Aquí le llaman "río" al canal de aguas turquesas que separa a Lanzarote de la pequeña isla de Graciosa. En lo alto del farallón César Manrique concibió en tres niveles el famoso Mirador (1973). Líneas depuradas y curvas. Muros de lava petrificada. Mobiliario, lámparas, cristales (en colaboración con Jesús Soto)adaptados al paisaje para que predomine la magnificencia del mismo. En frente Caleta de Sebo, el único pueblo de Graciosa. Manrique murió, en 1992, en un banal accidente de auto, en la rotonda cercana a la casa que él mismo había cedido para la Fundación que lleva su nombre. Hasta su muerte los voraces constructores de edificios estilo cajas de bacalao tenían las manos atadas en lo que se refería a la especulación inmobiliaria en Lanzarote. Después de su muerte algún que otro horrendo edificio han podido levantar.
César Manrique nació en 1919 en Arrecife, la capital de Lanzarote. Después de la Guerra Civil (en la que participó del lado franquista y quemó el uniforme en la azotea de su casa al terminar el servicio) estudió Arquitectura en la Universidad de La Laguna (Tenerife) y se largó a Nueva York en 1964 y allí se hospedó primero en la casa del pintor cubano Waldo Díaz-Balart en el Lower East Side. A su regreso a Lanzarote en 1966 venía decidido a hacer de su isla "el lugar más bello del planeta". En una carta a su amigo Pepe Dámaso, desde la Gran Manzana, decía que en NY el hombre vivía como una rata. La nostalgia de los paisajes naturales y de la gente lo empujó a comenzar las primeras realizaciones en su isla. Artista completo, Manrique lo mismo le metía a la arquitectura y escultura que a la ecología, al paisajismo y la jardinería.
En el Mirador del Río las lámparas de Manrique en el techo y una vista absolutamente sublime de la isla Graciosa, el canal, las salinas y otros dos islotes del archipiélago Chinijo, perteneciente a la isla mayor de Lanzarote.