De regreso a la rutina de la Riviera Francesa después de este "break" en Barcelona...El
Cap d'Antibes sigue siendo un sitio mítico. Lo es porque en él se encuentra uno de los hoteles mas
chics del mundo (el Eden Roc) y porque en cada extremidad de ese saliente de tierra de la Rivera Francesa se hallan dos pueblos marítimos
qui font rêver: Antibes y Juan-les-Pins. El Cap d'Antibes puede recorrerse entero por un sendero costero que va de Juan-les-Pins hasta la playa de La Garoupe. También hay un museo de
souvenirs napoleónicos pues por el Golfo Juan desembarcó el corso tras su regreso de Elba. Todo eso lo he hecho ya en otras ocasiones, pero en ésta subí por vez primera al santuario de Nuestra Señora de La Garoupe y el lugar me pareció fascinante. Ya antes de Cristo había en él un santuario (Oppidum Ligure) dedicado a Isis Pelágica, a Cibeles, Selena, La Luna. Luego en el siglo IV dedicaron un oratorio a Santa Elena y en el X un santuario a Nuestra Señora del Puerto que aun hoy adoran los pescadores de Antibes y una vez al año la bajan y la llevan por el mar al pueblo.
El faro de La Garoupe y el caserón del faro, Cap d'Antibes, French Riviera.
La vista de Antibes desde Notre-Dame-de-la-La Garoupe
El interior de Notre-Dame-de-la-Garoupe, cuyas paredes se hallan repletas de exvotos de todos los tiempos.
La caleta de La Garoupe, entre la punta del faro y el Cap de Antibes.
En los Jardines Exóticos del Museo Oceanografico una estatua del Albert I, príncipe navegante y explorador que fundó en 1889 esta institución.
No es menos cierto que la pecera gigante del Mar de Corales es un sitio increíble, gustenos o no el tema de los Acuariums. El huésped más antiguo del de Mónaco es una morena chocolate (se llama así) encontrada en Antibes en 1968. El famoso pez piedra mete miedo y el efecto de su mordida ni hablar. Uno termina por descubrir cosas tremendas en este lugar.
En el Museo Oceanográfico de Mónaco hay cantidad de cosas interesantes: esqueletos de animales acuáticos, animales acuáticos en formol, objetos valiosos fabricados a partir de elementos acuáticos y hasta la primera escafandra acuática del siglo XVIII, o sea, todo un mundo acuatiquísimo.
Este artista anglonoséqué (para el nombre pulsar sobre la foto del afiche en la fachada lateral del Museo Oceanográfico de Mónaco) ha hallado residencia (por suerte temporal) en dicho Museo. Es cierto que tiene algunas obras buenas: las que corresponden a tiburones disecados y sin que intervenga su mano "creadora" en otra cosa que en la disecación misma. Las restantes (la mayoría), nos dejan la lamentable sensación de que nos hemos perdido algunas piezas de la colección permanente del Museo por haber sido desplazadas para que sus "déjà vus" adefesios ocupen su lugar. Esperemos que el publico se sienta menos esquilmado que esas pobres ovejas escocesas que ha encerrado en una caja de cristal.
