Algunos se quedan en Kalambaka, nosotros preferimos Kastraki, una verdadera aldea de Tesalia, al pie de Las Meteoras. En Kastraki, desde el hotel familiar Batalogianni abrimos la ventana y vemos los majestuosos farallones de las Meteoras. Cenar con semejante vista, en la terraza florida del hotel, es un lujo. Como casi siempre en Grecia uno va a la cocina, abre las cazuelas e indica con el dedo a la anfitriona que deseamos comer. La comida casera es inolvidable y el sabor de los vegetales de las ensaladas griegas no lo encontramos en ningún otro lugar. La feta no se parece en nada a esa cosa ácida y desagradable que venden como feta en el resto del mundo (Francia incluida). Por la noche la plaza del pueblo se llena de gentes que salen de su casa a jugar backgammon, ajedrez, barajas. De chiquillos correteando, de viejas chismeando y vestidas de impecable negro (un luto que basta muera alguien de la vasta familia para que se lo enganchen de por vida). El cabrero atraviesa la plaza con sus cabras cuando regresa de montear. Y todo esto al pie de un paraje misterioso en donde más de 7 monasterios bizantinos (declarados Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO), sobre nidos de aguila, nos esperan...