1 mai 2009

La ría de Etel y Saint-Cado / Bretaña

En esta parte de Bretaña se les conoce como rías (igual que en Galicia), pero en el Finisterre bretón se les llama "aber". Es el equivalente (algo más modesto, por supuesto) de los fiordos escandinavos.

La entrada a la ría de Etel, en el Morbihan. Este es el boquete que comunica la ría con el Atlántico. A ambos lados, a mediada que se va abriendo el boquete, aparecen playas hermosas pero nada cálidas y con corrientes muy fuertes.

La ría de Etel con la marea menguante. El fenómeno de las mareas se aprecia muy bien en toda Bretaña y Normandía. En el Caribe no estamos acostumbrados a tanta diferencia entre las mareas altas y bajas. A veces éstas pueden tener la velocidad de un caballo al galope. Son muy peligrosas y mucha gente ha quedado atrapada paseándose por lugares en donde se había retirado el mar. Sin contar los que se han ido por huecos que las algas no dejan ver.

La ría es un sitio muy hermoso. En constante movimiento. Cuando se retira la marea crustáceos, conchas, estrellas de mar, etc. se quedan al descubierto. Muchos mueren en ese vaivén constante de la naturaleza. Tal vez sea la luna la culpable de sus muertes. La ginesta (como dicen los catalanes) o retama costera, ofrece una alfombra de un amarillo alborotado durante los meses de primavera y verano.

Uno se queda fascinado mirando esta casa en un islote ínfimo, en medio de la ría. Nos preguntamos quién tiene el privilegio de vivir en tan paradisíaco sitio: cerca de la tierra firme, pero suficientemente lejos (agua a 12° C y fuerte corriente de por medio) como para no recibir la visita de nadie. Luego, después de mucho mirarla empiezan los peros: y la humedad, y si hay que salir corriendo, y si hay una fuerte marejada... En medio de la ría de Etel, muy cerca del puentecillo de piedras de la isla de Saint-Cado.

Otra vista de la misma casa-islote.

Un monje del País de Gales hijo del príncipe de Gamorgan), se instaló en esta isla entre el siglo VI y VII. Cuenta la leyenda que para que sus fieles y aquellos que le aguantaban sus arengas pudiesen venir a oírlo tuvo que construir con sus propias manos el puente de piedras que comunica la isla (en medio de la ría de Etel) con la Tierra Firme. Pero resultó que el puente se cayó cuando se produjo la primera marea fuerte. Entonces pactó con el Diablo quien le dijo que le ayudaría a que el puente quedara fijado para siempre a condición de que le ofreciera como víctima al primer ser viviente que lo atrevesara. El futuro santo no se amilanó, sino que aceptó el pacto y cuando el puente estuvo ya listo hizo que un gato lo atravesara. Menos mal que en aquella época las asociaciones de ecologistas ni soñaban con aparecer:




La iglesia románica de Saint-Cado precedida - como casi todas las iglesias bretonas - de un calvario, en el lugar en que el santo fundara el primer oratorio en el siglo VI. Saint-Cado, ría d'Etel, Bretagne:





La fuente de Saint-Cado, al pie de la iglesia. La cruz celta (mi preferida) comenzó a utilizarse a partir del siglo VIII. Se le llama también Cruz Eucarística a causa del anillo que rodea el punto de crucero similar a la santa hostia. Por cierto, un símbolo parecido era utilizado por los indios sioux de América. Por ahí aparezco encaramado y abrazado a la cruz. Dicen que da tremenda suerte apretarla bien fuerte en primavera, así que por si acaso me agarro bien:





Otras imágenes de la ría: