24 août 2008
Los Nuevos Rusos / Cannes
Se les ve en la terraza del selecto Havana Room, tal vez nostálgicos de aquella época dorada (la actual no lo es menos para algunos) en que iban a La Habana a descubrir el "capitalismo", a pesar de que hacáa ya varios lustros de que este maravilloso sistema habia desaparecido de Cuba. Pues a ellos no les dio tiempo a tener carros americanos, ascensores Otis, tencenes, cuchillas de afeitar Gillette, mansiones con piscinas y jardines a la francesa, perfumerías de lujo y tiendas por departamentos, ni nada. Ahora, han renovado con la tradición de la aristocracia blanca del XIX y principios del XX cuando ésta venía a veranear a la grata Côte d'Azur francesa. Ya no son los mismos, por supuesto. No les llegan ni siquiera a la chancleta. Estos de ahora tienen caras de mujiks o de matones a la paga de algún jefe cosaco de una estepa lejana. Abunda, además, una legión de esbeltas muchachitas a la caza de millonarios de donde sean. Son desagradables, hablan una lengua que no me va, cuando se emborrachan son peores que los irlandeses y para colmo, restriegan en la cara de todo el mundo los billetes con que creen que pueden comprar el mundo. Son los Nuevos Rusos, gente que pasará mucho trabajo para integrarse a la clientela de esta Europa que veranea en la Riviera y que ha seguido, ininterrumpidamente, desde hace siglos, una tradición de elegancia y de buen gusto. Uno de los indicadores más elocuentes de lo novísimo del dinero que derrochan es que fuera del ruso son incapaces de decir ni "sí" en cualquier otra lengua.
El Alcalde de Cannes, para congraciarse (como todos los políticos de izquierda o de derecha, que para el caso son de la misma ralea) ha permitido que traigan sus polskas, rustoshupolskas y barratanishkayes (los dos últimos invenciones mías) para atormentarnos durante los días que quedan de agosto con un programa que ocupa impunemente la gran sala del Palacio del Festival. Para colmo y recontracolmo de disgusto, nuestra banda de amigos fue invitada ayer al teatro a ver El Conjunto de Cantos y Bailes de Marinos del Mar Báltico con el que, en "partenariat" con la villa rusa de Kaliningrado, la soleada alcaldía de Cannes, inaugura el Festival ruso de este verano.
No nos quedó más remedio que asistir porque quien invitaba ignoraba cuán poco afines éramos todos con este tipo de espectáculo. Yo me levanté como diez veces para ir al baño y hasta me dio tiempo en una de esas fugas a comprar helado en frente. De las dos horas que duraba el tema pude ausentarme por lo menos una. Al final (aplaudimos por piedad con los artistas / ellos no tienen la culpa de nuestros buches amargos del pasado) salimos más convencidos de lo que ya estábamos de lo ajena que es esa cultura a la nuestra sabrosa y sensual. Cultura rusa que, si no nos la hubieran querido imponer, como lo hicieron, la apreciaría ahora con la misma curiosidad con que asisto a un espectáculo de silbo en la isla canaria de La Gomera. O sea, sin resquemor.
El Alcalde de Cannes debe estar sobándose la derecha. Los nuevos rusos a lo mejor le ofrecen una de esas dashas de lujo reservadas a aquellos del Poliburo (si no estalla antes la guerra en Crimea). Cuanto a mí, espero que a nadie más se le ocurra invitarme a ninguna de las restantes manifestaciones del programa.
Nota: Ahí les dejo la terraza del Havana Room, en La Croisette, y el programa del Festival Ruso inaugurado ayer. Esta noche en la competencia de fuegos artificiales les toca a ellos mostrar sus habilidades. Espero no nos saquen un oso Misha en llamas.