Hace unos días corrió un mail que decía que yo me había apropiado de la traducción al francés de un texto de Gina Pellón titulado en español El color de las palabras. Gina Pellón por sí misma, publicado originalmente en francés en la revista francesa Confluences Poétiques. Sería innecesario, a estas alturas, tener que decir que no necesito apropiarme (ni me apropiaría) de traducción alguna en francés. He traducido a esta lengua el poemario de la propia Gina Pellón Vendedor de olvidos, he escrito libros en francés, ensayos en numerosas revistas especializadas, traducido libros para la UNESCO, dado conferencias, por citar sólo algunos ejemplos. Pero lo mejor es que el texto en cuestión lo escribí yo originalmente en francés y en español (a la vez) para Gina Pellón, quien así me lo pidió y para quien lo hice con mucho gusto. Lo escribí además en mi estilo que es, por demás, para bien o para mal (me da igual), inconfundible. Gina me dijo: "tú me has entrevistado muchas veces, has publicado muchos artículos sobre mi obra, organizado presentaciones mías, conoces muy bien mi obra, así que nos sentamos una tarde, te cuento lo que deseo decir y tú me le das la vuelta". Así fue y así se hizo. Una vez que el texto estuvo listo en francés para la revista en cuestión se lo di a Gina quien, a su vez, se lo dio a Christiane (esposa del pintor J. Ferrer) para que le diera la revisión final. Christiane corrigió algunos aspectos, que yo incorporé, desde mi ordenador al texto original y ése fue el texto que salió para la revista mencionada. Una vez allí pasó por una segunda corrección realizada por Lionel Ray quien le dio el visto bueno final en francés (Lionel Ray, cabe aclarar, no traduce del español). Cuando Gina me preguntó si quería aparecer mencionado en el texto, le dije que no era necesario que mi nombre apareciese y menos en esa revista de Confluences poétiques donde seguramente no era bienvenido dado a que detrás de todo estaba alguien que ni nombro.
Es obvio que, si en el libro Visión crítica… aparecen cinco textos míos sobre Gina que he publicado en periódicos, revistas y catálogos, además de un prólogo a la edición, y para colmos, soy el editor del libro en el que los textos publicados fueron ofrecidos y autorizados por Gina, no necesito apropiarme de una simple traducción al francés de un texto que en realidad escribí mano a mano con Gina en español y cuya escritura en francés me mangué solito. Sólo a gentes muy mezquinas, que andan buscando el más mínimo resquicio para atacar (como ya hicieron con el pobre Cabrera Infante, por ejemplo, escupiéndole la mano que les dio de comer) y con tantísimas otras gentes, puede(n) dedicarse a semejante mierdita. Como dice mi editor Fabio Murrieta (que me puso al corriente del mail) y no pocos amigos: eso es porque debes (al menos para ellos) ser más importante que lo tú mismo crees. Vamos, que en este caso, he de sentirme honrado porque de otra manera no veo cómo gente tan "supuestamente" consagrada pueda dedicarme las 24 horas del día, en detrimento (y eso es lo que no se dan cuenta) de su propia credibilidad. ¡Cómo si ya no los hubiéramos visto antes lanzar semejantes guerras contra otras gentes a lo largo de sus miserables vidas! ¡Y cómo si la gente no supiera de qué pata cojea cada uno! Lamento, someter a los bloggers a esta bobería sin interés para ellos, pero es necesario. Hay algunos para los que sí es válida esta aclaración. Menos mal que mi Cuba es mucho más sonriente que la mueca perenne de mis perseguidores. Y otra cosa: tendrán que morder polvo porque les advierto que libros como ése hay más. ¡Y qué decirles de los otros que ya están en imprenta!