He captado cientos de lugares y momentos inolvidables, pero aquí la calle es demasiado sabrosa y la gente tan familiares que no vale la pena pasar más de 10 minutos delante de este horror de pantalla. Yo recomendaría a mis amigos que saben divertirse quedarse aquí mínimo un mes. Poco importa que la temperatura mínima récord de Cartagena sea 26 grados, y el año entero haga de 29 a 33. Aquí vale la pena venir a pasarse una buena temporada y recorrer la trastierra y la costa despacito, gozando de cada fruta, escena, conversación, plato, historia, árbol, calidez humana, mar... La otra noche andábamos mi madre y yo montados en ese tareco deliciosamente turístico que ellos llaman chiva. Una guagua abierta por un lado donde los pasajeros se sientan en banquetas. Van recogiendo a la gente de hotel en hotel (nuestra chiva llamada La Heroica era, dado la mezcla increíble de latinoamericanos, la OEA, de cuya representación nosotros éramos, como siempre, la excepción), La chiva lleva una banda de música de aquí, sentada en la banqueta del medio y, a ritmo de ronazos y de champetas y vallenatos cartageneros, nos llevaronde bar en bar hasta que, al final, disfrutamos de un espectáculo de bailes negros en lo alto de uno de los baluartes de la muralla, frente al mar y bajo las estrellas. Para cerrar el show terminamos todos bailando vallenato en esa muralla renacentista de más de 4 siglos y luego de cabeza para una discoteca hasta las 12 de la noche. Mi madre, consciente del pestañazo que es la vida y dispuesta siempre a pasarla bien a toda costa y a no perderse una, estuvo en toda esa movida que dura 4 horas.