En 1840 falleció Nicolo Paganini en el n° 23 de la antigua calle del Gobierno (hoy de la Prefectura) en el Viejo Niza. El violinista más célebre de todos los tiempos había llegado a Niza huyendo de la policía francesa (Niza era entonces italiana) por haber caido en bancarrota el Casino que había abierto en París. En Niza encontró refugio gracias a su amigo el Conde Hilarion de Cessole, quien había sido presidente del Senado y pertenecía a una de las familias más distinguidas y antiguas del Condado. El virtuosimo y los dones sobrenaturales de Paganini eran tales que muy a menudo la gente pensaba que estaba poseído por el Diablo. Esta leyenda había sido alimentada también por su propia madre que contaba que al dar a luz a su hijo el Diablo se le había presentado pidiéndole un deseo que, según ella, había sido "el de alumbrar al mejor violinista del mundo". El caso es que la vox populi empezaba a dar sinos de inquietud con la presencia del violinista y compositor en Niza y la versión de su diabólica existencia llegó hasta los oídos de Monseñor Galvano, Obispo de la ciudad, quien, por esa misma razón, tras la muerte del genio genovés, prohibió que se le diera santa sepultura. Fue entonces que comenzó la odisea del cadáver de Paganini. El Conde de Cessole ocultó el cuerpo en una propiedad que poseía en las colinas de Niza (en donde – ironías del destino – se halla hoy el Obispado) y al año lo desplazó al Lazareto de Villefranche-sur-Mer hasta que se enteró que un inglés había intentado sobornar al guardián para llevarse el cuerpo. Entonces, con la ayuda del Conde Garin de Cocconato exhuman el cadáver, lo montan en una barca, atraviesan la dársena de Villefranche (la más bella del mundo: ver pulsando aqui
mi post de noviembre 2004 en visita a Villefranche). Ocultan entonces el cuerpo en los jardines de la propiedad del Conde Caïs de Pierlas en Saint-Jean Cap Ferrat. Comienza pues una serie de gestiones ante el Rey de Piemonte y otras autoridades eclesiásticas (Papa incluido) hasta que, en 1844, se autoriza enterrar el cuerpo en la ciudad de Génova, en donde había nacido Paganini en 1782. Aún así la gente de allá siguió con la cantaleta de que era el Diablo y el pobre Paganini sólo pudo hallar verdadero y definitivo reposo en 1863, en que se decidió llevarlo a una villa de su propiedad en Parma que le había sido regalada por Marie-Louise Bonaparte. Y parece que la historia sigue porque a un músico checo se le ocurrió exhumarlo más tarde para... Pero aquí se acaba mi tiempo.
Aquí cuelgo dos fotos tomadas por mí el pasado lunes de la casa en que viviera Paganini en Niza. También un link directo al concierto del Capricho 24 de Paganini, por Jascha Heifetz: Capricho n° 24 de Paganini
Por último, una novela al parecer policíaca (no la he leído) habla de estos asuntos titulada La musique des morts, publicada en 2003 (Grasset) por el escritor francés Arnaud Delalande.