31 oct. 2010

En El Nuevo Herald / Principado de Mónaco



Hoy escribo en El Nuevo Herald sobre el mítico Principado de Mónaco, uno de los sitios en donde pasé este verano.


Mónaco, palacios, casinos y jardines botánicos
William Navarrete
El Nuevo Herald, domingo 31 de octubre del 2010

El Principado de Mónaco es, después del Vaticano, el Estado soberano más pequeño del mundo. Los escasos dos kilómetros cuadrados de superficie que posee lo convierten también en el país de mayor densidad de población. Sus orígenes son muy antiguos y ya en el año 1297, el primer Grimaldi logra apoderarse de la fortaleza antigua de La Roca. Los Grimaldi, fundadores de la dinastía conocida por este apellido, gobiernan desde entonces el Principado, excepto durante el período de ocupación francesa entre 1793-1814.

Mónaco es, en estas condiciones, un país independiente, con sede en la ONU, moneda propia (aunque el euro con efigies monegascas sea la moneda corriente), servicio de Correos propio, policía (aunque no ejército) y leyes fiscales independientes que lo convierten en atractivo paraíso para quienes buscan evadir gravámenes en materia de impuestos. En este pequeño enclave de glamour y míticas historias que alimentan desde la época de Grace Kelly la "prensa rosa", viven sólo unas 35,000 personas, de las que sólo el 16% posee la nacionalidad monegasca. Aunque existe una lengua vernacular, dialectal y de origen liguro-italiano, el francés es el idioma que prevalece en todos los ámbitos de la vida cotidiana.

El turismo es, indudablemente, la fuente principal de ingresos del pequeño Principado. La mayoría de los visitantes permanece dentro de los límites territoriales de Mónaco solamente un día. En general, una jornada basta para visitar sus atraccciones fundamentales. Al interior de la ciudad-Estado, un sistema de autobuses comunica, por el módico precio de 1 euro, los diferentes barrios: La Roca (o Viejo Mónaco), área en donde se encuentran el Palacio de los Grimaldi, la Catedral, los jardines Saint-Martin y el Museo Oceanográfico; La Condamine, que acoge el puerto de yates y cruceros, así como el Mercado al aire libre y los comercios locales más económicos (incluidos los restaurantes más baratos); Montecarlo, marcado por la presencia del célebre Casino, de la Opera, así como de hoteles y boutiques de lujo y, por último, Fontvieille, área ganada sobre el mar, en donde se construyeron el estadio, el Museo de la Moneda y de los Sellos, un pequeño puerto deportivo y algunos jardines botánicos.

Casi siempre la visita comienza por La Roca (Le Rocher, en francés) que constituye el cimiento de la existencia del Principado. Todos los días, a las 11:50 de la mañana, en la gran Plaza de Armas que antecede al Palacio Grimaldi, se aglomera el público para ver el relevo de guardia de Carabineros del Príncipe, una institución militar que protege la sede de gobierno y la institución monárquica. Cuando el Príncipe reinante –en este caso Alberto II– se halla en el Palacio, el pabellón blanco y rojo de la micronación, aparece izado en la torre más alta del mismo. La visita de la casa de los Grimaldi incluye un paseo por las salas de historia, el mobiliario, armas y objetos relacionados con la larga historia de la familia reinante, pero no da acceso a los apartamentos privados de la monarquía.

A la salida del Palacio, los turistas pueden dirigir sus pasos hacia la Catedral Nuestra Señora Inmaculada, un edificio construido en 1874, en estilo de inspiración romano-bizantina, sobre una iglesia mucho más antigua. Si bien la construcción carece de interés arquitectónico, en su interior puede apreciarse alguna que otra obra de Louis Bréa, pintor del Renacimiento muy activo en toda la Riviera Francesa desde Niza hasta Menton. También se hallan allí las tumbas de los principales príncipes reinantes: las del Príncipe Rainiero III y su esposa, la celebérrima actriz norteamericana Grace Kelly, se hallan una al lado de la otra, en el deambulatorio de dicha Catedral.

La otra atracción de La Roca o Viejo Mónaco es el Museo Oceanográfico, una de las instituciones de este tipo más antiguas y prestigiosas del mundo, fundada en 1889 por el príncipe Albert I y dirigida desde 1957 hasta 1988, por el conocido francés Jean-Yves Cousteau, llamado simplemente "el capitán Cousteau". El Museo, que es a su vez un Instituto de Investigaciones Marinas, posee un acuarium con infinidad de especies presentadas a lo largo de un recorrido didáctico, y una parte dedicada a la museografía, en donde se exhiben fósiles marinos, esqueletos de especies extinguidas o aún existentes, objetos fabricados a partir de elementos marinos, documentos y reconstitución del laboratorio del fundador del Museo (el mencionado Albert I), quien fuera un gran navegante y explorador connotado. Durante los meses de verano, la Institución desarrolla un ciclo temático de documentales relacionados con el mar, su flora y fauna. A partir de este año, han comenzado a exhibir exposiciones de artistas vinculadas con este tema.

En Mónaco, algunos se instalan durante unos días para ser testigos de los famosos Rallys Fórmula 1 o carreras de autos (fundadas en 1911) o, simplemente, como público del conocido Festival Internacional de Circo de Montecarlo, colocado siempre bajo el auspicio de la Princesa Estefanía. Sin embargo, la mayoría de los visitantes dan prioridad a una de las principales fuentes de ingresos de la familia Grimaldi: el Casino, fundado como Sociedad de Baños de Mar por la Casa principesca, en 1865, al final del reinado de Charles III. El edificio vale por sí solo la visita, pues se trata de un lujoso palacio en el estilo ecléctico y barroco de fines del XIX, rodeado por jardines muy bien cuidados, obras de arte público y una vista espectacular hasta la ciudad balnearia de Bordighera, en la italiana Riviera de las Flores. En 1878, cuando la fortuna colosal emanada de las cajas del Casino se hallaba en pleno apogeo, Marie Blanc, viuda del primer director del mismo, pidió a Charles Garnier, arquitecto de la Opera de París, que construyera el palecete que hoy día vemos; así como la conocida Opera de Montecarlo, en donde encontraran cabida y fama los Ballets Rusos, tanto el de Serge de Diaghilev como los Ballets Rusos de Montecarlo, fundado en 1932 e inspirado del primero. Dicha Opera fue inaugurada con una actuación de Sarah Bernhardt, el 25 de enero de 1879.

Existen dos casinos. El primero es el "profesional" y está reservado a jugadores dispuestos a gastar mucho dinero en él. Se encuentra en el palacio original construido por Garnier y se exige vestimenta de gala para entrar a sus salas y recintos. El otro, el popular, es donde se encuentran centenares de máquinas tragamonedas y está a un lado del célebre Café de París. Preceden al Casino principal hermosos jardines con fuentes que descienden en forma de terrazas hasta la entrada del edificio. A un lado del mismo, está el lujoso Hotel de París, construido en 1864, sede hoy día de uno de los restaurantes gourmets más famosos del mundo: el Louis XV, dirigido por el chef francés designado con tres estrellas Alain Ducasse. A apenas dos manzanas de allí, el Hotel Hermitage, es otro de los palacetes de lujo del Principado.

Un paseo por los jardines públicos Boulingrins, entre el Casino y el mar, ofrece una vista incomparable del puerto, del peñón del Viejo Mónaco (La Roca), el Fuerte Antoine y de los rascacielos construidos en la parte norte del pequeño Estado y en la parte francesa de Beausoleil. En dichos jardines, el escultor colombiano Fernando Botero colocó una de sus obras (Adán y Eva) y el artista óptico Victor Vasarely, en colaboración con el arquitecto Jean Ginsberg, concibió el impresionante techo-terraza del Centro de Congresos Auditorium de Montecarlo (1979), visible desde los jardines y consistente en una enorme placa de mosaico de vivos colores, realizada a partir de lava volcánica. En materia de arte público, la última adquisición para este jardín fue la escultura del español Manolo Valdés llamada Reina Mariana (2004).

Otra de las atracciones de Mónaco es su llamado Jardín Exótico cuyo billete de entrada (7 euros) da también acceso a las grutas del Observatorio y al Museo de Antropología Prehistórica. Más de 7,000 especies vegetales cohabitan en este espacio verde. En el barrio de Fontvieille, los coleccionistas de sellos, billetes y monedas irán al Museo especializado en este tema, así como los amantes de coches antiguos podrán echar una ojeada a un centenar de automóviles de colección (algunos considerados piezas poco comunes) en la sala de exposiciones de las terrazas de Fontvieille.

Además del festival del Circo y del Rally Fórmula 1, Mónaco celebra su Fiesta Nacional (Santa Devota) cada 27 de enero. Una capilla, arrinconada entre los acantilados, el camino hacia la Estación de Trenes y la calle que sube a Monte Carlo, da fe de la veneración de los monegascos por esta santa católica. El Festival de Jazz se desarrolla cada año entre noviembre y diciembre, y el Torneo Internacional de Tennis Masters Series de Montecarlo en abril. Los que deseen tener una visión aérea de todo el Principado pueden alquilar por 70 euros unos 10 minutos de vuelo en helicóptero para sobrevolar toda la superficie del país o pueden optar por subir a algunos de los puntos del territorio francés (como el pueblo vecino de La Turbie) desde donde se disfruta de la vista más espectacular que reúne al Principado, la costa y las playas vecinas.

Una manera de evitar los precios astronómicos de la hotelería monegasca es quedándose en los establecimientos franceses de pueblos vecinos como Roquebrune y Menton (que pertenecieron a Mónaco hasta 1847), Beausoleil, Cap d'Ail, Eze, Villefranche-sur-Mer, Beaulieu, Saint-Jean-Cap-Ferrat o en la propia ciudad de Niza, desde donde, quienes no dispongan de coche de alquiler, podrán viajar al Principado en autobús (ruta 100) e, incluso, en tren. Para los baños de mar será necesario ir a las playas de los pueblos costeros franceses pues Mónaco sólo posee clubes privados transformados durante el verano en balnearios. Como todos los lugares de la Riviera, el pequeño país es víctima de superpoblación durante los meses estivales. Es por ello que quienes deseen, además de enriquecerse desde el punto de vista cultural, descansar durante sus vacaciones, deben escoger los meses de mayo-junio y septiembre-octubre como ideales para disfrutar a plenitud de este maravilloso lugar y de toda la hermosa región costera del Mediterráneo francés.

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