3 déc. 2007

Loló Soldevilla en París


Un post para la amiga Tania Galindo que me hizo recordar que tenía este libro por algún lado. Las memorias (más bien breve anacdotario en forma de cuentos) de la pintora cubana "Loló" (Dolores) Soldevilla Nieto (Pinar del Río, 1901 – La Habana, 1971), durante su vida en París. El libro se titula Ir, venir, volver a ir y lo publicó las Ediciones R (Revolución), en 1963, con diseño de portada de Pedro de Oraá. Loló fue una de las artistas de la exposición Diez pintores concretos, en 1959, donde expuso junto a Wifredo Arcay, Salvador Corratgé, Sandú Darié, Mijares, Luis Martínez Pedro, Rafael Soriano, el propio Pedro de Oraá, etc. Loló descendía por línea materna del mariscal Lannes, algo que explica su filiación francesa. En 1952, después del Golpe de Estado, llega a París, donde había una colonia de cubanos relacionados directa o indirectamente con el movimiento intelectual en contra de Batista. El libro se lo dedica a José Baragaño, pinareño como ella y en París en la misma época que ella. Antes de 1959 se enroló en el movimiento antibatistiano, fue encarcelada varias veces, escribió panfletos militantes en favor de la clase obrera y todo ello fue compensado con un puesto de representante de cultura en la Embajada cubana en París, después de 1959. Poco después la echaron en el cajón del olvido y tengo entendido (o leí en algún lado) que terminó sus días trabajando en una fábrica de muñecas.
Su cuento "Avenue Foch" comienza así:
"Nunca lo hubiera creído si no me hubiese sucedido a mí misma. Caminaba por la Avenida Foch sintiendo la nieve metiéndose dentro de los zapatos bajos, sin tacones, como siempre los usaba cuando iba hacia la embajada en busca de alguna ayuda: vender un cuadro (en la mitad justamente de su valor) o bien investigar quién de los compatriotas se encontraba en París para ir de inmediato a pedirle me comprara alguna escultura, un dibujo o cualquier cosa, que me permitiera seguir viviendo unas semanas o bien averiguar a cuál joyero empeñar una sortija o en qué lugar vender un abrigo de piel […]"
Como verán, se podía sentir antipatía por el régimen batistiano y ser acogido por la embajada que lo representaba en París. Quien quiera constatar la diferencia con el régimen actual le propongo que vaya a la Embajada a averiguar qué compatriotas andan por aquí y a qué joyero dirigirse para que no le timen en la venta de una sortija. Incluso, propongo a los artistas del patio que vayan a ver si les compran un cuadro para ir tirando unas semanas. Tampoco entiendo cuál era el objetivo de ir siempre a la Embajada con zapatos de tacones bajos. Pues encajarse con tacones en la nieve no creo que sea muy agradable.