Me disparé tres en una misma sesión. Desde el lunes está andando el Tercer Festival Internacional de Cine Latino de París, en el Gaumont Marignan-Champs-Elysées. Una selección de 35 obras (entre 250 que se presentaron como candidatas). Cubana, lo que se dice cubana, ninguna. Sólo un documental de propaganda de la cubano-americana Vivian Lesnik Weisman, que viene con la etiqueta de "Cuba-USA". Una rareza, dirán los que no conocen el intríngulis. Y un corto de un francés graduado de la Escuela de Cine de San Antonio que también viene con nacionalidad cubana. Aquí les dejo, en orden, lo que vi:
También un corto titulado No te metas, de un chico llamado Pierre Moussarie, graduado en la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños. La cosa "bébête", para decirlo en su propio lenguaje. O sea: la boberiíta con la guanajada. Paso.
Por suerte hubo La Mala, película puertorriqueña de Lilian Rosado y Pedro Pérez Rosado, con un reparto de actores cubanos y boricuas que actúan muy bien. El tema, una muchacha de un pueblo de campo de Puerto Rico (interpretada por Lena Burke (hija de Malena, nieta de Elena) desea ser grande y empujada por su tía Candela (María Isabel Díaz, la gorda de Una novia para David que idolatra secretamente a La Lupe), se va a lanzar contra la opinión de su padre (Jorge Perrugorría) y de su madre (la puertorriqueña Sully Díaz que durante años interpretó deliciosamente a La Lupe en una pieza que vi en el Teatro de Venevisión de Miami en 2003), en el mundo del cabaret y la música, inicialmente guiada por su novio (Vladimir Cruz). Las actuaciones son excelentes, la trama coherente, la historia también. O sea: una película. No un bodrio. Lena está sublime. Canta como una diosa y aunque no llega al paroxismo de La Lupe es mucho más sensual que ésta. De todas formas seguimos sin película sobre La Lupe. Pues en La Mala la célebre santiaguera es un ídolo lejano y una meta del que sólo se ve una foto que tiene Candela y sólo se oyen canciones interpretadas en la voz de Lena.
Por último, Vivian Lesnik Weisman en su documental de 1h y 39 interminables minutos, titulado El hombre de las dos Habanas, parte de la idea de hacerse la boba. Un buen día, como si ella no se hubiera estado bañando desde hace rato en la salsa, se pregunta qué ha pasado, por qué tanta división, por qué su padre (el loro viejo de Max Lesnik) ha tenido que vivir lo que ella define "un exilio dentro del exilio". Todo eso con tremenda majomía y despilfarro de ñoñería. Y vengan las fotos de familia antes de 1959, el elegante clan materno de alta burguesía habanera, los viajecitos de Vivian a la Isla para ver los lugares relacionados con las "epopeyas" de su padre, los encuentros con Alfredo Guevara (siempre con su aburrido chaleco por encima de los hombros) y Naty Fernández Revuelta, en sus respectivas residencias, y toda esa gente aburrida que cuenta siempre lo mismo… y patatín y patatán, y las bombas (según el propio clan Lesnik) del exilio contra la redacción una revista fundada por el Sr. Lesnik en el Miami de los 70, y la jodedera contra los congresistas cubano-americanos, y contra el "embargo", y todo el asunto ese de Bosh-Posada Carriles que ni me va ni me viene, y, y, y…. ¡Un auténtico horror de aburrimiento! Lo único interesante que descubrí es que parece que se conserva el apartamento de Eduardo Chibás con sus muebles, papeles y pertenencias en La Habana. La película debería llamarse El hombre de las cien vidas, porque con tanta insistencia en el peligro y las amenazas de muerte que ha vivido el padre de la realizadora uno termina preguntándose si el Sr. no será fruto de una mezcla entre tortuga de las Galápagos y gato Sietevidas.