Vlikho (en la isla de Leucas o Léucade) hubiera sido uno de esos cientos de pueblecillos griegos de pescadores, con aguas transparentes y bosques de cipreses, por los que uno pasa y ni se detiene, si no fuera por la moussaka de Dimitri.
Es cierto que, a pocos metros de Vlikho está la isla boscosa de Skorpios, inaccesible porque es propiedad de la familia Onassis (en ella se casaron, en 1968, en la capilla privada de la isla, Jackie Kennedy y Aristote, el célebre multimillonario armador). Pero la gracia de Vlikho reside en esta taberna a orillas del mar en donde una abuela griega prepara una moussaka de verdad. Y es que es tan difícil encontrar (incluso en Grecia) una buena moussaka como difícil es también encontrar en Italia (incluso en Milán) un buen osso bucco. Pues de la misma manera que son pocos los cubanos que saben hacer unos buenos frijoles negros, también es rarísimo dar, en Grecia, con una moussaka que no venga nadando en grasa y que la piel de la berenjena no esté ni muy floja ni muy dura, ni muy hilachosa ni demasiado crujiente: justo "al dente". Y ese mérito lo tiene la cocinera de Dimitri y también el de preparar un tzatziki que parece un manjar blanco de dioses: