Nuestro agradecimiento a los muchos amigos franceses, cubanos y de todas partes que estuvieron con nosotros en esta hermosa noche de poesía, en que presentamos Orfeo en la ciudad y Lumbres veladas del Sur.
Gracias también a Christian Roy-Camille por sus pertinentes y agudos comentarios (que colgaré aquí pronto), a Eyda Machín por haber traducido los versos de José Triana al francés y a Geneviève Texier por su amable colaboración.
Y gracias al Sr. Embajador de la República Dominicana, Guillermo Piña Contreras, que nos recibió cordialmente, después de terminar nuestra velada, en la recepción por el día de la Fiesta Nacional de Santo Domingo que se celebraba anoche en la Maison de l'Amérique Latine, en París. Inesperado y mágico final de la presentación que se alargó a ritmo de orquesta cálida hasta la medianoche, pues contra todo pronóstico entramos todos al Caribe por la puerta que menos imaginábamos.
Les cuelgo aquí la crónica (intencionalmente estilo Diario de La Marina) del profesor e historiador Félix José Hernández, publicada en Cuba Nuestra (Suecia) y en otros portales en donde escribe.
Noche de cultura cubana en la Ciudad Luz / Félix J. Hernández / Cuba Nuestra.
Como no saqué fotos iré poniendo las que me manden los participantes:
De izq. a derecha: José Triana, Eyda Machín, William Navarrete y Christian Roy-Camille. Foto de Yudith.
28 févr. 2009
26 févr. 2009
Fallece Concha Alzola / Miami
Concepción Alzola / foto de Isabel / Coral Gables.
Ha fallecido en Miami la escritora y amiga Concepción "Concha" Alzola (La Habana, 1930). Les dejo el obituario escrito por Sara Moreno hoy para El Nuevo Herald. En la edición del 9 de diciembre del 2007 (de ese mismo periódico) escribí un largo artículo sobre su vida y obra, titulado Concepción Alzola: fuente de sabiduría que cuelgo también aquí.
Concepción Alzola: fuente de sabiduría
William Navarrete
El Nuevo Herald, 9/12/2007.
Conversar con Concepción Alzola (Marianao, 1930) es remontar la Historia y enriquecer con anécdotas, observaciones e ideas el "breviario" personal que se tenga sobre sociología, lengua y literatura cubanas. La visité el verano pasado en su casa, en Miami, motivado por un libro de su autoría que a mi juicio es el estudio más completo que se ha publicado sobre la infancia en Cuba: Folklor del niño cubano, en dos tomos (Universidad de Las Villas, 1961-62).
Al igual que El monte, de Lydia Cabrera; Contrapunteo cubano del tabaco y del azúcar, de Fernando Ortiz o El ingenio, de Manuel Moreno Fraginal, en lo referido a temas afrocubanos o económicos que atañen a la Isla, Folklor del niño cubano es una obra capital para los estudiosos del universo de la niñez y el patrimonio cultural cubano. Sus páginas ofrecen un amplio compendio de cuentos, adivinanzas, juegos, canciones e historias que dan cuerpo a la exhaustiva investigación que Concepción Alzola emprendió a partir de 1946 y que llegó a reunir en cuatro tomos de los que sólo dos fueron publicados. Los restantes quedaron en manuscrito guardados en un baúl en casa de la directora del Museo del Hombre Español, Nieve de los Hoyos, y la autora les ha perdido la pista desde hace mucho.
Alzola salió de Cuba en 1962 invitada a un Congreso de Hispanistas en Oxford. En Gran Bretaña le negaron el asilo y zarpó rumbo a Calais desde donde tomó un tren hasta París. En la capital de Francia intentó, infructuosamente, alojarse en la Casa Cuba de la Ciudad Universitaria, pues le advirtieron que no aceptaban mujeres. Se inscribió entonces en la Universidad de La Sorbonne para tener derecho al comedor y logró alojarse en la Casa de Estados Unidos, gracias al escritor cubano Severo Sarduy que cubrió los gastos de alquiler durante el tiempo que residió allí. Sobre Sarduy publicó, en prueba de profunda amistad y junto a la escritora cubana Gladys Zaldívar, testimonios esclarecedores sobre él en el libro Epitafios (1994), así como un estudio del habla popular cubana presente en su novela De donde son los cantantes.
En 1964 salió rumbo a Madrid donde permaneció hasta 1968. A pesar de haber comenzado sus motivaciones literarias como cervantista durante su Bachillerato (en que ganó incluso el Premio Cuarto Centenario de Cervantes, 1947) y de haber sido elegida miembro de la Sociedad de Folklor Español junto a Julio Caro Baroja, su situación en España, como exilada cubana, parecía muy insegura y decidió emprender un nuevo viaje, esta vez hacia Nueva York, y luego Maryland, en donde vivió hasta 1975, en que se instaló definitivamente en Miami.
Sus ensayos sobre el léxico y el habla popular cubana incluyen las publicaciones de Habla popular cubana: fonética y morfosintaxis (1962), Las Antillas: etnología y folklore (1969), El léxico de la marinería en el habla popular de Cuba (1981), Habla popular de Cuba: Refranero familiar (1987), Algunos extranjerismos, tecnicismos y cultismos documentados en Cuba (2001) y, la más reciente, Nombres de Cuba (Ed. Nosotros, Miami, 2005). En este sentido ha escrito y publicado ensayos relacionados con la lengua y el estilo en autores como José Martí, Regino Boti, Lydia Cabrera, Hilda Perera, Francisco Morín, Gladys Zaldívar, Calvert Casey, Rosario Hiriart, entre otros. De El léxico de la marinería… retengo palabras compiladas y explicadas por Alzola como "cáncamo", "aguaje", "andarivel" y "arrastre", que originalmente estaban relacionadas con el ámbito marítimo y que hoy día se utilizan en el argot cubano con un sentido muy diferente.
Al preguntarle sobre los grandes narradores de Cuba de todos los tiempos, Concepción Alzola considera que deben encabezar la lista Enrique Labrador Ruiz, Ofelia Rodríguez Acosta, Surama Ferrrer, y un libro: Las narraciones del soldado desconocido cubano de Pablo de la Torriente Brau. No en balde su pasión por la narración y la cuentística la ha llevado también ha publicar, de su propia cosecha, los libros Noé (1957), Firpo (1957), La más fermosa (1975) y Las conversaciones y los días (1979); así como sus propios cuentos en la revista Mariel. Sin embargo, aunque parezca inconcebible, lo esencial de su obra permanece aún inédito.
No cabe dudas del lugar cimero que corresponde a la autora por la dedicación, empeño y pertinencia de sus aportes en el ámbito de los estudios culturales cubanos. Infatigable investigadora me advierte que acaba de escribir un libro sobre la trayectoria de la mujer cubana, ya listo para imprenta. Me pregunto cuántas personas (incluso entre los más advertidos) conocen la obra de esta respetable mujer o cuántos se acercan a ella para beber de la fuente de su profundo saber. Debe ser obra de los cubanos nuevos colocar la labor de Concepción Alzola al alcance de todos, difundirla, salvarla, para que no se pierda el patrimonio de valor inestimable que nos ha legado y que entre cientos de pliegos espera a que arrojemos sobre él abundante luz.
Ha fallecido en Miami la escritora y amiga Concepción "Concha" Alzola (La Habana, 1930). Les dejo el obituario escrito por Sara Moreno hoy para El Nuevo Herald. En la edición del 9 de diciembre del 2007 (de ese mismo periódico) escribí un largo artículo sobre su vida y obra, titulado Concepción Alzola: fuente de sabiduría que cuelgo también aquí.
Concepción Alzola: fuente de sabiduría
William Navarrete
El Nuevo Herald, 9/12/2007.
Conversar con Concepción Alzola (Marianao, 1930) es remontar la Historia y enriquecer con anécdotas, observaciones e ideas el "breviario" personal que se tenga sobre sociología, lengua y literatura cubanas. La visité el verano pasado en su casa, en Miami, motivado por un libro de su autoría que a mi juicio es el estudio más completo que se ha publicado sobre la infancia en Cuba: Folklor del niño cubano, en dos tomos (Universidad de Las Villas, 1961-62).
Al igual que El monte, de Lydia Cabrera; Contrapunteo cubano del tabaco y del azúcar, de Fernando Ortiz o El ingenio, de Manuel Moreno Fraginal, en lo referido a temas afrocubanos o económicos que atañen a la Isla, Folklor del niño cubano es una obra capital para los estudiosos del universo de la niñez y el patrimonio cultural cubano. Sus páginas ofrecen un amplio compendio de cuentos, adivinanzas, juegos, canciones e historias que dan cuerpo a la exhaustiva investigación que Concepción Alzola emprendió a partir de 1946 y que llegó a reunir en cuatro tomos de los que sólo dos fueron publicados. Los restantes quedaron en manuscrito guardados en un baúl en casa de la directora del Museo del Hombre Español, Nieve de los Hoyos, y la autora les ha perdido la pista desde hace mucho.
Alzola salió de Cuba en 1962 invitada a un Congreso de Hispanistas en Oxford. En Gran Bretaña le negaron el asilo y zarpó rumbo a Calais desde donde tomó un tren hasta París. En la capital de Francia intentó, infructuosamente, alojarse en la Casa Cuba de la Ciudad Universitaria, pues le advirtieron que no aceptaban mujeres. Se inscribió entonces en la Universidad de La Sorbonne para tener derecho al comedor y logró alojarse en la Casa de Estados Unidos, gracias al escritor cubano Severo Sarduy que cubrió los gastos de alquiler durante el tiempo que residió allí. Sobre Sarduy publicó, en prueba de profunda amistad y junto a la escritora cubana Gladys Zaldívar, testimonios esclarecedores sobre él en el libro Epitafios (1994), así como un estudio del habla popular cubana presente en su novela De donde son los cantantes.
En 1964 salió rumbo a Madrid donde permaneció hasta 1968. A pesar de haber comenzado sus motivaciones literarias como cervantista durante su Bachillerato (en que ganó incluso el Premio Cuarto Centenario de Cervantes, 1947) y de haber sido elegida miembro de la Sociedad de Folklor Español junto a Julio Caro Baroja, su situación en España, como exilada cubana, parecía muy insegura y decidió emprender un nuevo viaje, esta vez hacia Nueva York, y luego Maryland, en donde vivió hasta 1975, en que se instaló definitivamente en Miami.
Sus ensayos sobre el léxico y el habla popular cubana incluyen las publicaciones de Habla popular cubana: fonética y morfosintaxis (1962), Las Antillas: etnología y folklore (1969), El léxico de la marinería en el habla popular de Cuba (1981), Habla popular de Cuba: Refranero familiar (1987), Algunos extranjerismos, tecnicismos y cultismos documentados en Cuba (2001) y, la más reciente, Nombres de Cuba (Ed. Nosotros, Miami, 2005). En este sentido ha escrito y publicado ensayos relacionados con la lengua y el estilo en autores como José Martí, Regino Boti, Lydia Cabrera, Hilda Perera, Francisco Morín, Gladys Zaldívar, Calvert Casey, Rosario Hiriart, entre otros. De El léxico de la marinería… retengo palabras compiladas y explicadas por Alzola como "cáncamo", "aguaje", "andarivel" y "arrastre", que originalmente estaban relacionadas con el ámbito marítimo y que hoy día se utilizan en el argot cubano con un sentido muy diferente.
Al preguntarle sobre los grandes narradores de Cuba de todos los tiempos, Concepción Alzola considera que deben encabezar la lista Enrique Labrador Ruiz, Ofelia Rodríguez Acosta, Surama Ferrrer, y un libro: Las narraciones del soldado desconocido cubano de Pablo de la Torriente Brau. No en balde su pasión por la narración y la cuentística la ha llevado también ha publicar, de su propia cosecha, los libros Noé (1957), Firpo (1957), La más fermosa (1975) y Las conversaciones y los días (1979); así como sus propios cuentos en la revista Mariel. Sin embargo, aunque parezca inconcebible, lo esencial de su obra permanece aún inédito.
No cabe dudas del lugar cimero que corresponde a la autora por la dedicación, empeño y pertinencia de sus aportes en el ámbito de los estudios culturales cubanos. Infatigable investigadora me advierte que acaba de escribir un libro sobre la trayectoria de la mujer cubana, ya listo para imprenta. Me pregunto cuántas personas (incluso entre los más advertidos) conocen la obra de esta respetable mujer o cuántos se acercan a ella para beber de la fuente de su profundo saber. Debe ser obra de los cubanos nuevos colocar la labor de Concepción Alzola al alcance de todos, difundirla, salvarla, para que no se pierda el patrimonio de valor inestimable que nos ha legado y que entre cientos de pliegos espera a que arrojemos sobre él abundante luz.
25 févr. 2009
José Triana en RFI
José Triana / RFI / fotografía de Jordi Batallé.
Como anoté en el post anterior aquí les dejo el enlance del programa Cultura al Día, en Radio France International, presentado por Jordi Batallé, previa presentación de su poemario Orfeo en la ciudad (Ed. Aduana Vieja, 2008) en la Maison de l'Amérique Latine, el jueves próximo.
Enlace: Cultura al Día / Radio France Internationale.
Como anoté en el post anterior aquí les dejo el enlance del programa Cultura al Día, en Radio France International, presentado por Jordi Batallé, previa presentación de su poemario Orfeo en la ciudad (Ed. Aduana Vieja, 2008) en la Maison de l'Amérique Latine, el jueves próximo.
Enlace: Cultura al Día / Radio France Internationale.
23 févr. 2009
Hoy en RFI (Radio France Internationale)
Con motivo de la presentación de mi poemario Lumbres veladas del Sur, el próximo jueves (junto a Orfeo en la ciudad de José Triana) en la Maison de l'Amérique Latine, el periodista Jordi Batallé me invita a su programa Cultura al día, en Radio France Internationale. Debo anotar que me agradó mucho que acompañara el programa con música de ese gran pianista, compositor y amigo que fue Alfredo Rodríguez (La Habana, 1936 - París, 2005). No me lo esperaba. Similar emisión tendrá a José Triana como invitado. La colgaré también aquí cuando esté en línea.
Para escuchar el programa hacer click aquí >>> Cultura al día / por Jordi Batallé
William Navarrete / RFI / foto por Jordi Batallé
Invitación / Maison de l'Amérique Latine / París
Quand ? : le jeudi 26 février, à 18h 30.
Où ? : Maison de l'Amérique Latine, 217, bd. Saint-Germain, 75007, Paris.
Quoi ? : Les recueils de poésie "Orfeo en la ciudad" (de José Triana) et "Lumbres veladas del Sur", de William Navarrete.
Par qui ? : Par Eyda Machin et Christian Roy-Camille, en présence des auteurs.
El Carnaval de Paris
En otras épocas fue muy famoso, pero con el tiempo fue perdiendo vigor hasta que en 1957 desaparecio del todo. Durante cuatro décadas no se celebró, hasta que a fines de los 90 una asociación decidió revivirlo. Es el Carnaval de París. Al parecer cada año son mas y mas los que se suman. Asi todo tiene mas de fiesta foranea que de Carnaval y no puede comparársele con los de Lille o Niza, por citar dos grandes carnavales de Francia. El de París es como revivir a un mamut por clonación. Así y todo los que participan se divierten mucho y, además, es la ocasión para que los haitianos monten sus comparsas y los brasileros de la capital hagan el intento (fallido de entrada) de montar batucadas con franceses que se la toman tan técnicamente en serio que tal parece que estan haciendo de primeros violines para el "Stabat Mater" de Pergolese en la Filarmónica de Rotterdam.
22 févr. 2009
Una crítica al libro de Carlos Acosta
La amiga Irma Alfonso reseña en el último número de la Revista Hispano Cubana (Madrid), el libro autobiográfico del bailarín cubano Carlos Acosta. Como la revista no llega a todas partes y como en materia de ballet a quien siempre escucho es a Irma, le pedí la reseña para colgarla aquí. Les dejo con lo que al respecto opina.
CARLOS ACOSTA “No way home. A cuban dancer’s story”.
Por: Irma Alfonso Rubio
En: Revista Hispano Cubana, n° 32, pp. 205-209.
Después de leer la biografía de Carlos Acosta [Harper Press, Londres 2007], he tenido que esperar tres meses para distanciarme y superar el estupor que me produjo su primera lectura.
Siento curiosidad por descubrir quién ha escrito este libro. Me pregunto a cuál de los escritores que aún se alimentan de las sobras de la tiranía puede haberle interesado hipotecar su conciencia a estas alturas.
Pretenden hacernos creer que es producto del propio bailarín, asistido por una traductora – Kate Eaton – quien se limitó a llevar su obra literaria al inglés. Al “negro” que lo redactó no se le da, naturalmente, crédito en el libro. Traduzco literalmente el Copyright: “Carlos Acosta afirma su derecho moral a ser identificado como el autor de este trabajo”. Con tan solemne declaración le endilgan al muchacho la autoría de esta novelita rosa y ponen, de paso, sus “derechos morales” a muy poca altura.
Es casi imposible que el texto lo haya escrito un bailarín profesional. Los bailarines no tienen tiempo para dedicarse a la literatura. Las estrellas, menos aún. De tan vistos, nos resultan familiares los trucos que emplea el régimen para embaucar al personal de ultramar.
Esta biografía de Carlos Acosta es un ejemplo de literatura cara para turistas de élite. La edición, de lujo, para pocos lectores, ha costado mucho dinero. La rentabilidad hay que buscarla en el brillo que aporta a los promotores. La vida de Carlos Acosta, contada con honestidad, podría ser la bonita historia de un milagro.
Carlos Acosta: un niño muy pobre que llega a convertirse en gran estrella del ballet. Desde el medio marginal en el que nació y se crió, evolucionó hasta alcanzar la cabecera de cartel de algunos de los teatros más importantes del mundo. En su infancia jugaba a comer fango con los amigos del barrio y participaba en concursos de break dance callejero con los matones de la vecindad. En ocasiones tuvo que dormir en el suelo, con hambre, goteras y cucarachas. A pesar de sus primeros años de miseria, este niño desafortunado logró recibir, en su juventud, algunos de los más altos honores que se conceden a un bailarín. Gracias al empecinamiento visionario de un padre camionero, que logró vencer su propia resistencia y varios fracasos escolares, fue admitido en la escuela del Ballet de Cuba. Él, que quería ser futbolista a toda costa, termina enamorándose del ballet. Es un Billy Elliot al revés. Sus excepcionales dotes físicas le hicieron progresar con gran rapidez. Finalmente, gracias al empeño y a la valentía de su profesora Ramona de Saa, pudo Carlos Acosta escapar de la jaula del Ballet de Cuba y aceptar contratos de importantes compañías extranjeras, tanto de Europa como de Estados Unidos. Una vez fuera de Cuba, su carrera evolucionó vertiginosamente y hoy se encuentra situado entre los más notables bailarines clásicos del mundo.
Pero No way home disuelve la conmovedora historia de Carlos Acosta en un medio literario empalagoso que obstaculiza su lectura. Los hechos reales se enredan en una maraña de ñoñerías destinadas a situar al régimen como el origen del estado de gracia en el que, según sus incondicionales, vive la Cuba de hoy.
La supuesta autobiografía de Carlos Acosta es, en mi opinión, un monumento a la hipocresía y un ejemplo paradigmático de cursilería literaria.
Me apena por él, a quien admiro (remito a mi artículo El prodigioso amiguito negro de Mercuccio, publicado en el Nº 27 de la Revista Hispano-Cubana). Me apena el peaje moral que ha debido pagar al régimen declarándose autor de este engendro. No lo conozco personalmente, pero amigos que lo han tratado por años me dicen que es un chico entrañable. Seguramente Carlos tiene gran apego a su familia, un enorme amor por su madre y sus hermanas y gran cariño y agradecimiento a su padre, ese hosco y curioso personaje que le empujó al ballet, en contra de su voluntad. Es probable que éstas sean razones suficientes para ceder a los requerimientos oficiales.
El libro adolece de varios defectos. Uno fundamental es que dedica relativamente poco espacio al tema de la danza. Otro es la mojigatería con que trata al mundo del ballet. En los cuentos de hadas siempre hay brujas y monstruos malvados, en este libro no. Todas las Compañías por las que pasa son como conventos de Hermanitas de la Caridad. Ni envidias, ni trampas, ni traspiés para escamotear el papel más apetecido. Sólo filias y nada de fobias. Los bailarines parecen ángeles, más que seres humanos. ¡Cómo lo ayudan! ¡Cuánto se alegran de sus éxitos, aún en detrimento de los propios! ¡Qué bondad y qué desprendimiento! ¿Serán los “bailarines nuevos” del Che? Las desventuras de su familia ocupan gran cantidad de páginas. Son a menudo interesantes, en cuanto ayudan a situar al personaje. A veces sobran, por reiterativas y fuera de lugar. Es curioso cómo se la divide en dos bandos: el de los santos que permanecieron en Cuba y el de los malvados que se fugaron a Miami. Y todo ello con una superficialidad y un esquematismo dignos de un mal culebrón.
Hay que ver cómo deforman y manipulan la imagen de Los Pinos, su barrio natal. Cuando interesa destacar el origen humilde de su familia y del medio en que se crió, se nos presenta a sus amigos de Los Pinos como jóvenes descarriados que ocupan sus días en robar, bailar street dance y darse alguna puñalada trapera para zanjar desavenencias. Todos viven en la miseria. Sin agua corriente y muy escasos de suministro eléctrico. Carlos, por falta de espacio y de recursos, está obligado a compartir cama con su madre, con su hermana o con las cucarachas. De tan dantesco escenario lo rescatará la bondadosa y justiciera Revolución.
Sin embargo, al principio del libro se describe el barrio como el escenario de Blancanieves y los siete enanitos. No se percataron de tan grave contradicción.
Como ejemplo del tono general del libro traduzco [del inglés], de la página 5, lo siguiente::
“Aunque el barrio era pobre, todo el mundo tenía su orgullo. Cada domingo se organizaban grupos de trabajo voluntario. Cortaban el césped, pintaban las casas, barrían las aceras y recogían la basura para competir con otras manzanas de la zona. Una delegación del Comité de Defensa de la Revolución pasaría, cuadra por cuadra, revisándolo todo, desde el césped hasta las casas, incluso las farolas del alumbrado público, y al día siguiente todos conoceríamos la cuadra ganadora." –y añade punto y seguido– "También había las competiciones llamadas “Plan de la calle”, que eran grandes fiestas del barrio, con competiciones de canto y de baile, carreras de sacos y de 100 metro lisos. La gente vendía refrescos caseros, polos helados, merengues y croquetas de carne y patata a los cientos de personas que acudían de las barriadas vecinas. El olor a fruta madura característico de nuestro barrio era tan fuerte que impregnaba el tejido de nuestras ropas y anulaba cualquier otro olor. Los habitantes de Los Pinos olían a guayaba en abril, a manzanas reinetas en mayo y a mango en junio. Era el aroma de esas personas, combinado con la humildad que conlleva la pobreza, lo que hacía de Los Pinos un lugar mágico".
Tanta sana diversión revolucionaria, tanta solidaridad, tanta conciencia cívica, tanto helado, tanto refresco, tanta carne y tanta fruta... Huelgan los comentarios.
En medio de tal desvarío, consuela leer lo que se escribe de Ramona de Saa, profesora del Ballet de Cuba. Ella lo formó, lo guió, le dio ánimos y lo protegió. En aras del futuro de Carlos, puso en peligro su propia seguridad. Gracias a ella, Carlos participó en concursos internacionales y los ganó. Exponiéndose a las iras de Alicia Alonso, animó a Carlos a pasar de Italia a Londres, donde lo esperaba un contrato con el National English Ballet, sin pedir la indispensable autorización y dejando en la estacada al Ballet de Cuba, de cuya programación formaba parte. Ella, finalmente, lo animó a aceptar un contrato con el Ballet de Houston. Eso implicaba desembarcar en el mundo del capitalismo y exponerse a sus “nefastas” influencias. Y, para ella, significaba asumir, una vez más, el terrible papel de cómplice.
En el libro no se dice, pero sí que se da a entender: Alicia, al tiempo que lo autoriza a aceptar el contrato de Houston, le advierte de lo poco que tiene que hacer en el ballet clásico un bailarín de su color. Carlos tuvo que tragarse el veneno de esta observación despiadada. Y partió hacia Estados Unidos.
El resultado fue la libertad, mas una libertad condicionada. Atrás quedaba, entre otras cosas, la familia, a la que tan apegado estaba. ¿Justifica ésto el que mantenga una posición de no oposición al régimen a través de su vínculo con el Ballet de Cuba? En su caso personal, y dadas su historia y su circunstancia, probablemente sí lo justifica. Aunque si comparásemos su actitud con la de Mikhail Barýshnicov, que es un caso similar, saldría bastante mal parado.
De cualquier modo, no soy yo quien va a juzgarle. Yo sólo le juzgo como bailarín y, si de mí dependiera, le daría un sobresaliente cum laude.
CARLOS ACOSTA “No way home. A cuban dancer’s story”.
Por: Irma Alfonso Rubio
En: Revista Hispano Cubana, n° 32, pp. 205-209.
Después de leer la biografía de Carlos Acosta [Harper Press, Londres 2007], he tenido que esperar tres meses para distanciarme y superar el estupor que me produjo su primera lectura.
Siento curiosidad por descubrir quién ha escrito este libro. Me pregunto a cuál de los escritores que aún se alimentan de las sobras de la tiranía puede haberle interesado hipotecar su conciencia a estas alturas.
Pretenden hacernos creer que es producto del propio bailarín, asistido por una traductora – Kate Eaton – quien se limitó a llevar su obra literaria al inglés. Al “negro” que lo redactó no se le da, naturalmente, crédito en el libro. Traduzco literalmente el Copyright: “Carlos Acosta afirma su derecho moral a ser identificado como el autor de este trabajo”. Con tan solemne declaración le endilgan al muchacho la autoría de esta novelita rosa y ponen, de paso, sus “derechos morales” a muy poca altura.
Es casi imposible que el texto lo haya escrito un bailarín profesional. Los bailarines no tienen tiempo para dedicarse a la literatura. Las estrellas, menos aún. De tan vistos, nos resultan familiares los trucos que emplea el régimen para embaucar al personal de ultramar.
Esta biografía de Carlos Acosta es un ejemplo de literatura cara para turistas de élite. La edición, de lujo, para pocos lectores, ha costado mucho dinero. La rentabilidad hay que buscarla en el brillo que aporta a los promotores. La vida de Carlos Acosta, contada con honestidad, podría ser la bonita historia de un milagro.
Carlos Acosta: un niño muy pobre que llega a convertirse en gran estrella del ballet. Desde el medio marginal en el que nació y se crió, evolucionó hasta alcanzar la cabecera de cartel de algunos de los teatros más importantes del mundo. En su infancia jugaba a comer fango con los amigos del barrio y participaba en concursos de break dance callejero con los matones de la vecindad. En ocasiones tuvo que dormir en el suelo, con hambre, goteras y cucarachas. A pesar de sus primeros años de miseria, este niño desafortunado logró recibir, en su juventud, algunos de los más altos honores que se conceden a un bailarín. Gracias al empecinamiento visionario de un padre camionero, que logró vencer su propia resistencia y varios fracasos escolares, fue admitido en la escuela del Ballet de Cuba. Él, que quería ser futbolista a toda costa, termina enamorándose del ballet. Es un Billy Elliot al revés. Sus excepcionales dotes físicas le hicieron progresar con gran rapidez. Finalmente, gracias al empeño y a la valentía de su profesora Ramona de Saa, pudo Carlos Acosta escapar de la jaula del Ballet de Cuba y aceptar contratos de importantes compañías extranjeras, tanto de Europa como de Estados Unidos. Una vez fuera de Cuba, su carrera evolucionó vertiginosamente y hoy se encuentra situado entre los más notables bailarines clásicos del mundo.
Pero No way home disuelve la conmovedora historia de Carlos Acosta en un medio literario empalagoso que obstaculiza su lectura. Los hechos reales se enredan en una maraña de ñoñerías destinadas a situar al régimen como el origen del estado de gracia en el que, según sus incondicionales, vive la Cuba de hoy.
La supuesta autobiografía de Carlos Acosta es, en mi opinión, un monumento a la hipocresía y un ejemplo paradigmático de cursilería literaria.
Me apena por él, a quien admiro (remito a mi artículo El prodigioso amiguito negro de Mercuccio, publicado en el Nº 27 de la Revista Hispano-Cubana). Me apena el peaje moral que ha debido pagar al régimen declarándose autor de este engendro. No lo conozco personalmente, pero amigos que lo han tratado por años me dicen que es un chico entrañable. Seguramente Carlos tiene gran apego a su familia, un enorme amor por su madre y sus hermanas y gran cariño y agradecimiento a su padre, ese hosco y curioso personaje que le empujó al ballet, en contra de su voluntad. Es probable que éstas sean razones suficientes para ceder a los requerimientos oficiales.
El libro adolece de varios defectos. Uno fundamental es que dedica relativamente poco espacio al tema de la danza. Otro es la mojigatería con que trata al mundo del ballet. En los cuentos de hadas siempre hay brujas y monstruos malvados, en este libro no. Todas las Compañías por las que pasa son como conventos de Hermanitas de la Caridad. Ni envidias, ni trampas, ni traspiés para escamotear el papel más apetecido. Sólo filias y nada de fobias. Los bailarines parecen ángeles, más que seres humanos. ¡Cómo lo ayudan! ¡Cuánto se alegran de sus éxitos, aún en detrimento de los propios! ¡Qué bondad y qué desprendimiento! ¿Serán los “bailarines nuevos” del Che? Las desventuras de su familia ocupan gran cantidad de páginas. Son a menudo interesantes, en cuanto ayudan a situar al personaje. A veces sobran, por reiterativas y fuera de lugar. Es curioso cómo se la divide en dos bandos: el de los santos que permanecieron en Cuba y el de los malvados que se fugaron a Miami. Y todo ello con una superficialidad y un esquematismo dignos de un mal culebrón.
Hay que ver cómo deforman y manipulan la imagen de Los Pinos, su barrio natal. Cuando interesa destacar el origen humilde de su familia y del medio en que se crió, se nos presenta a sus amigos de Los Pinos como jóvenes descarriados que ocupan sus días en robar, bailar street dance y darse alguna puñalada trapera para zanjar desavenencias. Todos viven en la miseria. Sin agua corriente y muy escasos de suministro eléctrico. Carlos, por falta de espacio y de recursos, está obligado a compartir cama con su madre, con su hermana o con las cucarachas. De tan dantesco escenario lo rescatará la bondadosa y justiciera Revolución.
Sin embargo, al principio del libro se describe el barrio como el escenario de Blancanieves y los siete enanitos. No se percataron de tan grave contradicción.
Como ejemplo del tono general del libro traduzco [del inglés], de la página 5, lo siguiente::
“Aunque el barrio era pobre, todo el mundo tenía su orgullo. Cada domingo se organizaban grupos de trabajo voluntario. Cortaban el césped, pintaban las casas, barrían las aceras y recogían la basura para competir con otras manzanas de la zona. Una delegación del Comité de Defensa de la Revolución pasaría, cuadra por cuadra, revisándolo todo, desde el césped hasta las casas, incluso las farolas del alumbrado público, y al día siguiente todos conoceríamos la cuadra ganadora." –y añade punto y seguido– "También había las competiciones llamadas “Plan de la calle”, que eran grandes fiestas del barrio, con competiciones de canto y de baile, carreras de sacos y de 100 metro lisos. La gente vendía refrescos caseros, polos helados, merengues y croquetas de carne y patata a los cientos de personas que acudían de las barriadas vecinas. El olor a fruta madura característico de nuestro barrio era tan fuerte que impregnaba el tejido de nuestras ropas y anulaba cualquier otro olor. Los habitantes de Los Pinos olían a guayaba en abril, a manzanas reinetas en mayo y a mango en junio. Era el aroma de esas personas, combinado con la humildad que conlleva la pobreza, lo que hacía de Los Pinos un lugar mágico".
Tanta sana diversión revolucionaria, tanta solidaridad, tanta conciencia cívica, tanto helado, tanto refresco, tanta carne y tanta fruta... Huelgan los comentarios.
En medio de tal desvarío, consuela leer lo que se escribe de Ramona de Saa, profesora del Ballet de Cuba. Ella lo formó, lo guió, le dio ánimos y lo protegió. En aras del futuro de Carlos, puso en peligro su propia seguridad. Gracias a ella, Carlos participó en concursos internacionales y los ganó. Exponiéndose a las iras de Alicia Alonso, animó a Carlos a pasar de Italia a Londres, donde lo esperaba un contrato con el National English Ballet, sin pedir la indispensable autorización y dejando en la estacada al Ballet de Cuba, de cuya programación formaba parte. Ella, finalmente, lo animó a aceptar un contrato con el Ballet de Houston. Eso implicaba desembarcar en el mundo del capitalismo y exponerse a sus “nefastas” influencias. Y, para ella, significaba asumir, una vez más, el terrible papel de cómplice.
En el libro no se dice, pero sí que se da a entender: Alicia, al tiempo que lo autoriza a aceptar el contrato de Houston, le advierte de lo poco que tiene que hacer en el ballet clásico un bailarín de su color. Carlos tuvo que tragarse el veneno de esta observación despiadada. Y partió hacia Estados Unidos.
El resultado fue la libertad, mas una libertad condicionada. Atrás quedaba, entre otras cosas, la familia, a la que tan apegado estaba. ¿Justifica ésto el que mantenga una posición de no oposición al régimen a través de su vínculo con el Ballet de Cuba? En su caso personal, y dadas su historia y su circunstancia, probablemente sí lo justifica. Aunque si comparásemos su actitud con la de Mikhail Barýshnicov, que es un caso similar, saldría bastante mal parado.
De cualquier modo, no soy yo quien va a juzgarle. Yo sólo le juzgo como bailarín y, si de mí dependiera, le daría un sobresaliente cum laude.
17 févr. 2009
Carlos Salem / poeta en Madrid
Hace poco, durante mi estancia en Madrid, coincidí con él (foto al final del post) en la lectura de un poeta salvadoreño. Es Carlos Salem, poeta, nacido en Buenos Aires en 1959, y como escribe él mismo en su poemario reciente: conserje de hotel, pizzero, taxista y vendedor a domicilio de productos contra cucarachas. Ha publicado varias novelas, y cuadernos de poesía. Es propietario del bar Bukowski, en Madrid, un sitio original y que reúne a quienes no entrarán nunca por el aro de las convenciones y los arreglitos. Carlos me dedicó su poemario Si Dios me pide un Bloody Mary (Ed. Ya lo dijo Casimiro Parker, Madrid, 2008). Tanto el nombre de la editorial como el del poemario me dan mucha gracia. Aquí les dejo uno de los poemas de este talentoso argentino aplatanado en Madrid:
Instrucciones para llegar a viejo en el siglo XXI
Carlos Salem
Toma distancia
no preguntes demasiado
sólo obedece
y de cuando en cuando
de ser posible en un partido de fútbol
o en la intimidad amurallada de tu casa
dale una hostia a tu vecino
a tu mujer
a tu hijo
o a tu gato
y ten cuidado con el gato
porque araña.
Toma distancia
en el trabajo protesta sólo un poco
y a la hora de las tortas
cuando todo puede convertirse
en un infierno
recuerda que tu puesto es lo que importa
y que siempre
puedes dar parte de enfermo.
Toma distancia
En el amor ya sabes, no te juegues
por algo que puede acabar
cuando menos esperes.
Ofrece la mitad de la mitad
de lo que anhelas
y ten a mano un cuerpo de recambio
sin que importe demasiado que lo quieras.
Toma distancia
depílate el criterio
plastifícate el alma
asegúrate la piel contra terceros
te han dicho en la tele que no fumes
y que el aroma a muerto que despides
se cubre por completo
con el último perfume de chanel.
Toma distancia
asiste a los desastres por la tele
vota por internet
folla por SMS
quiere de lejos
odia contrareembolso
olvida al portador
recuerda por correo
certificado
y con aviso de retorno.
Toma distancia
para estar a salvo
de los otros
de nosotros
y sobre todo
no pierdas la calma
cuando se agoten
las pilas
de tu mando
a distancia.
M.J., William Navarrete y Carlos Salem / Madrid / febrero 2009.
15 févr. 2009
Friends
No es el nombre del serial norteamericano sino el de este grupo de cubanos miamenses echando un pie en París. Todos (incluyéndome a mí) hemos terminado con los pies inflamados. No sólo por lo mucho que zapateamos París sino porque hemos estado bailando hasta las tantas de la madrugadas. En la foto falta "El Gato".
Guille, Maritza, Carlos, Omar, Eddy, Manny, Augusto, Ivette y William.
Guille, Maritza, Carlos, Omar, Eddy, Manny, Augusto, Ivette y William.
Hoy en El Nuevo Herald
Hoy, a página completa, escribo una semblanza de la escritora cubana, radicada en Viena (Austria), María Elena Blanco. Aquí dejo el link y abajo copio el artículo:
María Elena Blanco, una poeta cubana en Viena, por William Navarrete
María Elena Blanco: una poeta cubana en Viena
William Navarrete
El Nuevo Herald, domingo 15 de febrero 2009.
Hace veintidós años que reside en Viena (Austria) y cuarentaisiete que dejó La Habana, en donde nació en el barrio de La Víbora, en 1947. En su peregrinar por el mundo ha vivido en Nueva York (a donde llegó de adolescente e hizo sus primeros estudios en el Hunter College), Buenos Aires, la Riviera Francesa, París, Londres, Chile y Kenya. Es María Elena Blanco, ensayista, poeta, ex profesora de la Universidad Católica de Valparaíso y, por más de dos décadas, directora del servicio de traducciones al español de Naciones Unidas, en su tercera antena del mundo junto a las de Nueva York y Ginebra.
Autora de una decena de poemarios, reconoce la influencia de sus múltiples lecturas, entre las que cuentan aquellas del París de finales de los sesenta, en que lo mismo leía con pasión a Baudelaire (del cual ha sido traductora), Verlaine, Mallarmé y otros clásicos de fines del siglo XIX francés, que a los estructuralistas, en pleno apogeo entonces, cuando recibía cursos de Roland Barthes, guía espiritual de este movimiento.
''No niego que también leí con mucha devoción a Elliot, Rilke y a los poetas latinoamericanos del boom de los sesenta'', revela. Algo de ese acercamiento a la poesía anglófona y alemana aflora cuando nos enteramos de que es miembro de dos asociaciones de poetas con sedes en la capital de Austria: Labyrinth (Asociación de Poetas en Lengua Inglesa) y Grazer Autoren Verfammlung (GAV), que reúne a poetas vieneses. De hecho, ha sido traducida, y es traductora a su vez, de poetas austríacos como Marie-Therese Kerschbaumer, Heidi Pataki, H. Artmann y Julian Schutting. Fruto de esa interrelación fue la publicación de toda su poesía en alemán en el volumen Wilde Lohe (Viena, 2007).
A Posesión por pérdida (Sevilla, 1990) –su primer libro de poesías–, siguieron Corazón sobre la tierra, Alquímica memoria (Premio La Porte des Poètes, París, 1996), Mitologuías, Danubiomediterráneo y, entre otros, su más reciente: El amor incontable (Madrid, 2008). Muchos de sus poemas aparecen en importantes antologías y es también autora del libro de ensayos Asedios al texto literario (Madrid, 1999). Ante la enjundiosa lista de títulos que conforman su obra, asombra que se le conozca poco y se le mencione aún menos en los cenáculos de la literatura cubana de una y otra orilla.
''He vivido muy al margen de ese ámbito. Mi participación en reuniones de temas cubanos se reduce a tres congresos celebrados bajo el título de Con Cuba en la distancia (dos en Cádiz y uno muy reciente en Valencia). También a colaboraciones con la revista Encuentro'', aclara. ''A pesar de estar en el centro de la Europa contemporánea Viena es una especie de periferia con respecto a Europa Occidental. Por otra parte, al estar casada con un chileno he tenido mucha más relación con el mundo suramericano'', algo que observo en su poemario Mitologuías, subtitulado "Homenaje a Matta", inspirado en este célebre pintor chileno.
Sin embargo, como traductora para Naciones Unidas e integrante de una delegación de esta organización, María Elena Blanco llega a La Habana, en 1990, por vez primera en treinta años. ''Fue muy importante recorrer los sitios de mi infancia'', señala. ``Hay toda una memoria mitificada del espacio que sólo cobra dimensión real cuando tenemos la oportunidad de verificar con nuestros propios ojos ese lugar. De revivirlo, en la medida de lo posible. De caminarlo''.
La visita a Cuba le permitió ponerse en contacto con escritores y poetas que se interesaban por el grupo Orígenes y en su figura preponderante José Lezama Lima. ''De esos contactos salió publicado, en Cuba, en las ediciones matanceras de El Vigía que dirigía Alfredo Zaldívar, mi poemario Corazón sobre la tierra / tierra en los ojos. Acepté porque esas ediciones, originales y exquisitas a la vez, eran extraoficiales, o sea, independientes'', añade refiriéndose a los libros artesanales y también excepcionales que publicó en los noventa un pequeño grupo de escritores matanceros al margen de las ediciones oficiales.
En su poesía posterior a ese encuentro pueden leerse toponimias del recuerdo: Celimar, Güira de Melena, El Cajío, La Víbora, Playa Albina (guiño al poeta origenista Lorenzo García Vega) y ''en un rincón de Viena el misterio de unos lugares habidos como propios y nombrados como suyos por otros / o intempestivamente ahí / y es que / (la imagen más reciente de la casa es sin techo)'', de su poema Inventario, como si repasase en su memoria y consolidase los recuerdos con aquello que ha podido ver otra vez.
En Catastro de ruinas y monumentos, uno de los poemas de su libro Alquímica memoria, la oímos versar: ''[...] tal vez la ciudad no esté en ruinas / o las ruinas estén dentro de mí / (la casa pálida, más flaca, como convaleciente / habitada por otra familia, / negra) [...]''. Y aparece el poema como si de un celuloide se tratase, retratando sensaciones, olores y toda la consternación de aquel encuentro con los orígenes, ante la puerta de su casa en donde ``[...] un joven negro viene a ser anfitrión, / titular del solum y del domus, / te recibe o te espera en tu casa (blanca) / que no es blanca / tu casa / tu suelo que es sólo tierra en los ojos [...]''.
Al hojear sus libros descubrimos la amplitud de sus horizontes. Un exergo de la poetisa Carilda Oliver; otros de Virgilio Piñera, Rulfo, Borges o Gérard de Nerval; un poema dedicado a la memoria de Yves Montand, de Prévert y la cantante parisina Barbara; unas rimas de Góngora; un pensamiento de Ortega y Gasset o de San Juan de la Cruz; una portada de Matta, otra de Alejandro Hasler. De todo ese cosmopolitismo que ha sido también su propia vida y su riqueza, la poetisa sale fortalecida. Su verso se vuelve sinfonía múltiple y su voz retumba en nuestros propios recuerdos y lecturas.
Es bueno leer a María Elena Blanco, conversar con ella. Es muy saludable descubrir, en el complejo mapa de la cubanía, otras voces femeninas de la Isla con peso propio y extraordinario caudal de imágenes. Saber que los contornos de La Habana están también en Viena, en esa ciudad blanca ''que es mi casa y que disfruto de ópera en concierto cada día, en medio de mi trabajo y labores cotidianas''. Sentirla segura de sus raíces, muy integrada a escritores de lengua germana. Segura también de su grandioso recorrido, sin necesidad de vociferar para imponerse, ni de vivir con el ánimo exacerbado. Leerla es ir descubriendo detrás de cada estrofa una historia sabia, un viaje incesante entre el pasado y el presente, un gesto de modestia y, sobre todo, de muy sobria elegancia.•
María Elena Blanco, una poeta cubana en Viena, por William Navarrete
María Elena Blanco: una poeta cubana en Viena
William Navarrete
El Nuevo Herald, domingo 15 de febrero 2009.
Hace veintidós años que reside en Viena (Austria) y cuarentaisiete que dejó La Habana, en donde nació en el barrio de La Víbora, en 1947. En su peregrinar por el mundo ha vivido en Nueva York (a donde llegó de adolescente e hizo sus primeros estudios en el Hunter College), Buenos Aires, la Riviera Francesa, París, Londres, Chile y Kenya. Es María Elena Blanco, ensayista, poeta, ex profesora de la Universidad Católica de Valparaíso y, por más de dos décadas, directora del servicio de traducciones al español de Naciones Unidas, en su tercera antena del mundo junto a las de Nueva York y Ginebra.
Autora de una decena de poemarios, reconoce la influencia de sus múltiples lecturas, entre las que cuentan aquellas del París de finales de los sesenta, en que lo mismo leía con pasión a Baudelaire (del cual ha sido traductora), Verlaine, Mallarmé y otros clásicos de fines del siglo XIX francés, que a los estructuralistas, en pleno apogeo entonces, cuando recibía cursos de Roland Barthes, guía espiritual de este movimiento.
''No niego que también leí con mucha devoción a Elliot, Rilke y a los poetas latinoamericanos del boom de los sesenta'', revela. Algo de ese acercamiento a la poesía anglófona y alemana aflora cuando nos enteramos de que es miembro de dos asociaciones de poetas con sedes en la capital de Austria: Labyrinth (Asociación de Poetas en Lengua Inglesa) y Grazer Autoren Verfammlung (GAV), que reúne a poetas vieneses. De hecho, ha sido traducida, y es traductora a su vez, de poetas austríacos como Marie-Therese Kerschbaumer, Heidi Pataki, H. Artmann y Julian Schutting. Fruto de esa interrelación fue la publicación de toda su poesía en alemán en el volumen Wilde Lohe (Viena, 2007).
A Posesión por pérdida (Sevilla, 1990) –su primer libro de poesías–, siguieron Corazón sobre la tierra, Alquímica memoria (Premio La Porte des Poètes, París, 1996), Mitologuías, Danubiomediterráneo y, entre otros, su más reciente: El amor incontable (Madrid, 2008). Muchos de sus poemas aparecen en importantes antologías y es también autora del libro de ensayos Asedios al texto literario (Madrid, 1999). Ante la enjundiosa lista de títulos que conforman su obra, asombra que se le conozca poco y se le mencione aún menos en los cenáculos de la literatura cubana de una y otra orilla.
''He vivido muy al margen de ese ámbito. Mi participación en reuniones de temas cubanos se reduce a tres congresos celebrados bajo el título de Con Cuba en la distancia (dos en Cádiz y uno muy reciente en Valencia). También a colaboraciones con la revista Encuentro'', aclara. ''A pesar de estar en el centro de la Europa contemporánea Viena es una especie de periferia con respecto a Europa Occidental. Por otra parte, al estar casada con un chileno he tenido mucha más relación con el mundo suramericano'', algo que observo en su poemario Mitologuías, subtitulado "Homenaje a Matta", inspirado en este célebre pintor chileno.
Sin embargo, como traductora para Naciones Unidas e integrante de una delegación de esta organización, María Elena Blanco llega a La Habana, en 1990, por vez primera en treinta años. ''Fue muy importante recorrer los sitios de mi infancia'', señala. ``Hay toda una memoria mitificada del espacio que sólo cobra dimensión real cuando tenemos la oportunidad de verificar con nuestros propios ojos ese lugar. De revivirlo, en la medida de lo posible. De caminarlo''.
La visita a Cuba le permitió ponerse en contacto con escritores y poetas que se interesaban por el grupo Orígenes y en su figura preponderante José Lezama Lima. ''De esos contactos salió publicado, en Cuba, en las ediciones matanceras de El Vigía que dirigía Alfredo Zaldívar, mi poemario Corazón sobre la tierra / tierra en los ojos. Acepté porque esas ediciones, originales y exquisitas a la vez, eran extraoficiales, o sea, independientes'', añade refiriéndose a los libros artesanales y también excepcionales que publicó en los noventa un pequeño grupo de escritores matanceros al margen de las ediciones oficiales.
En su poesía posterior a ese encuentro pueden leerse toponimias del recuerdo: Celimar, Güira de Melena, El Cajío, La Víbora, Playa Albina (guiño al poeta origenista Lorenzo García Vega) y ''en un rincón de Viena el misterio de unos lugares habidos como propios y nombrados como suyos por otros / o intempestivamente ahí / y es que / (la imagen más reciente de la casa es sin techo)'', de su poema Inventario, como si repasase en su memoria y consolidase los recuerdos con aquello que ha podido ver otra vez.
En Catastro de ruinas y monumentos, uno de los poemas de su libro Alquímica memoria, la oímos versar: ''[...] tal vez la ciudad no esté en ruinas / o las ruinas estén dentro de mí / (la casa pálida, más flaca, como convaleciente / habitada por otra familia, / negra) [...]''. Y aparece el poema como si de un celuloide se tratase, retratando sensaciones, olores y toda la consternación de aquel encuentro con los orígenes, ante la puerta de su casa en donde ``[...] un joven negro viene a ser anfitrión, / titular del solum y del domus, / te recibe o te espera en tu casa (blanca) / que no es blanca / tu casa / tu suelo que es sólo tierra en los ojos [...]''.
Al hojear sus libros descubrimos la amplitud de sus horizontes. Un exergo de la poetisa Carilda Oliver; otros de Virgilio Piñera, Rulfo, Borges o Gérard de Nerval; un poema dedicado a la memoria de Yves Montand, de Prévert y la cantante parisina Barbara; unas rimas de Góngora; un pensamiento de Ortega y Gasset o de San Juan de la Cruz; una portada de Matta, otra de Alejandro Hasler. De todo ese cosmopolitismo que ha sido también su propia vida y su riqueza, la poetisa sale fortalecida. Su verso se vuelve sinfonía múltiple y su voz retumba en nuestros propios recuerdos y lecturas.
Es bueno leer a María Elena Blanco, conversar con ella. Es muy saludable descubrir, en el complejo mapa de la cubanía, otras voces femeninas de la Isla con peso propio y extraordinario caudal de imágenes. Saber que los contornos de La Habana están también en Viena, en esa ciudad blanca ''que es mi casa y que disfruto de ópera en concierto cada día, en medio de mi trabajo y labores cotidianas''. Sentirla segura de sus raíces, muy integrada a escritores de lengua germana. Segura también de su grandioso recorrido, sin necesidad de vociferar para imponerse, ni de vivir con el ánimo exacerbado. Leerla es ir descubriendo detrás de cada estrofa una historia sabia, un viaje incesante entre el pasado y el presente, un gesto de modestia y, sobre todo, de muy sobria elegancia.•
12 févr. 2009
La Torre del Virrey - n° 6
El n° 6 de la prestigiosa revista española de Estudios Culturales, La Torre del Virrey ha escogido de mi poemario Lumbres veladas del Sur, el poema Ciudadela transida de luz para su contraportada:
CIUDADELA TRANSIDA DE LUZ
(En Lumbres veladas del Sur, W. Navarrete)
"Incluso el dolor danza, y a veces canta".
Mohammed Sebbagh, Árbol de conchas.
A estas calles donde sólo reinan los maullidos
y el espectro de una corona lejana
les han clavado muy hondo
la tristeza de todas las mujeres,
túnicas al viento, vaciadas de amor.
La luz, a duras penas,
se filtra entre los muros
burlando el espesor de las piedras,
guardianes silenciosos de sollozos,
engañifas desbordantes de jazmín en flor.
Es luz vencida o rayo peregrino
que no podrá saciar su sed,
ni humedecer su rostro de desierto,
de caminante colmado de desierto,
en las miradas secas de estas calles,
luz indiferente al miedo o al hastío,
tejedora incansable de las sombras,
enemiga incondicional del tiempo,
resignada a las leyes del dolor.
Me sumerjo, como no podrían sumergirse
los forasteros de simulacros risueños,
en el manto invulnerable,
imperceptible para quien devora rebajas de sol,
de esta ciudadela transida de luz.
Es luz de sabia espera o rayo de acero
que sabe convivir con el silencio
y andar a tientas entre las nubes
de la arrogante desidia de los hombres,
del inútil dictamen de los hombres,
luz indiferente al placer o al frío,
astuta risilla de alma libre,
aliada temeraria de los siglos,
vencedora de suspiros y pasión.
A estas calles donde reinamos los susurros
y el espejismo de una corona refulgente
le han clavado muy hondo
la alegría malograda de los hombres,
vigilias desnudas, rostros sin amor.
CIUDADELA TRANSIDA DE LUZ
(En Lumbres veladas del Sur, W. Navarrete)
"Incluso el dolor danza, y a veces canta".
Mohammed Sebbagh, Árbol de conchas.
A estas calles donde sólo reinan los maullidos
y el espectro de una corona lejana
les han clavado muy hondo
la tristeza de todas las mujeres,
túnicas al viento, vaciadas de amor.
La luz, a duras penas,
se filtra entre los muros
burlando el espesor de las piedras,
guardianes silenciosos de sollozos,
engañifas desbordantes de jazmín en flor.
Es luz vencida o rayo peregrino
que no podrá saciar su sed,
ni humedecer su rostro de desierto,
de caminante colmado de desierto,
en las miradas secas de estas calles,
luz indiferente al miedo o al hastío,
tejedora incansable de las sombras,
enemiga incondicional del tiempo,
resignada a las leyes del dolor.
Me sumerjo, como no podrían sumergirse
los forasteros de simulacros risueños,
en el manto invulnerable,
imperceptible para quien devora rebajas de sol,
de esta ciudadela transida de luz.
Es luz de sabia espera o rayo de acero
que sabe convivir con el silencio
y andar a tientas entre las nubes
de la arrogante desidia de los hombres,
del inútil dictamen de los hombres,
luz indiferente al placer o al frío,
astuta risilla de alma libre,
aliada temeraria de los siglos,
vencedora de suspiros y pasión.
A estas calles donde reinamos los susurros
y el espejismo de una corona refulgente
le han clavado muy hondo
la alegría malograda de los hombres,
vigilias desnudas, rostros sin amor.
10 févr. 2009
Revista Hispano Cubana n° 32 - Madrid
Hojeo el n° 32 (el último), de la Revista Hispano Cubana (Madrid). Leo una excelente reseña de la autobiografía del bailarín Carlos Acosta, por Irma Alfonso; otra del último ensayo de Enrique del Risco, por Pío Serrano y una tercera de las dos novelas de Manuel Reguera Saumell, por Alberto Lauro. Descubro hermosos poemas del amigo Manuel Díaz Martínez y un relato titulado Una llamada de atención de David Lago. La revista incluye un dossier sobre los 50 años de castrismo(textos de Pío Serrano, Armando Añel, Julián B. Sorel, Oscar Espinosa Chepe, René Gómez Manzano y Armando de Armas), así como un ensayo sobre el exilio del hombre nuevo por Emilio Ichikawa. No lo he leído todo aún.
Les dejo mi colaboración para ese mismo número sobre la dinámica de la nostalgia en la música del exilio:
continúa... pp. 229-234
La dinámica musical de la nostalgia en exilio
William Navarrete
En el repertorio musical cubano son recurrentes los temas que, desde el exilio, se refieren de forma nostálgica a la Cuba del período llamado republicano que antecede al triunfo de la revolución de 1959. Desde las primeras oleadas de exiliados cubanos, desencadenadas por los bruscos cambios políticos y el cese de libertades esenciales en la Isla, constatamos la tendencia, por parte de compositores e intérpretes, de incluir en sus repertorios temas que rememoran estampas de la vida cubana durante las seis primeras décadas del siglo XX.
Fue ése, en parte, el tema de mi libro Cuba: la musique en exil (Ed. L'Harmattan, París, 2003). En él, a partir de ejemplos ilustrativos, estudié el vasto repertorio que ha surgido fuera de Cuba, desde 1959 hasta la fecha de publicación de la obra.
Tal vez sea necesario aclarar que, aunque en el mencionado ensayo abordé la creación musical del exilio desde ángulos temáticos diversos (militantismo y oposición política al régimen, escenas de la vida cotidiana fuera de la Isla, canciones de amor y otros temas), en el artículo que ahora nos ocupa me referiré exclusivamente a aquellas composiciones en que la nostalgia es el sentimiento que aflora por encima del contenido.
La nostalgia –en el caso de un exilio tan duradero como el cubano– ha ido, con el decursar del tiempo, desplazando su centro de atención de aquellos años republicanos del pasado hacia diferentes momentos de las décadas de 1960-1980, en que las nuevas generaciones de artistas y escritores que no conocieron la vida antes de 1959, comenzaron a evocar sus propias vivencias en la Cuba revolucionaria. Esta nueva coyuntura (y posibilidad) ha sido incluso utilizada por artistas cubanos que abandonaron el país a principios de los sesenta. En este sentido, siempre me ha parecido curioso que un tema musical como La guagua (del sanluisero residente en Cuba y fundador de la Orquesta Original de Manzanillo, Cándido Fabré), fuese incluido por Celia Cruz en Irresistible, un álbum grabado en 1994 por el sello discográfico RMM. Al mencionar este ejemplo no insinúo que alguien pudiese sentir nostalgia por las guaguas cubanas y la deficiencia del transporte colectivo en la Isla a partir de los años sesenta. Más bien lo que estoy señalando es que el tema se ofrece como pincelada costumbrista de los años posteriores a 1959 y que esta coyuntura específica de la crisis económica permanente de la Cuba "socialista", no podía resultar familiar a una cantante como Celia Cruz que nunca regresó a su país ni tuvo que montarse en una guagua habanera. Esto significa entonces, que a medida que el exilio se nutre con nuevas oleadas migratorias la balanza se va inclinando hacia un público al que ya no le sirven (por no haber vivido la etapa republicana) los testimonios de la vida próspera de esos años, sino que necesita más bien identificarse con su pasado reciente por muy poco atractivo que éste resulte.
De modo que aquellas canciones como Yo volveré (de Eduardo Davidson, cantada por Zoraida Marrero); Nostalgia habanera, Luna de Varadero y Luna de Camagüey (las tres de Bobby Collazo); Habana, cuando te vuelva a ver (de René Touzet); Añorada Cuba (de Cristina Saladrigas); Santa María del Mar y Callecitas de La Habana (de Rosendo Rosell); El Paseo del Prado (de Otilio Portal); He perdido una perla (de Nazario López), entre muchas otras de compositores e intérpretes del primer éxodo, no tienen el mismo impacto en esa primera generación de exiliados que en las sucesivas. Para este público de cubanos de aquel primer exilio y sus descendientes llegados a las costas floridanas muy jóvenes, el empresario artístico Leslie Pantín (creador del Carnaval de la Calle Ocho, en 1977) tuvo la idea de constituir, en 1999, el festival Cuba Nostalgia, que se celebra dos veces al año en el Convention Center de Coconut Grove. Allí, en los diferentes kioscos, este público específico saborea, todavía, no sólo las composiciones musicales de su llegada a Estados Unidos, sino que reviven, a través de objetos o copias comerciables, la numismática, la gastronomía, las publicaciones en facsímil de revistas de antaño y hasta los papeles de regalo de la tienda por departamentos El Encanto, esos reductos nostálgicos de un pasado, que podrían dejar indiferentes, o a lo sumo, despertar meramente algo de curiosidad, entre los exiliados de épocas más recientes.
En Miami, a diferencia de Nueva York y otras ciudades más cosmopolitas, la presencia de una importante concentración de cubanos ha permitido que determinados artistas "arrastren" consigo a parte del público que solía asistir a sus conciertos cuando vivían en la Isla. Así, por ejemplo, cuando un intérprete del llamado "feeling" como lo es Meme Solís, se presenta una vez al año ante el público de Miami, se dirige esencialmente, quiéralo o no, a aquellas personas que en la Cuba de los sesenta y principios de los setenta le oían cantar junto a Luis García. De la misma manera, cuando el cienfueguero Enrique Chia, producido por la Sociedad Pro-Arte Grateli de Miami, ofrece sus conciertos instrumentales de piezas del repertorio "tradicional" cubano, basta con observar el nutrido grupo de espectadores presentes en el Dade County Auditorium de Miami para entender que ese tipo de espectáculo está concebido para alimentar la nostalgia de aquellos exiliados de la primera oleada que han continuado apegados a un determinado tipo de espectáculo que les recuerda, tanto por su concepción como por su contenido, aquellos que disfrutaban en la Cuba de antes de 1959. Asimismo, cantantes cubanas de presencia más reciente en la ciudad (Malena Burke, Mirtha Medina, Albita Rodríguez, Cristina Rebull, Annia Linares, Maggie Carlés, Seve Matamoros, etc.) logran aunar en sus respectivas peñas, y no siempre por espacio de tiempo estable, al público que en Cuba las conocía y se interesaba en ellas.
Ahora bien, al referirnos a la nostalgia tenemos forzosamente que evocar el caso específico de la generación de cubanoamericanos, jocosamente llamados YUCA (por las siglas de Young Urban Cuban American y las connotaciones gastronómicas de ese tubérculo en la alimentación de los cubanos). A mediados de los años setenta esos cubanoamericanos (la mayoría llegados de niños con sus padres a principios de los sesenta) han terminado de crecer en el medio ambivalente de las dos culturas: la cubana, hogareña y familiar; y la norteamericana, de la escolarización y la vida exterior. De ese fenómeno surgen grupos musicales (Los Coke, Les Antiques, Opus, Wildwind, Pearly Queen y Los Sobrinos del Juez, Clockwork, Alma, entre otros), y despuntan solistas como "Willy" Chirino (primer álbum en 1974) y compositores como "Titti" Soto (1944-1992) que reivindican a partir de sus títulos musicales el derecho de existir como exponentes híbridos de dos culturas. Muchos de ellos, dada la temprana edad en que llegaron al exilio, son un buen ejemplo de un curioso fenómeno de "nostalgia por trasmisión", o sea, de la se aquiere en el medio familiar en donde crecieron oyendo de sus padres y abuelos los recuerdos y modo de vida de la Cuba que ellos no vivieron prácticamente. Es importante destacar que los primeros temas (en los años setenta) de estos compositores cubanoamericanos intentan ventilar ante todo el problema que les acarrean las interrogantes sobre la identidad. "Willy" Chirino, por ejemplo, graba en su primer álbum el título Soy. Por su parte, Soto, desde Puerto Rico, escribirá el tema Yo soy el barco, que apunta también hacia ese conflicto de reafirmación identitaria.
Esa generación de cubanoamericanos, una vez que han solucionado en problema de la identidad mediante esta especie de catarsis que es la creación artística para determinado público, se incorporarán al ámbito provechoso de la nostalgia y comenzarán a evocar en sus temas aspectos de la vida cubana sobre los que probablemente no conservan recuerdo alguno. Cuando "Titti" Soto compone su célebre título La esquina habanera (primero grabado en 1989 por el también cubanoamericano Hansel Martínez; luego incluido por "Willy" Chirino en su álbum de 1998 Cuba Libre), nos preguntamos de qué esquina habanera pueden hablar Hansel (que dejó definitivamente La Habana a los tres años de edad) e incluso el propio "Willy" Chirino (quien, aunque salió de Cuba a los trece años vivió hasta la fecha de 1961 en su Consolación del Sur natal).
Justamente, en este momento, la nostalgia se convierte en un elemento identitario e incluso unitario (por supuesto, con matices y grados específicos según cada individuo) de la comunidad cubana establecida en el Sur de la Florida. Tal vez el caso más evidente, tanto por su éxito intracomunitario como internacional, sea el de la cantante Gloria Estefan, nacida en La Habana en 1957 y llegada a Miami cuando era niña. Inicialmente, gracias al talento como productor de su esposo Emilio Estefan, Gloria graba junto con el grupo Miami Sound Machine al que pertenecía, un primer álbum titulado Renacer / Live again. Nótese además del bilingüismo, la connotación del título cuyo sentido apunta hacia esa etapa de reivindicaciones del derecho de existencia en el ámbito artístico de los cubanoamericanos, ya señalada arriba. Las primeras grabaciones de Gloria, sus álbumes del "período Miami Sound Machine", etc., introducían temas o estilos propios de la música cubana poniendo especial cuidado en dosificar estos elementos para no atentar contra las preferencias del público anglosajón ni resultarle demasiado "étnico". Sin embargo, en 1993, cuando ya no cabe duda de que la nostalgia es un ingrediente que todos pueden reivindicar, Gloria Estefan saca su primer álbum completamente en español: Mi tierra, que hasta el momento ha sido el más exitoso de toda su carrera. No en balde, ese mismo año la cantante Celia Cruz incluye en su disco Azúcar negra, el tema de Luis Aragón De La Habana hasta aquí y el actor cubanoamericano Andy García rescata mediante dos excelentes álbumes titulados Master Sessions I y II (1994), la música del legendario contrabajista y compositor Israel López "Cachao" (1918-2008), después de haber producido el documental Cachao, como mi ritmo no hay dos (1994), sobre la vida de este maestro.
Quiere esto decir que en los años noventa se produce en Miami una fusión (al menos en el ámbito de la música), de las múltiples capas de ese largo exilio. No es raro constatar que en un trabajo discográfico como South Beach (1993) del propio "Willy" Chirino participen creadores cubanoamericanos como la trovadora Marisela Verena, los cantantes Lisette Álvarez, Olga María Touzet Guillot, Carlos Oliva, Gustavo Rojas, Sergio Fiallo y las Chirino Sisters, junto a otros que como Albita Rodríguez y Donato Poveda abandonaron Cuba después de la caída del muro de Berlín (1989). Similar característica poseen los álbumes de Gloria Estefan como Mi tierra, en los que constatamos la presencia de Jorge Luis Piloto y Jon Secada (entre los cubanoamericanos), de "Cachao" y Juanito Márquez (de largo exilio en Miami) y del trompetista Arturo Sandoval de exilio más reciente.
La nostalgia presentada como un conjunto de reminiscencias de aspectos de la vida en la Isla dejados atrás ha ido condensándose en un producto único "made in Miami" en que resulta difícil distinguir a qué Cuba o a qué período de la sociedad cubana contemporánea se está haciendo referencia.
Tal vez el caso más reciente y en que mejor pueda apreciarse esa fusión de valores lo muestre el álbum 90 millas, de la propia Gloria Estefan, lanzado al mercado en el 2007. Si uno observa las fotografías que acompañan el libreto vemos a la cantante vestida a la usanza habanera de los cincuenta en un décor que corresponde a los interiores decrépitos y descascarados de las habitaciones y exteriores de la Cuba actual. Se diría que la imagen del deterioro de las infrestructuras cubanas ha logrado imponerse, incluso en el exterior, cuando se desea ofrecer la imagen de un producto cubano auténtico. El libreto exhibe una pátina de ciudad carcomida por el abandono y Gloria Estefan, por contraste, aparece en uno de esos balcones de barrotes oxidados de La Habana, exquisitamente maquillada y vestida como las mujeres de la Cuba de los cincuenta. Al mismo tiempo, el repertorio incluye una "invocación a Eleguá", que le da título al disco y es cantanda (y esto es lo sorprendente) por la propia Gloria en lengua negra; así como el título Esperando (Cuando Cuba sea libre) en el que se nos pronostica que celebraremos la liberación de Cuba en los "aires libres" de La Habana (aires libres que dejaron de existir hace ya varias décadas y que estaban en la acera del cine Payret), en las playas de Matanzas (sólo hay una que merezca ese nombre: Varadero) y mediante otras particularidades de las restantes seis provincias antiguas de Cuba sin que importe mucho qué corresponde al pasado y qué resulta aún de actualidad.
A esta fusión de elementos de todas las nostalgias apunta la tendencia de los últimos años en la música. Probablemente sea éste uno de los argumentos de nuestra modernidad, alcanzada ya no por la clara conciencia de la larga vida del exilio cubano, sino por necesidad de una identidad otra, común a todo exiliado, que es la existencia de un país imaginario y reconstruido en nuestras mentes hasta la saciedad.
Cuando una amiga que salió de Cuba en 1961 evoca los famosos dulces de Eulogio (al parecer exquisitas miniaturas fabricadas por este dulcero célebre de La Habana), un cubanoamericano elogia las hamburguesas estilo cubano a 10 centavos del Morro Castle en la calle 7 del NW y yo, por mi parte, sostengo que como el "cake" de nata de La Gran Vía nunca he vuelto a encontrar, los tres nos estamos remitiendo de manera nostálgica a un pasado en que ninguno podrá nunca comprobar cuánto de veracidad hay en la excelencia anunciada por el otro. Tal ajiaco de sentimientos – para usar un término culinario propio de Cuba –, se expresa en el ámbito de nuestra música. Y del mismo modo en que la coyuntura de una larga presencia de hispanos en Nueva York generó ese fenómeno llamado "salsa", la interrelación de todas nuestras nostalgias cubanas ha dado cuerpo a un producto musical nuevo que, de una forma u otra, todas las generaciones del exilio sienten como propio, y con respecto al cual todos nos sentimos, en lo que cabe, identificados.
Les dejo mi colaboración para ese mismo número sobre la dinámica de la nostalgia en la música del exilio:
continúa... pp. 229-234
La dinámica musical de la nostalgia en exilio
William Navarrete
En el repertorio musical cubano son recurrentes los temas que, desde el exilio, se refieren de forma nostálgica a la Cuba del período llamado republicano que antecede al triunfo de la revolución de 1959. Desde las primeras oleadas de exiliados cubanos, desencadenadas por los bruscos cambios políticos y el cese de libertades esenciales en la Isla, constatamos la tendencia, por parte de compositores e intérpretes, de incluir en sus repertorios temas que rememoran estampas de la vida cubana durante las seis primeras décadas del siglo XX.
Fue ése, en parte, el tema de mi libro Cuba: la musique en exil (Ed. L'Harmattan, París, 2003). En él, a partir de ejemplos ilustrativos, estudié el vasto repertorio que ha surgido fuera de Cuba, desde 1959 hasta la fecha de publicación de la obra.
Tal vez sea necesario aclarar que, aunque en el mencionado ensayo abordé la creación musical del exilio desde ángulos temáticos diversos (militantismo y oposición política al régimen, escenas de la vida cotidiana fuera de la Isla, canciones de amor y otros temas), en el artículo que ahora nos ocupa me referiré exclusivamente a aquellas composiciones en que la nostalgia es el sentimiento que aflora por encima del contenido.
La nostalgia –en el caso de un exilio tan duradero como el cubano– ha ido, con el decursar del tiempo, desplazando su centro de atención de aquellos años republicanos del pasado hacia diferentes momentos de las décadas de 1960-1980, en que las nuevas generaciones de artistas y escritores que no conocieron la vida antes de 1959, comenzaron a evocar sus propias vivencias en la Cuba revolucionaria. Esta nueva coyuntura (y posibilidad) ha sido incluso utilizada por artistas cubanos que abandonaron el país a principios de los sesenta. En este sentido, siempre me ha parecido curioso que un tema musical como La guagua (del sanluisero residente en Cuba y fundador de la Orquesta Original de Manzanillo, Cándido Fabré), fuese incluido por Celia Cruz en Irresistible, un álbum grabado en 1994 por el sello discográfico RMM. Al mencionar este ejemplo no insinúo que alguien pudiese sentir nostalgia por las guaguas cubanas y la deficiencia del transporte colectivo en la Isla a partir de los años sesenta. Más bien lo que estoy señalando es que el tema se ofrece como pincelada costumbrista de los años posteriores a 1959 y que esta coyuntura específica de la crisis económica permanente de la Cuba "socialista", no podía resultar familiar a una cantante como Celia Cruz que nunca regresó a su país ni tuvo que montarse en una guagua habanera. Esto significa entonces, que a medida que el exilio se nutre con nuevas oleadas migratorias la balanza se va inclinando hacia un público al que ya no le sirven (por no haber vivido la etapa republicana) los testimonios de la vida próspera de esos años, sino que necesita más bien identificarse con su pasado reciente por muy poco atractivo que éste resulte.
De modo que aquellas canciones como Yo volveré (de Eduardo Davidson, cantada por Zoraida Marrero); Nostalgia habanera, Luna de Varadero y Luna de Camagüey (las tres de Bobby Collazo); Habana, cuando te vuelva a ver (de René Touzet); Añorada Cuba (de Cristina Saladrigas); Santa María del Mar y Callecitas de La Habana (de Rosendo Rosell); El Paseo del Prado (de Otilio Portal); He perdido una perla (de Nazario López), entre muchas otras de compositores e intérpretes del primer éxodo, no tienen el mismo impacto en esa primera generación de exiliados que en las sucesivas. Para este público de cubanos de aquel primer exilio y sus descendientes llegados a las costas floridanas muy jóvenes, el empresario artístico Leslie Pantín (creador del Carnaval de la Calle Ocho, en 1977) tuvo la idea de constituir, en 1999, el festival Cuba Nostalgia, que se celebra dos veces al año en el Convention Center de Coconut Grove. Allí, en los diferentes kioscos, este público específico saborea, todavía, no sólo las composiciones musicales de su llegada a Estados Unidos, sino que reviven, a través de objetos o copias comerciables, la numismática, la gastronomía, las publicaciones en facsímil de revistas de antaño y hasta los papeles de regalo de la tienda por departamentos El Encanto, esos reductos nostálgicos de un pasado, que podrían dejar indiferentes, o a lo sumo, despertar meramente algo de curiosidad, entre los exiliados de épocas más recientes.
En Miami, a diferencia de Nueva York y otras ciudades más cosmopolitas, la presencia de una importante concentración de cubanos ha permitido que determinados artistas "arrastren" consigo a parte del público que solía asistir a sus conciertos cuando vivían en la Isla. Así, por ejemplo, cuando un intérprete del llamado "feeling" como lo es Meme Solís, se presenta una vez al año ante el público de Miami, se dirige esencialmente, quiéralo o no, a aquellas personas que en la Cuba de los sesenta y principios de los setenta le oían cantar junto a Luis García. De la misma manera, cuando el cienfueguero Enrique Chia, producido por la Sociedad Pro-Arte Grateli de Miami, ofrece sus conciertos instrumentales de piezas del repertorio "tradicional" cubano, basta con observar el nutrido grupo de espectadores presentes en el Dade County Auditorium de Miami para entender que ese tipo de espectáculo está concebido para alimentar la nostalgia de aquellos exiliados de la primera oleada que han continuado apegados a un determinado tipo de espectáculo que les recuerda, tanto por su concepción como por su contenido, aquellos que disfrutaban en la Cuba de antes de 1959. Asimismo, cantantes cubanas de presencia más reciente en la ciudad (Malena Burke, Mirtha Medina, Albita Rodríguez, Cristina Rebull, Annia Linares, Maggie Carlés, Seve Matamoros, etc.) logran aunar en sus respectivas peñas, y no siempre por espacio de tiempo estable, al público que en Cuba las conocía y se interesaba en ellas.
Ahora bien, al referirnos a la nostalgia tenemos forzosamente que evocar el caso específico de la generación de cubanoamericanos, jocosamente llamados YUCA (por las siglas de Young Urban Cuban American y las connotaciones gastronómicas de ese tubérculo en la alimentación de los cubanos). A mediados de los años setenta esos cubanoamericanos (la mayoría llegados de niños con sus padres a principios de los sesenta) han terminado de crecer en el medio ambivalente de las dos culturas: la cubana, hogareña y familiar; y la norteamericana, de la escolarización y la vida exterior. De ese fenómeno surgen grupos musicales (Los Coke, Les Antiques, Opus, Wildwind, Pearly Queen y Los Sobrinos del Juez, Clockwork, Alma, entre otros), y despuntan solistas como "Willy" Chirino (primer álbum en 1974) y compositores como "Titti" Soto (1944-1992) que reivindican a partir de sus títulos musicales el derecho de existir como exponentes híbridos de dos culturas. Muchos de ellos, dada la temprana edad en que llegaron al exilio, son un buen ejemplo de un curioso fenómeno de "nostalgia por trasmisión", o sea, de la se aquiere en el medio familiar en donde crecieron oyendo de sus padres y abuelos los recuerdos y modo de vida de la Cuba que ellos no vivieron prácticamente. Es importante destacar que los primeros temas (en los años setenta) de estos compositores cubanoamericanos intentan ventilar ante todo el problema que les acarrean las interrogantes sobre la identidad. "Willy" Chirino, por ejemplo, graba en su primer álbum el título Soy. Por su parte, Soto, desde Puerto Rico, escribirá el tema Yo soy el barco, que apunta también hacia ese conflicto de reafirmación identitaria.
Esa generación de cubanoamericanos, una vez que han solucionado en problema de la identidad mediante esta especie de catarsis que es la creación artística para determinado público, se incorporarán al ámbito provechoso de la nostalgia y comenzarán a evocar en sus temas aspectos de la vida cubana sobre los que probablemente no conservan recuerdo alguno. Cuando "Titti" Soto compone su célebre título La esquina habanera (primero grabado en 1989 por el también cubanoamericano Hansel Martínez; luego incluido por "Willy" Chirino en su álbum de 1998 Cuba Libre), nos preguntamos de qué esquina habanera pueden hablar Hansel (que dejó definitivamente La Habana a los tres años de edad) e incluso el propio "Willy" Chirino (quien, aunque salió de Cuba a los trece años vivió hasta la fecha de 1961 en su Consolación del Sur natal).
Justamente, en este momento, la nostalgia se convierte en un elemento identitario e incluso unitario (por supuesto, con matices y grados específicos según cada individuo) de la comunidad cubana establecida en el Sur de la Florida. Tal vez el caso más evidente, tanto por su éxito intracomunitario como internacional, sea el de la cantante Gloria Estefan, nacida en La Habana en 1957 y llegada a Miami cuando era niña. Inicialmente, gracias al talento como productor de su esposo Emilio Estefan, Gloria graba junto con el grupo Miami Sound Machine al que pertenecía, un primer álbum titulado Renacer / Live again. Nótese además del bilingüismo, la connotación del título cuyo sentido apunta hacia esa etapa de reivindicaciones del derecho de existencia en el ámbito artístico de los cubanoamericanos, ya señalada arriba. Las primeras grabaciones de Gloria, sus álbumes del "período Miami Sound Machine", etc., introducían temas o estilos propios de la música cubana poniendo especial cuidado en dosificar estos elementos para no atentar contra las preferencias del público anglosajón ni resultarle demasiado "étnico". Sin embargo, en 1993, cuando ya no cabe duda de que la nostalgia es un ingrediente que todos pueden reivindicar, Gloria Estefan saca su primer álbum completamente en español: Mi tierra, que hasta el momento ha sido el más exitoso de toda su carrera. No en balde, ese mismo año la cantante Celia Cruz incluye en su disco Azúcar negra, el tema de Luis Aragón De La Habana hasta aquí y el actor cubanoamericano Andy García rescata mediante dos excelentes álbumes titulados Master Sessions I y II (1994), la música del legendario contrabajista y compositor Israel López "Cachao" (1918-2008), después de haber producido el documental Cachao, como mi ritmo no hay dos (1994), sobre la vida de este maestro.
Quiere esto decir que en los años noventa se produce en Miami una fusión (al menos en el ámbito de la música), de las múltiples capas de ese largo exilio. No es raro constatar que en un trabajo discográfico como South Beach (1993) del propio "Willy" Chirino participen creadores cubanoamericanos como la trovadora Marisela Verena, los cantantes Lisette Álvarez, Olga María Touzet Guillot, Carlos Oliva, Gustavo Rojas, Sergio Fiallo y las Chirino Sisters, junto a otros que como Albita Rodríguez y Donato Poveda abandonaron Cuba después de la caída del muro de Berlín (1989). Similar característica poseen los álbumes de Gloria Estefan como Mi tierra, en los que constatamos la presencia de Jorge Luis Piloto y Jon Secada (entre los cubanoamericanos), de "Cachao" y Juanito Márquez (de largo exilio en Miami) y del trompetista Arturo Sandoval de exilio más reciente.
La nostalgia presentada como un conjunto de reminiscencias de aspectos de la vida en la Isla dejados atrás ha ido condensándose en un producto único "made in Miami" en que resulta difícil distinguir a qué Cuba o a qué período de la sociedad cubana contemporánea se está haciendo referencia.
Tal vez el caso más reciente y en que mejor pueda apreciarse esa fusión de valores lo muestre el álbum 90 millas, de la propia Gloria Estefan, lanzado al mercado en el 2007. Si uno observa las fotografías que acompañan el libreto vemos a la cantante vestida a la usanza habanera de los cincuenta en un décor que corresponde a los interiores decrépitos y descascarados de las habitaciones y exteriores de la Cuba actual. Se diría que la imagen del deterioro de las infrestructuras cubanas ha logrado imponerse, incluso en el exterior, cuando se desea ofrecer la imagen de un producto cubano auténtico. El libreto exhibe una pátina de ciudad carcomida por el abandono y Gloria Estefan, por contraste, aparece en uno de esos balcones de barrotes oxidados de La Habana, exquisitamente maquillada y vestida como las mujeres de la Cuba de los cincuenta. Al mismo tiempo, el repertorio incluye una "invocación a Eleguá", que le da título al disco y es cantanda (y esto es lo sorprendente) por la propia Gloria en lengua negra; así como el título Esperando (Cuando Cuba sea libre) en el que se nos pronostica que celebraremos la liberación de Cuba en los "aires libres" de La Habana (aires libres que dejaron de existir hace ya varias décadas y que estaban en la acera del cine Payret), en las playas de Matanzas (sólo hay una que merezca ese nombre: Varadero) y mediante otras particularidades de las restantes seis provincias antiguas de Cuba sin que importe mucho qué corresponde al pasado y qué resulta aún de actualidad.
A esta fusión de elementos de todas las nostalgias apunta la tendencia de los últimos años en la música. Probablemente sea éste uno de los argumentos de nuestra modernidad, alcanzada ya no por la clara conciencia de la larga vida del exilio cubano, sino por necesidad de una identidad otra, común a todo exiliado, que es la existencia de un país imaginario y reconstruido en nuestras mentes hasta la saciedad.
Cuando una amiga que salió de Cuba en 1961 evoca los famosos dulces de Eulogio (al parecer exquisitas miniaturas fabricadas por este dulcero célebre de La Habana), un cubanoamericano elogia las hamburguesas estilo cubano a 10 centavos del Morro Castle en la calle 7 del NW y yo, por mi parte, sostengo que como el "cake" de nata de La Gran Vía nunca he vuelto a encontrar, los tres nos estamos remitiendo de manera nostálgica a un pasado en que ninguno podrá nunca comprobar cuánto de veracidad hay en la excelencia anunciada por el otro. Tal ajiaco de sentimientos – para usar un término culinario propio de Cuba –, se expresa en el ámbito de nuestra música. Y del mismo modo en que la coyuntura de una larga presencia de hispanos en Nueva York generó ese fenómeno llamado "salsa", la interrelación de todas nuestras nostalgias cubanas ha dado cuerpo a un producto musical nuevo que, de una forma u otra, todas las generaciones del exilio sienten como propio, y con respecto al cual todos nos sentimos, en lo que cabe, identificados.
9 févr. 2009
Valverde de la Vera - Extremadura
Villanueva de la Vera - Extremadura
Es en Villanueva de la Vera donde se conserva el conjunto de arquitectura tradicional verata más importante. Un trazado laberíntico de callejuelas, una hermosa Plaza Mayor con soportales y viejos caserones con balconadas irregulares y voladizos de madera, la enseña "botica" para una farmacia, un restaurante con terraza soleada y comida extremeña (Ringurrango), la ermita de San Antón y sus palmeras, la parroquia arcaizante de la Inmaculada Concepción y muchas cosas más que no se pueden enumerar.
La Serrana de la Vera - leyenda
La Serrana de la Vera.
Hay varias versiones del romance de La Serrana de la Vera. Aquí dejo una. El caso es que vivía en las serranías entre Piornal y Garganta. Al parecer se trataba de Isabel de Carvajal. Era una joven blanca, rubio y ojimorena que tras sufrir un desengaño amoroso se retiró a vivir en esos parajes abruptos y para vengarse de su desdicha atraía a los hombres que se aventuraban por esos lugares y después de ofrecerles cama y comida (o al revés), los mataba. Al final fue capturada y ahorcada en Plasencia. La literatura del Siglo de Oro cuenta su historia en diferentes versiones.
Allá en Garganta la Olla
en la vera de Plasencia,
salteóme una serrana
blanca, rubia, ojimorena;
trae recogidos los rizos
debajo de la montera;
al uso de cazadora
gasta falda a media pierna,
botín alto y argentado
y en el hombro una ballesta
Sus cabellos destrenzados
con los arcos de sus cejas
flechas arrojan al aire,
y en el aire las flechas vuela
De perdices y conejos
sirvióme muy rica cena,
de pan blanco y de buen vino
y de su cara risueña
Si buena cena me dio
muy mejor cama me diera;
sobre pieles de venado
su mantellina tendiera
aguárdate, lindo mozo,
vuélvete por tu montera.
La montera es de buen paño,
¡pero aunque fuera de seda!
¡Ay de mí, triste cuitada,
por ti seré descubierta!
descubierta no serás
Hasta la venta primera.
Y aquí cantado por un cantautor extremeño:
Miguel Ángle Gómez Naharro / versión cantada del romance de La Serrana de la Vera
Garganta La Olla vista desde el pedestal de La Serrana.
Hay varias versiones del romance de La Serrana de la Vera. Aquí dejo una. El caso es que vivía en las serranías entre Piornal y Garganta. Al parecer se trataba de Isabel de Carvajal. Era una joven blanca, rubio y ojimorena que tras sufrir un desengaño amoroso se retiró a vivir en esos parajes abruptos y para vengarse de su desdicha atraía a los hombres que se aventuraban por esos lugares y después de ofrecerles cama y comida (o al revés), los mataba. Al final fue capturada y ahorcada en Plasencia. La literatura del Siglo de Oro cuenta su historia en diferentes versiones.
Allá en Garganta la Olla
en la vera de Plasencia,
salteóme una serrana
blanca, rubia, ojimorena;
trae recogidos los rizos
debajo de la montera;
al uso de cazadora
gasta falda a media pierna,
botín alto y argentado
y en el hombro una ballesta
Sus cabellos destrenzados
con los arcos de sus cejas
flechas arrojan al aire,
y en el aire las flechas vuela
De perdices y conejos
sirvióme muy rica cena,
de pan blanco y de buen vino
y de su cara risueña
Si buena cena me dio
muy mejor cama me diera;
sobre pieles de venado
su mantellina tendiera
aguárdate, lindo mozo,
vuélvete por tu montera.
La montera es de buen paño,
¡pero aunque fuera de seda!
¡Ay de mí, triste cuitada,
por ti seré descubierta!
descubierta no serás
Hasta la venta primera.
Y aquí cantado por un cantautor extremeño:
Miguel Ángle Gómez Naharro / versión cantada del romance de La Serrana de la Vera
Garganta La Olla vista desde el pedestal de La Serrana.
Jarandilla de la Vera - Extremadura
Otro de los pueblos del circuito imperial de La Vera. En Jarandilla, exactamente en el castillo de los Condes de Oropesa (actual Parador), residió temporalmente (del 12 de noviembre de 1556 al 3 de febrero de 1557) Carlos V, a la espera de que terminaran las obras en sus aposentos de Yuste.
Pintoresca casa en Jarandilla de la Vera.
La Iglesia Nuestra Señora de la Torre (siglo XIV) construida en el recinto de un castillo templario precedente.
El castillo de los Condes de Oropesa, en Jarandilla de la Vera.
El torreón del castillo de los Condes de Oropesa precedido por un naranjo cargado de frutos (el microclima de La Vera garantiza palmeras y flores en invierno). Al fondo la Sierra de Gredos nevada.
El patio del castillo de los Condes de Oropesa, residencia temporal de Carlos V y actual parador de turismo
En el restaurante típico Puta Parió II (no son invenciones mías, así se llama) pueden empezar con unas migas extremeñas, seguir con unas perdices estofadas al queso de La Serena y cerrar con dulce de higos del Jerte.
Cristo en hornacina. Curiosa la ofrenda que mencionan.
Pintoresca casa en Jarandilla de la Vera.
La Iglesia Nuestra Señora de la Torre (siglo XIV) construida en el recinto de un castillo templario precedente.
El castillo de los Condes de Oropesa, en Jarandilla de la Vera.
El torreón del castillo de los Condes de Oropesa precedido por un naranjo cargado de frutos (el microclima de La Vera garantiza palmeras y flores en invierno). Al fondo la Sierra de Gredos nevada.
El patio del castillo de los Condes de Oropesa, residencia temporal de Carlos V y actual parador de turismo
En el restaurante típico Puta Parió II (no son invenciones mías, así se llama) pueden empezar con unas migas extremeñas, seguir con unas perdices estofadas al queso de La Serena y cerrar con dulce de higos del Jerte.
Cristo en hornacina. Curiosa la ofrenda que mencionan.
8 févr. 2009
Garganta La Olla - Extremadura
En la trastierra del monasterio de Yuste. De Garganta La Olla para atrás sólo hay sierra. Una iglesia románica, las casas típicas, la imprescindible plaza, un antiguo barrio judío muy hermoso y una casa azul llamada "Casa de las Muñecas" que era el prostíbulo para los hombres del séquito de Carlos V. La verdad es que donde había corte había también economía. Y en las serranías de La Olla la leyenda de "La Serrana" que no les contaré esta noche porque el aire puro y la montaña dan sueño.
7 févr. 2009
Cuacos de Yuste - Extremadura
Todos estos pueblos de La Vera, al pie de la Sierra de Gredos, son hermosos. Los rodean olivares y gargantas por donde corren las aguas del deshielo. Cuacos de Yuste es el pueblo del infante Don Juan de Austria, fruto de las relaciones de Carlos V con Bárbara Blomberg. Por aquí correteó el infante antes de que Felipe II, en el encuentro de los montes Torozos (cerca de Valladolid), reconociera los lazos de sangre y lo pusiera al frente de la Armada. La arquitectura popular y pintoresca se repite en cada pueblo de La Vera. Una plaza mayor, con una fuente de piedra con varios chorros, el ayuntamiento, la iglesia, la balconadas y voladizos de madera irregulares con paredes de vigas aparentes. A veces las paredes están recubiertas de cal, otras exhiben el barro cocido. Los que como yo detestan la inyección intravenosa de cretinismo televisivo deben traer muy buenos libros, pues aquí la noche es cerrada y alrededor de la Plaza de España (Mayor) los dos bares no invitan a atravesar el umbral. Hay algo hosco en las miradas de esta gente huraña. Arrancarles la respuesta a una pregunta se las trae. A veces me hacen dudar de la lengua común que supongo hablamos. Se diría que amasan largo rato la respuesta con la mirada y con las manos.
Para informaciones sobre Cuacos de Yuste pulsar el siguiente enlace:
Trivago
El Hotel Abadía de Yuste, en Cuacos
Para informaciones sobre Cuacos de Yuste pulsar el siguiente enlace:
Trivago
El Hotel Abadía de Yuste, en Cuacos
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