Una mañana deliciosa en casa del escritor y periodista Daniel Fernández. Daniel no sólo sabe, en materia de ópera, música clásica y literatura hasta donde el jején puso el huevo, sino que no hay quien le ponga un pie alante en cultura práctica de botánica y jardinería. De hecho, durante años tiene una sección sobre el tema en El Nuevo Herald, ha impartido clases en colegios y universidades, recorrido y ofrecido charlas en muchos jardines botánicos del mundo y mantiene correspondencia con cientos de personas de la Florida y otras latitudes que le escriben a diario para pedirle consejos sobre el tema. Cada vez que vengo a Miami en esta época (y desde hace ya casi dos décadas) me doy una vuelta por su maravilloso jardín y salgo siempre de allí cargado de mangos, nísperos y hasta pitahayas. Siempre hay plantas nuevas, flores desconocidas, historias alucinantes. Daniel observa el comportamiento de sus plantas, cómo algunas pretenden escabullírsele para evitar que las poden cuando es necesario, trabaja su jardín descalzo y comparte con todos los de esta ciudad lo que para él es sin dudas el atractivo principal de la misma: su vegetación tropical que muchos ni siquiera distinguen cuando pasan. Ya era hora de sacar algo de su jardín a la luz pública, a pesar de que sabemos que el mes de junio no es el de mayor esplendor y florecimiento para muchas de sus plantas.
La entrada al bosque encantado de Daniel Fernández, en Miami. La casa sumergida por la vegetación que él cuida con mano experta y sabiduría jardinera.
Para Daniel, la peregrina debería ser la flor nacional cubana. Por lo versátil, lo gregaria y, sobre todo, por su gran adaptabilidad (de hecho ha recorrido el mundo). "Qué mariposa ni qué ocho cuartos", me dice. "Esa ni siquiera es cubana sino asiática".
Las tres etapas de la guanábana. Daniel Fernández posa con orgullo al lado de su mata preñada de frutas porque sabe lo difícil que es lograr que una guanábana fructifique en estas tierras:
La flor de la guanábana polinizada.
El botón de la guanábana.
Daniel Fernández posa al lado de una guanábana en rama de su jardín.
La cubanela.
La clitoria azul.
Una orquídea Sobralia, de origen mexicano.
Los mangos Orgullo de Valencia.
El llamado limón del Cayo.
La frangipani o plumería, flor nacional de Nicaragua.
El ancestro de esta Bromelia fue traído de la Sierra Maestra en los años 40. Dice Daniel que de esta variedad conoce sólo dos ejemplares en Miami: el de él y el de la persona que lo trajo.
La inquietante flor de la pitahaya, una cactácea difícil de encontrar en la Florida y más difícil florecida.
La flor de la Colonia. Cuando uno restriega una de sus hojas con los dedos nos deja un inconfundible olor que aclara el porqué de su nombre.
El mango Graham se va poniendo a punto de caramelo protegido por una cortina de bambúes de Indochina.
Las hojas blancas de la majagua cubana parecen floripondios.
La adelfa ornamental crece espontáneamente.
El Mar Pacífico blanco es el único que se mantiene abierto hasta las 11 de la noche.