13 juin 2008

De vuelta a Lezama

Me envía esta reseña desde Chile el poeta Raúl Tápanes. La ha publicado en su blog - revista Arique (ver en los links de este blog). Gracias Tápanes y disfruta del invierno austral.

CON LEZAMA EN TODAS PARTES
(Volviendo sobre "Aldabonazo en Trocadero 162")
Raúl Tápanes

Dos intelectuales que vienen de todas partes, de esos que, como el bueno de Quijano saliendo por la puerta del corral de Montiel, han soltados sus ariques para absorber otras culturas, se han unido en torno a un proyecto editorial: Aduana Vieja. Regina Ávila, escritora y decoradora, nació en Caracas, pasó su infancia en La Habana y estudió en universidades de Estados Unidos y Francia, para finalmente asentarse en Arabia Saudí. William Navarrete, nacido en Banes, en la parte más oriental y caliente de la isla de Cuba, es actualmente ciudadano francés, luego de haber estudiado en la Universidad de La Habana, fundar par de asociaciones, publicar algunas antologías y obtener varias distinciones. Actualmente escribe para El Nuevo Herald, sostiene un blog y disfruta de la bohemia parisina, a pesar de sí mismo y en la mejor tradición cosmopolita de un Heredia o un José White.

Aduana Vieja ha publicado, entre otras cosas muy interesantes, algunas obras que serán durante mucho tiempo, imprescindibles a la hora de estudiar la cultura cubana en un futuro ya a la vuelta de la esquina. Para ratificar lo enunciado sólo bastan los nombres de algunos autores publicados: Ezequiel Vieta (Cuentos completos), Carlos Victoria (Cuentos, 1992-2002), Daniel Iglesias Kennedy (Esta tarde se pone el sol), Raúl Rivero (Lesiones de Historia), et al.

Para iniciar en Aduana Vieja la colección "Viendo llover en La Habana", dirigida por Navarrete, ha aparecido recientemente Aldabonazo en Trocadero 162, una antología de ensayos y poemas dedicada a rendir homenaje a José Lezama Lima, en muy cuidada edición que reproduce en portada, sobre fondo rojo, una pintura de trazos de colores predominantemente violetas en marcos dorados que se superponen. No me resisto a reproducir in extenso la justificativa solapa:

"En Cuba, cuando llueve, el tiempo se detiene para contemplar el espectáculo de la naturaleza. La lluvia allí no sólo es fuerza e ímpetu, sino también, calma, reposo y sosiego..." Viendo llover en La Habana es el título de una obra de la artista saudí de origen cubano Latifa Al-Sowayel, que se toma aquí como pretexto y como motivo para disertar sobre la cultura cubana, sobre sus raíces, sobre la multiplicidad de vías y espíritus que la enriquecen, y para rendirle tributo".

Aldabonazo... recoge las voces de treinta y tres autores cubanos, treinta y dos de ellos que residen en el exterior y sólo uno -la reconocida bloguera Yoani Sánchez, incluida en la selección antes de haber obtenido el reconocimiento de que ahora disfruta-, residente en la Isla. Doy fe, por ser partícipe del homenaje, que la premisa de "la absoluta libertad de expresión" que se menciona en el prólogo -página 14- de Navarrete, fue la piedra angular de esta des-construcción lezamiana que ha impactado al que suscribe, isleño aún atado con ariques y yaguas a los campos de la otrora Atenas de Cuba.

Como pretendido poeta no voy a referirme a la poesía que compone gran parte de los textos presentados en Aldabonazo.... Sólo, porque es insoslayable por méritos sobre los que no quiero extenderme, mencionar de entre todos los poemas, al que da inicio al volumen: "Coloquio de sombras", de José Triana. Baste decir el conocido nombre del autor y la circunstancia en que comenzó a escribirse: al pie del ataúd de Lezama, en el verano de 1976.

Del resto de los trabajos -pequeños ensayos sobre el autor de Paradiso, interpretaciones de su obra, artículos y relatos-, que se sienten más directamente en contacto con el Lezama físico quizás por la naturaleza intrínsecamente inmaterial de la poesía, quiero referirme solamente a dos: uno de ellos ofrece una visión exacta y adecuada a lo que más nos interesa en estos momentos del gran escritor cubano, y otro nos abre una posibilidad entrañable pero más cercana a lo desiderativo que a lo históricamente comprobado. Y, coincidencias o intención de los recopiladores, un trabajo aparece a continuación del otro, casi al final del volumen.

En "El umbral del silencio", Enrico Mario Santí relata su visita, en La Habana de 1979, a María Luisa Bautista, viuda de Lezama. Aquí vemos a un Lezama -más allá del innegable ostracismo a que fue condenado- burlado, pero finalmente consciente de la manipulación a que fue sometido. Escrita en Kentucky en enero de este 2008, es la imagen que quisiera llevarme "hasta el borde la piedra" donde he debido retroceder, porque es la que hemos cultivado durante años los que no conocimos personalmente a Lezama, los que lo estudiamos a pesar de solapadas prohibiciones, los que teníamos que falsificar autorizaciones para acceder a sus obras en bibliotecas y justificar cada palabra dicha sobre él.

Pero otro cubano en otro punto del mundo, Miguel Sales, nos hace llegar sus "Apuntes sobre la pobreza irradiante o las ironías de la realidad real". Y aquí, documentada y rigurosamente escrita, se nos muestra la imagen comprobable -la de Santí es más poética- de un Lezama que en 1964 escribiera: "Vivo en completo retraimiento (...) apenas salgo y acaricio y tiemblo la terrible soledad de las cabras"; y que cuatro años después publicara "El 26 de julio: imagen y posibilidad". El mismo de "la pobreza irradiante" y "la cantidad hechizada", que sin embargo guardara un silencio notable, pero susceptible de disímiles interpretaciones, en los años que precedieron a su muerte.

De toda esta suma de criterios y humanas contradicciones, emerge una imagen, sorprendente por inédita, a ratos incoherente pero finalmente exultante, de uno de los du majorii de la intelectualidad cubana de todos los tiempos, esa que hoy reniega hasta de su sombra, para espanto nuestro, o que se aviene a las maniqueas formas de un concepto vacío, para lástima de todos. Este himno a la opulencia del monte lezamiano fue posible, más allá de las circunstancias fortuitas que reafirman el viejo refrán de "no hay mal que por bien no venga", por la audacia de las jóvenes generaciones -no sólo "Y", sino también "W" y "R" y todas las letras del alfabeto- y la honradez intelectual y humana (¿o es una reiteración?) de aquellos que entregaron el batón para un relevo -en lo cultural- que ya se vislumbra: agradezcamos entonces este aldabonazo a "Aduana Vieja" y también a Santí y a Sales, a Triana y a Tejera, a Vázquez Portal y a tantos otros, más allá de una cifra maldita como es el treinta y tres.