La mejor manera de encarar la rentrée parisina es en prenant la fuite. Y si esa fuga comienza por una visita a un monumento de difícil acceso, mejor todavía. Se trata del Palacio de los Reyes de Cerdeña que, desde hace más de un siglo, es la sede de la Prefectura de los Alpes Marítimos, razón por la que sólo se abre al público en muy contadas ocasiones. Es un sitio elegante, con esa sobriedad neoclásica que, a pesar de la abundante decoración, aparece siempre en tan perfecto equilibrio que nada exaspera ni molesta, aunque en el fondo la ausencia de riesgo crea un sentimiento de hastío y empalagamiento. Aunque los orígenes del edificio datan de 1613 (año en que fue terminado), cada duque o rey de Saboya agregó algo. En 1717, los duques de Saboya se convierten en reyes de Sicilia, y en 1720, en reyes de Cerdeña. Fue este último título el que quedó asociado para siempre al elegante palacio con vista, sobre Les Ponchettes, al Mediterráneo. Afuera, la jauría (dándose dentelladas por un hueso apenas jugoso) ignora que quienes hacen que la ley se aplique se la jouent si doux. A mí lo que me gusta es tirarles fotos. A todos los bandos... y ganarle vida al sol.
Depuis la galerie du Palais des Rois de Sardaigne, une belle vue du Cour Saleya, Les Ponchettes et la Grande Bleue.
Le Palais des Rois de Sardaigne, siège actuel de la Préfecture des Alpes-Maritimes, à Nice.
L'entrée du Palais.
La pobre Badinguette, o sea, la granadina Eugenia de Montijo, esposa de Napoléon III, al final de la Escalera de Honor. Dios le dio 94 años de vida pero apenas diez después de la caída del Tercer Imperio nadie la reconocía cuando pasaba por la calle. Así es la efímera vanidad de la gloria y la relatividad del renombre. Su belleza fue su mejor aportación a la Francia semioscura de esa época. Uno de estos días iré a Biarritz a hacerle un "homenaje con paraguas".
La Sala de Bailes o Galeria de Espejos. Los frescos del techo representan la caída de Faetón y al final la escultura de Henri Lombard " Niza entregándose a Francia".