Concepción Alzola / foto de Isabel / Coral Gables.
Ha fallecido en Miami la escritora y amiga Concepción "Concha" Alzola (La Habana, 1930). Les dejo el obituario escrito por Sara Moreno hoy para El Nuevo Herald. En la edición del 9 de diciembre del 2007 (de ese mismo periódico) escribí un largo artículo sobre su vida y obra, titulado Concepción Alzola: fuente de sabiduría que cuelgo también aquí.
Concepción Alzola: fuente de sabiduría
William Navarrete
El Nuevo Herald, 9/12/2007.
Conversar con Concepción Alzola (Marianao, 1930) es remontar la Historia y enriquecer con anécdotas, observaciones e ideas el "breviario" personal que se tenga sobre sociología, lengua y literatura cubanas. La visité el verano pasado en su casa, en Miami, motivado por un libro de su autoría que a mi juicio es el estudio más completo que se ha publicado sobre la infancia en Cuba: Folklor del niño cubano, en dos tomos (Universidad de Las Villas, 1961-62).
Al igual que El monte, de Lydia Cabrera; Contrapunteo cubano del tabaco y del azúcar, de Fernando Ortiz o El ingenio, de Manuel Moreno Fraginal, en lo referido a temas afrocubanos o económicos que atañen a la Isla, Folklor del niño cubano es una obra capital para los estudiosos del universo de la niñez y el patrimonio cultural cubano. Sus páginas ofrecen un amplio compendio de cuentos, adivinanzas, juegos, canciones e historias que dan cuerpo a la exhaustiva investigación que Concepción Alzola emprendió a partir de 1946 y que llegó a reunir en cuatro tomos de los que sólo dos fueron publicados. Los restantes quedaron en manuscrito guardados en un baúl en casa de la directora del Museo del Hombre Español, Nieve de los Hoyos, y la autora les ha perdido la pista desde hace mucho.
Alzola salió de Cuba en 1962 invitada a un Congreso de Hispanistas en Oxford. En Gran Bretaña le negaron el asilo y zarpó rumbo a Calais desde donde tomó un tren hasta París. En la capital de Francia intentó, infructuosamente, alojarse en la Casa Cuba de la Ciudad Universitaria, pues le advirtieron que no aceptaban mujeres. Se inscribió entonces en la Universidad de La Sorbonne para tener derecho al comedor y logró alojarse en la Casa de Estados Unidos, gracias al escritor cubano Severo Sarduy que cubrió los gastos de alquiler durante el tiempo que residió allí. Sobre Sarduy publicó, en prueba de profunda amistad y junto a la escritora cubana Gladys Zaldívar, testimonios esclarecedores sobre él en el libro Epitafios (1994), así como un estudio del habla popular cubana presente en su novela De donde son los cantantes.
En 1964 salió rumbo a Madrid donde permaneció hasta 1968. A pesar de haber comenzado sus motivaciones literarias como cervantista durante su Bachillerato (en que ganó incluso el Premio Cuarto Centenario de Cervantes, 1947) y de haber sido elegida miembro de la Sociedad de Folklor Español junto a Julio Caro Baroja, su situación en España, como exilada cubana, parecía muy insegura y decidió emprender un nuevo viaje, esta vez hacia Nueva York, y luego Maryland, en donde vivió hasta 1975, en que se instaló definitivamente en Miami.
Sus ensayos sobre el léxico y el habla popular cubana incluyen las publicaciones de Habla popular cubana: fonética y morfosintaxis (1962), Las Antillas: etnología y folklore (1969), El léxico de la marinería en el habla popular de Cuba (1981), Habla popular de Cuba: Refranero familiar (1987), Algunos extranjerismos, tecnicismos y cultismos documentados en Cuba (2001) y, la más reciente, Nombres de Cuba (Ed. Nosotros, Miami, 2005). En este sentido ha escrito y publicado ensayos relacionados con la lengua y el estilo en autores como José Martí, Regino Boti, Lydia Cabrera, Hilda Perera, Francisco Morín, Gladys Zaldívar, Calvert Casey, Rosario Hiriart, entre otros. De El léxico de la marinería… retengo palabras compiladas y explicadas por Alzola como "cáncamo", "aguaje", "andarivel" y "arrastre", que originalmente estaban relacionadas con el ámbito marítimo y que hoy día se utilizan en el argot cubano con un sentido muy diferente.
Al preguntarle sobre los grandes narradores de Cuba de todos los tiempos, Concepción Alzola considera que deben encabezar la lista Enrique Labrador Ruiz, Ofelia Rodríguez Acosta, Surama Ferrrer, y un libro: Las narraciones del soldado desconocido cubano de Pablo de la Torriente Brau. No en balde su pasión por la narración y la cuentística la ha llevado también ha publicar, de su propia cosecha, los libros Noé (1957), Firpo (1957), La más fermosa (1975) y Las conversaciones y los días (1979); así como sus propios cuentos en la revista Mariel. Sin embargo, aunque parezca inconcebible, lo esencial de su obra permanece aún inédito.
No cabe dudas del lugar cimero que corresponde a la autora por la dedicación, empeño y pertinencia de sus aportes en el ámbito de los estudios culturales cubanos. Infatigable investigadora me advierte que acaba de escribir un libro sobre la trayectoria de la mujer cubana, ya listo para imprenta. Me pregunto cuántas personas (incluso entre los más advertidos) conocen la obra de esta respetable mujer o cuántos se acercan a ella para beber de la fuente de su profundo saber. Debe ser obra de los cubanos nuevos colocar la labor de Concepción Alzola al alcance de todos, difundirla, salvarla, para que no se pierda el patrimonio de valor inestimable que nos ha legado y que entre cientos de pliegos espera a que arrojemos sobre él abundante luz.