Durante casi toda mi niñez y adolescencia pasé todos los meses de julio en Varadero. Recuerdo, como si fuera ayer, que entrábamos a la playa a las 9 am y no salíamos hasta la 12 m, para, después de almuerzo volver a entrar sobre las 3 pm hasta que el sol se ponía por sobre el Golfo de México. En aquella época nadie hablaba de cánceres de la piel y las cremas protectoras, hasta donde recuerdo, ni se conocían. Ir a la playa era pasarse el santo día en la playa. Y eso durante un mes.
Esas tandas de playa de aquellos tiempos, aquellas salvajadas, nunca más me las he vuelto a dar. Los lugares en donde he pasado todos mis meses de julio en los ultimos 20 años han sido siempre los mismos: Miami, Tenerife Sur o la Riviera Francesa. Es posible que los asiduos a las playas de estos lugares se pasen, como yo en mis años de Varadero, todo el día en la playa. El que ya no aguanta más de dos horas en el agua soy yo, y las pocas veces que lo he aguantado ha sido aquí, en mi playa secreta de la Riviera, en Saint-Laurent d'Eze.
Mi playa secreta hay que ganársela. Primero que todo, no aparece en los mapas generales. Segundo, la conocen solamente la gente playera de la Riviera. Tercero, hay que llevarlo todo porque no hay ni un kiosco para comprar agua ni una ducha para quitarse la arena. Cuarto (y esto es lo más importante) para llegar a ella hay que bajar por un camino de piedras que desciende desde la Baja Corniche y que, a medida que se va acercando al mar, se va pegando a un riachuelo del que se oye (como en la canción de Portabales) sólo el murmullo pues lo ocultan altas cañas que crecen en la hondura de ese barranco. Bajar no es tan complicado, pero subir ese mismo camino después del cansancio de haber estado en la playa...
Es por eso que no se va a Sain-Laurent d'Eze todos los días, ni así como así. Se requiere tener, físicamente hablando, un buen día y estar dispuesto a pasarse, si no mañana y tarde, por lo menos una de las dos en la playa. La recompensa es: un agua cristalina y fresca, un sitio con no más de 20 bañistas, un olor de resina de pino que queda impregnado en el olfato hasta que uno se acuesta, un paisaje maravilloso y ningun local comercial en todo el horizonte:
Escondido en esa vegetación se halla el camino de piedras que desde la Baja Corniche desciende hasta Saint-Laurent d'Eze.
Mi playa secreta: