28 déc. 2010

Nassau - Bahamas

Poco atractiva, la vista de Nassau desde el barco tiene al menos la virtud de mantener a distancia los tendales de souvenirs de mala calidad y las tiendas de joyas y gangarrias. De todas formas, no hay quien se escape de las siete manzanas en que tiendas y tendales se hallan, cercando (como un bastión inexpugnable) la entrada de los turistas por el puerto. De más está decir que me conformé con ver desde lejos el celebérrimo y espantoso Hotel Atlantis, así como la isla Paradise que, como un cake raté domina todo punto de fuga de nuestra visión:



Este edificio de forma octogonal fue erigido en 1798 y fue la primera prisión de Nassau. En 1873 cambió de función para convertirse en la primera biblioteca pública de la ciudad:



Queen's Staircase tiene 66 escalones (uno para cada año de reinado de Victoria), tallados originalmente por esclavos en la piedra calcárea de estos dos farallones:




El Fuerte Fincastle data de 1793 y desde la colina en que se halla se ve buena parte de la dársena de Nassau:



Una ceiba en la entrada del Princess Margaret Hospital. Aquí a las ceibas les ponen guirlandas navideñas. Miré para ver si le echaban algún despojo en las raíces y nada.



Al pie del Palacio de Gobierno, la estatua de Colón (1830) recuerda que la primera tierra de América descubierta por el genovés fue San Salvador o Guanahaní, perteneciente al archipiélago de las Bahamas o Lucayas:



Color local:



Jacaranda es una casa típica de la arquitectura colonial: techo de dos aguas, balcón saliente de maderas y barandales torneados, persianería del tipo brise-soleil, etc. Data de 1840 y fue comprada después por Lady Eunice, viuda de Sir Harry Oakes. Cierta chapucería, abandono y dejadez en el ambiente me asegura que estoy en terreno conocido: las aguas y pueblos del Caribe. En sus predios lo mismo hallamos un tractor oxidado en la entrada de un hotel cinco estrellas que constatamos que la persianería de caoba desprendida de una casa colonial del XVIII tras el paso del último ciclón sirve para que los chiquillos del barrio jueguen a la quimbumbia con sus travesaños. Y cuando no, los travesaños sirven para que ña Tomasa alimente el fuego con que hierve las sábanas de su casa:



Bienvenidos al Caribe: