Teresa es castellana pero lleva tanto tiempo por aquí abajo que ya se confunde con isleña. El caso es que es la dueña de La Corrala, un patio andaluz en donde se come de maravilla. Dos veces al año (a veces más) suele agasajar a sus clientes más fieles y entonces los invita a las alturas, a la cueva de Cho Pancho, para una comelata de las de verdad. Mata cochinos, cabras y corderos y los escarrancha sobre parrillas. Corre la bebida, abundan unos dulces que parecen árabes pero son de aquí y desfilan los músicos. Muchos de ellos con instrumentos típicos de aquí como el que se ve en una de las fotos que se llama sambomba. Todo esto empieza a las tres de la tarde y dura hasta la madrugada. A veces tiene uno que salir a coger aire y ponerse a caminar por los barrancos. Entonces es que descubro la vegetación de esta tierra árida y misteriosa. Cho Pancho no sale en mapa alguno pero curiosamente por aquí todo el mundo sabe donde está. Hay que pasar El Frontón, camino de Vilaflor y mucho antes de llegar a este ilustre y antiguo pueblo internarse en un pinar y al final del mismo enfilar hacia un barranco al borde del cual se halla la cueva. No pensaba escribir ningún post durante estas vacaciones de verano pero, además de que hoy me sobra el tiempo, quise agradecer a todos los que hicieron posible esa tarde intensa.