino, natural de la isla de Cuba, quien había sido traído como esclavo, desde niño, a Tenerife y había sido propiedad de Doña Bárbara Josefa Pantaleón, vecina de Icod de los Vinos. José Marcelino compró su libertad y falleció a los 48 años de edad en Adeje. De su descendencia (documentada hasta el siglo XX) da datos precisos el mencionado libro.
Lo más curioso es que cuando uno mira las facciones de los Marcelino de Los Abrigos no queda ni rastro del liberto del XVIII, sino que más bien abundan los rubios y los ojos azules. Con lo cual, a pesar de lo mucho que "adelantaron" aquello de que "quien no tiene de congo tiene de carabalí" también les viene como anillo al dedo.