3 août 2008

Rímini



He llegado a Rímini, la mítica ciudad-balneario italiana de la Belle Époque, del cine italiano, pero sobre todo de la infancia y juventud de Fellini (¿recuerdan Amarcord?). Justamente el Grand Hotel de Rímini (una de sus escenografías) está celebrando este verano sus cien años. Cócteles en sus jardines y viejos temas norteamericanos de los 40 y 50. Hay dos Rímini Mare: una elegante, en que las villas señoriales se esconden detrás de los cipreses, y otra completamente inhóspita que se extiende a lo largo de kilómetros hasta Riccione, en la que no cabe un hotel de tres estrellas ni un timbiriche ni un chaise-longue más. A ambas las separa, como una frontera visible, el Parque Fellini, la Fontana dei Quattro Cavalli y el Viale Principe Amedeo. También hay un tercer Rímini, el de tierra adentro, donde abundan los mosaicos y las fachadas del Renacimiento. En este último, la famosa Fontana della Pigna data de la época romana aunque fue restaurada y modificada en 1543 por Giovanni da Carrara. Frente a ella (la fuente fue hasta 1902 el único manantial de agua potable) la Vieja Pescadería del XVIII en que aún se ven los mostradores de mármoles para los productos del Adriático pregonados por los pescaderos.