1 févr. 2009

Monasterio de la Encarnación - Madrid


Con horarios muy jodidos (la guía obligada explicó que debido al hecho de que las monjas agustinas de clausura viven y trabajan a ciertas horas del día), el Monasterio de la Encarnación es, junto al de las Descalzas Reales, uno de los más importantes del Viejo Madrid. Lo fundó la esposa de Felipe III, Margarita de Austria, y posee uno de los relicarios mayores de España. Entre las muchas reliquias, más o menos siniestras (como de costumbre), la ampolla que contiene la sangre solidificada de San Pantaleón es una de las que goza de mayor popularidad entre los madrileños. Sucede que, cada 27 de julio, la sangre se licúa (los que han ido a Nápoles recordarán que allí sucede lo mismo con la de San Genaro, el 19 de septiembre). La guía explicó que sólo no se había licuado ciertos años, como sucedió en 1914, 1918 y 1936, en que se produjeron grandes catástrofes. Los que se aburren con todo este fetichismo católico pueden desviar los ojos hacia una de las vitrinas en que se atesora un Ecce Homo del escultor Pedro de Mena muy bien logrado.
A la salida del Monasterio, en el jardincillo donde está la estatua de Lope de Vega, este cartelito me recuerda que uno nunca termina de aprender español. No sé si la prohibición de pisar el césped está en castizo zamorano, pero me sorprende lo confuso de la misma.