Portada de "¿Qué edad cumple la luz mañana?", de Orlando González Esteva (Ed. Fondo de Cultura de México).
Hoy escribo en El Nuevo Herald sobre un libro y un autor cubano que recomiendo a todos: Orlando González Esteva. Aquí dejo el enlace y copio el texto del Herald abajo:Compendio de la obra de Gonzalez Esteva / El Nuevo Herald.
Publican compendio de la obra de González Esteva
William Navarrete
28 de junio de 2009
© 2009 El Nuevo Herald. All Rights Reserved.
Recientemente la revista literaria Otro lunes publicó un número especial dedicado a la obra del escritor Orlando González Esteva (Sagua de Tánamo, Cuba, 1952). Unos 20 autores - Manuel Santayana, Alberto Lauro, Rafael Rojas, Raúl Tápanes, Belkis Cuza Malé, Emilio Ichikawa, Antonio José Ponte, Carlos Espinosa, Agustín Labrada, Manuel Zabala y Esperanza López Parada, entre otros -, abordaron mediante entrevistas, ensayos o breves pinceladas diferentes aspectos de su obra. El dossier incluía también un texto del escritor mexicano Octavio Paz en que la obra de González Esteva era motivo de elogios.
En ese homenaje tuve la oportunidad de participar y lo hice con unas breves líneas sobre un libro, a mi juicio esencial, del autor: Cuerpos en bandejas, concebido como un mano a mano entre González Esteva y el pintor Ramón Alejandro. Al referirme exclusivamente al mencionado libro dije que sus textos "poesía en prosa más que prosa ensayística, viajaban con un sentido histórico y erótico por la turbulenta historia de Cuba". También añadí que su obra, aún cuando no abordase temas gustativos, podía saborearse como una receta perdida en los trasiegos de la historia o como un antiguo manual de costumbres abandonado que nos remite al tiempo de nuestros ancestros.
Ahora, tras la reciente edición de ¿Qué edad cumple la luz mañana? (Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 2008), con prólogo de Alberto Ruy Sánchez y epílogo de Juan Malpartida, puedo ahondar un poco más en la excelencia de su escritura. Y ampliar algún que otro punto de vista sobre una obra que considero de perfecta armonía y evidente sabiduría.
El libro al que me refiero es una selección o remedo de ''obras escogidas'' del autor. En él, además del ya evocado Cuerpos en bandeja (1998) --del que sólo se reproducen fragmentos--, han sido recogidos los poemarios Mañas de la poesía (1981), El pájaro tras la flecha (1988), Elogio del garabato (1994) y Escrito para borrar (1997). También Fosa común (1996), de sugerente título y prosa que explica las relaciones del autor con otros creadores como él; Mi vida con los delfines (1998), larga reflexión en prosa, como indica el autor, emanada de la práctica del verso y sobre aspectos que atañen, desde una visión culta, a la literatura cubana y a autores de otros orígenes; La noche, breviario de haikus y Casa de todos (2005). Por último, se añade a esta selección el libro Amigo enigma (2000), con textos inspirados en los dibujos del artista plástico Juan Soriano.
Si la poesía es el denomimador común de todas estas obras, la lectura del conjunto de títulos compilados en este volumen revela una estética y un pensamiento más allá de la simple inspiración. En González Esteva se hilvanan ideas sustanciales a la manera de las urdimbres muy delicadas. Se teje sin premura y se exhibe el producto de la labor sin mucho ruido, justo a los ojos de aquellos que como iniciados saben algo de lo que se ha logrado. No le basta el ludismo (pienso en Elogio del garabato), ni el esteticismo o el buen gusto manifiesto, sino que logra hacer de ellos instrumentos de uso corriente para establecer áreas de profundo pensamiento y sentar, inteligentemente, presupuestos que responden a interrogantes sobre la identidad, la existencia, el arte y, a grandes rasgos, las relaciones históricas y sociales.
En Mi vida con los delfines, por ejemplo, el autor ofrece un tipo de recetario de "claves para triunfar en el cultivo de la redondilla". Entre las 27 recomendaciones leemos ideas tan aparentemente descabelladas como: "en el zoológico halagar al leopardo", "practicar la vuelta de carnero" o "en la plaza de toros: saltar al ruedo". Probablemente, detrás del fingido divertimento el autor invita a quien no tiene posibilidad alguna de cultivar este tipo de métrica a dedicarse a cualquier actividad que compense (y he ahí la gran ironía) el poco don para esta estrofa. Sin embargo, al terminar la lectura de todas las recomendaciones el lector puede creer que en realidad ha estado practicando redondillas de tanto que González Esteva ha travestido sensaciones y conceptos.
En otro registro, el primer haiku del libro de versos La noche dice: "La nocha suma / demasiadas ausencias. / Es, toda, Cuba". En su brevedad - esencia misma del haiku -, revela sutilmente la sensación de oscuridad primera, causa y punto de partida, de todas las connotaciones que le sugiere la palabra noche y su extensa dimensión. Al final de este libro, el último haiku: "Cerrar los ojos / impedir que la noche / lo sea todo", es el despertar de esa larga noche a la vez que un llamado a sí mismo que le permita volver a la razón y, tal vez, a la vida, después de este doloroso viaje de cada día a través de esa tierra sin contornos que es el país del que no ha podido volver a la tierra de su infancia.
Ruy Sánchez apunta en su prólogo que "la fiesta de Orlando González Esteva trae lo suyo: es más bien un ritual, un acto profundo de búsqueda". Ese "acto profundo de búsqueda" es también la clave para entender su originalidad. Para descifrar el misterio de una obra que mantiene un hilo conductor coherente a la vez que ofrece cada vez nuevas y originales aristas, ángulos, estilos y temas.
En este sentido, al leerlo, asistimos a una metamorfosis interior casi siempre contenida en un objeto formalmente bello. Los cambios se operan dentro, en la esencia y sustancia de lo pensado y dicho, no en la "bandeja" que, con sonrisa de quien sabe lo que hace, el escritor va extendiendo a todos los que quieran iniciarse en el juego inteligente de su ciclo infinito.