En otros tiempos Masca, como un nido de águilas, era un refugio de piratas. Colgado a 750 metros sobre el nivel del mar, el acceso al caserío se realizaba desde la cala o bahía de Masca subiendo el tortuoso barranco entre riachuelos y rocas. Hoy día una carretera, estrecha y con curvas tan cerradas que hay que dar marcha atrás (al borde de profundos abismos) para poder virar, recorre desde El Palmar hasta Santiago del Teide uno de los paisajes más espectaculares a orillas del Atlántico. En Masca, la iglesilla del siglo XVIII está consagrada a la Inmaculada Concepción y algunos palmares recuerdan que en verano el termómetro asciende fácilmente a 40 grados. La mejor vista del barranco en su totalidad se obtiene desde el Mirador de Cherfe. La bajada al mar dura tres horas y sólo se puede hacer a pie.