21 sept. 2010

Sigale: un remanso de paz

Antes de volver al antro parisino pasé los ultimos días de mi larga estancia riviereña en Sigale. Su nombre evoca en provenzal el canto de las cigarras (cigale = sigale). El verano aquí dura hasta noviembre y el sol no falla casi nunca. En Sigale se vive al ritmo de los insectos, de las campanadas de la iglesia, de los paseos por el valle, los chapuzones en el río, las fiestas aldeanas, le bon agneau de Sisteron y las frutas de estación (moras, higos, uvas silvestres, grosellas, etc.) que uno recoge caminando por sus innumerables senderos de montaña. Ni computadora, ni TV, ni intoxicación posible. Sigale es una de esas tantas curas que me gusta darme.

Sigale a la vista. On arrive!.

Sigale y su Alcaldía.

El pueblo alpino de Sigale serpentea al pie de las rocas.

Sigale y la puerta de la muralla medieval.

El Oratorio de Sigale, el Valle del Esteron y los Alpes.

Los higos mas dulces del mundo crecen por todas partes al alcance de la mano.

Las ruinas del Oratorio de Sigale, al pie de la casa.

La montaña de la Bruja (porque parece un sombrero de bruja) vista desde Sigale.

Familia.

Sigale visto desde el Valle del Esteron.

Agua pura.

El río del Esteron pasa al pie de Sigale. El valle es muy verde, florido y lleno de arboles frutales.

El río del Esteron baja de los Alpes y formas cascadas y pocetas. Es una delicia acostarse en una poceta y dejar que al agua corra.