29 mai 2008

N° 30 Revista de la FHC


Recibo el n° 30 de la Revista Hispano Cubana. La temática: ¿Cambio en Cuba? Artículos de Jorge Luis García Pérez "Antúnez", Marta Beatriz Roque, Carlos Alberto Montaner, Orlando Fondevila, Ángel Cuadra, Luis de la Paz, David Lago, Víctor Llano, Pedro Corzo, Janisset Rivero, Stéphanie Panichelli-Batalla, Elizardo Sánchez, Alberto Lauro y un largo etcétera. En ese número mi reseña del libro El poscastrismo y otros ensayos contrarrevolucionarios, de Julián B. Sorel, que aquí les cuelgo:

Julián B. Sorel: Cuba en tres tiempos.
William Navarrete

Acostumbrado a los agudos análisis de Julián B. Sorel, esperaba con impaciencia su nuevo libro: El poscastrismo y otros ensayos contrarrevolucionarios, publicado recientemente por la Editorial Verbum. Con anterioridad, el autor nos había ofrecido el ensayo Nacionalismo y revolución en Cuba (1998), oportuno y esclarecedor, por cuanto abordaba en sus páginas las raíces profundas de los acontecimientos políticos que han marcado la historia cubana.

Esta vez, desde similar perspectiva histórica, el autor se remonta a los orígenes de la Conquista, al desarrollo de la plantación, a las cuestiones relacionadas con la formación de la identidad nacional y a la modernización de la actividad económica cubana a principios del siglo XIX, para adentrarse luego en el período republicano cubano (1902-1959) y desembocar en el castrismo, período en el que él mismo reconoce que "Cuba ha desempeñado en el mundo un papel que no guarda proporción alguna con las dimensiones, los recursos, el producto nacional bruto o la importancia estratégica del país".

Julián B. Sorel reconoce la eficacia de la propaganda del régimen. "Batistianos" y "anexionistas" son, a decir del mismo, todos sus opositores. Absurdo calificativo que ha germinado en determinados medios y que el autor analiza a la luz del cómputo de lo mucho que avanzó Cuba en casi todos los ámbitos durante los 17 años de poder (militar o en tanto que jefe de Estado) de Fulgencia Batista con respecto a las prácticamente cinco décadas de castrismo. Por otra parte, subraya que, contrariamente a lo que repiten los portavoces del régimen de La Habana, ningún interés económico visible pudiera justificar la pretensión castrista de una intención anexionista por parte de Washington, pues la Cuba de los albores del siglo XXI no es más que una ruina, "una isla hipotecada, con gravísimos problemas estructurales y demográficos, incapaz de producir la energía y los alimentos necesarios para cubrir las necesidades de 11 millones de habitantes". El interés de la política estadounidense hacia Cuba debe entenderse, según la lógica expuesta por Sorel, en el contexto geográfico del Caribe y bajo la luz de tres aspectos que resultan hoy día prioritarios para el vecino del Norte: la lucha contra el terrorismo, la represión del narcotráfico y la regulación de la emigración.

En el prólogo de este libro, el estudioso Rafael Rojas insiste en que el mensaje principal del autor se refiere al hecho de que "la historia de Cuba no ha concluido" y "el desenlace del drama cubano permanece abierto". Hacia este "final abierto" – oportuno título del prólogo mencionado –, se encamina Sorel cuando ofrece datos alarmantes en cuanto al capital humano con que cuenta la Isla para enfrentar un cambio necesario: 15% de la población vive fuera del país, en 40 años la tasa global de fecundidad ha pasado de 4 hijos a 1 y medio, y el número de jubilados en relación con la masa laboral activa ha aumentado considerablemente.

El poscastrismo… es una recopilación de ensayos que da cuerpo a un ensayo coherente sobre el pasado, presente y devenir cubanos. El autor no descuida ni las razones históricas, ni los antecedentes y enfoca siempre el análisis del presente desde la perspectiva del futuro. El tema del mañana y la imperiosa necesidad de cambios profundos en la Isla los resume, con admirable poder de síntesis, en dos ensayos sucesivos: "El abecedario de la libertad" y "El poscastrismo". La fórmula recomendada por Sorel no es nueva, pero lo novedoso es la "manera" en que los portavoces del cambio debieran presentarla. El autor llama la atención sobre el hecho de que hasta ahora los documentos redactados sobre el tema de la transición en Cuba, programas y otros manifiestos, se detienen en detalles que el lector cubano corriente termina por desentenderse del asunto. El ensayista explica muy bien, que si él tuviera 20 años y viviera en Cuba, le gustaría leer un documento pragmático que, en una sóla página, propusiera con palabras sencillas lo siguiente: "amnistía para los presos políticos, abolición de la pena de muerte, reforma de la Constitución y del Código Penal, convocatoria en plazo máximo de 6 meses a elecciones abiertas a todos los partidos, formación de un parlamento y un gobierno que expresen las aspiraciones del pueblo expresadas en las urnas, reforma del poder judicial, etc." "Ese documento ideal – añade saludablemente Sorel – dejaría todas las demás medidas a cargo del gobierno y el parlamento legítimos que saldrían de los comicios".

Ante el inmovilismo en que se halla la cúpula del poder en Cuba desde que en el verano de 2006 se anunciara oficialmente la situación delicada de salud del dictador de las últimas cinco décadas, Sorel estima que un gobierno definitivamente en manos del sucesor designado, Raúl Castro, tiene muchas posibilidades de continuar con la misma política que su hermano aplicó con anterioridad. A simple vista, el fracaso, por una parte, del modelo castrista en el orden de la vida nacional ha logrado, por otra, perpetuar en el poder a una minoría dominante; la experiencia de la ex URSS y países de Europa del Este ha demostrado que el comunismo no tolera reformas, sin que la vetusta maquinaria se desmorone; el modelo chino resulta inaplicable en Cuba dada las escasas perspectivas del país en materia de demografía y recursos naturales; las nuevas alianzas con las corrientes triunfantes del populismo latinoamericano ofrecen novedoso respaldo moral y material régimen y, por último, la posibilidad de un triunfo de los demócratas en Estados Unidos podría alterar la situación de la política de embargo en beneficio del régimen. Todas estas razones aporta Sorel para desengañar a quienes creen que el "raulismo" ofrecería otras alternativas a la grave situación política de la Isla.

Sólo entonces, cuando la población de la Isla vea frustradas las esperanzas de un cambio bajo Raúl Castro, después de la muerte del caudillo, se cobraría conciencia de la necesidad de exigir más derechos y mejores condiciones de vida. Justo en este instante, primero lentamente, luego a pasos agigantados, el poscastrismo comenzaría a labrar el horizonte cubano. Para Sorel empezaría aquí la opotunidad única de "echar doble llave al panteón de los héroes y al sepulcro de los tiranos para que nadie pretenda, como el Cid, ganar batallas después de muerto".

Esta Cuba en tres tiempos: su pasado, el presente y lo que debiera deparar el mañana, es más una lección de civismo que de academicismo teórico. El civismo hace tiempo es materia olvidada en los planes de estudios de la juventud cubana. Incluso, pocos cubanos, aún fuera de la Isla, logran expresarse en términos de civismo tratándose de una visión subjetiva sobre el destino de la nación, sus causas y consecuencias. Sorel lo logra en su libro que, en estas circunstancias, adquiere connotaciones de manual para que el cubano de hoy entienda la Cuba que debe construirse mañana, y para que el del mañana sepa echar muy bien esa "doble llave" al sepulcro en el que podrán seguir desangrándose los fantasmas del pasado.

Julián B. Sorel
El poscastrismo y otros ensayos contrarrevolucionarios
Ed. Verbum, Madrid, 2007.