El afiche de Biutiful
De Biutiful, la película del mexicano Alejandro González Iñárritu que le valiera el Oscar a Bardem, voy a decir más o menos lo mismo que ya dije en otra parte. Si alguien está deprimido que no vaya a verla, pues no habrá ni un sólo minuto de ternura, ni de compasión con el espectador. La única escena que hubiera podido ofrecer un segundo de paz termina bajo el triste efecto de la palabra "moco". Entre el orine sanguilonento del cáncer de próstata de Bardem, la masacre de los 25 (ó 35, j'ai oublié) chinos clandestinos de Barcelona, la expulsión y atropello de los africanos indocumentados, la bipolaridad y alcoholismo de la madre de los niños, el fantasma de las familias truncas del franquismo y un largo etcétera de calamidades, deprimencias o tal vez realidades (dirá a quien le interese andarse machacándoselas) hay con qué escribir una Enciclopedia Ilustrada del fracaso que muy bien pudiera ser la vida si sólo pensamos en la muerte y en el horror implícitos, como sabemos, en ella. Ya hemos visto que el estilo de este muchacho (remember Amores perros) puede ser éste, aun cuando nos haya dado una tregua con Babel. Una de cal y otra de... chapapote. En pocas palabras: siniestro, oscuro, abusivo, regodeándose en el horror del que ya nos inyectan a diario Internet, la prensa y otras gentes. O sea: nada nuevo y nada bueno. Una película de esas que parece hecha por un niño de buenisísima familia mexicana que quiere rebelarse pero no sabe cómo. Un poco como esos niños con chófer y mayordomo de Neuilly-sur-Seine que cuando crecen quieren montar revoluciones en otras latitudes. Y en medio de todo eso, gentes que habla con muertos y pasa piedras con poderes que no sabemos muy bien para qué les sirven visto lo mal que viven. Vaya, la cosa "enseñanzas de Don Juan", a lo mexica, para ponerle la tapa al pomo. Se salva la actuación de Bardem, pero a esta altura da ya lo mismo.
Por otra parte, Venus Negra. Es la película del tunecino Abdellatif Kechiche quien ya nos había regalado hace un par de años la sublime La graine et le mulet. La especialidad de Kechiche (ya lo hizo para la antes mencionada y la protagonista ganó un César) es convertir en actrices a muchachas que no han estudiado nunca actuación y que de pronto se topa andando por la ciudad. Es ahora también el caso de la cubana Yahima Torres que lleva el dificilísimo papel de Saartjie Baartman, la llamada "Venus hotentote", nacida en Cap Town (o sea, Ciudad del Cabo, Sudáfrica) en tiempos de la colonización boers (holandesa) de ese país. Torres tuvo que aprender afrikaneers (la lengua híbrida de Sudáfrica) pero tuvo, sobre todo, que aprender a actuar con el alto nivel de exigencia que dicen es el de Kechiche. El resultado ha sido una actuación fabulosa de parte de ella y también de todos los actores. La película tiene escenas muy fuertes, incluso puede verse el desmembramiento de un cadáver. Hay una momento de casi-violación colectiva de la Venus en que más de diez personas se levantaron de sopetón de la sala y se fueron dando portazos. Hay quienes no aguantan estas cosas y sus razones tendrán. Se entiende. Kechiche ha dicho en otros términos que su obra es un himno contra el racismo. A mí me parece que para hacer ese himno no tenía que remontarse a principios del siglo XIX, sino que le hubiese bastado con mirar alrededor suyo en pleno siglo siglo XXI. Siendo él árabe como es, no tendrá mucha dificultad para encontrar signos de racismo contra su pueblo en muchas partes, a veces, incluso, en sitios inusitados. En todo caso –retomando el cauce–, chapeau, chapeau y chapeau para el director, actores y todo el equipo. Espectadores sensibles o bajo periodo de hipersensibilidad doblar por la esquinita del cine y gastarse los 10€ en chupetines y chocolatinas para los niños o en cualquier otra cosa.
Nota: Aunque aborrezco las comparaciones (que siempre me han parecido de muy mal gusto) debo añadir este párrafo por parecer incongruente mi punto de vista personal con respecto a ambas películas. La magistralidad del segundo director con respecto al primero, habiendo ambos tratado temas y realidades extremadamente sórdidas, absolutamente siniestras, es que en Venus Negra aún cuando uno sabe que los hechos fueron reales y que, en consecuencia, no habrá salvación posible para Saartjie Baartman, creemos (y en eso consiste y no en otra cosa la magia de ser un gran director) en que un milagro va a ocurrir para salvar a la heroína. En Biutiful, desde que eso arranca, uno sabe, se presiente (no nos dan otra posibilidad) que no habrá marcha atrás, que esa gente no va a ningún lado, que no tienen remedio y que se hundirán más y más en la pantanosa oscuridad de sus vidas. Lo sórdido por lo sórdido es casi como el arte por el arte. Me parece que hay creadores que no logran darse cuenta de ese ínfimo puntico que lo cambia todo.