1 sept. 2011

Habanastation

Nada del otro mundo. Aunque pensándolo bien, para un país sumamente pobre como Cuba es bastante. Lo digo porque seguirá siendo una proeza que un país devastado tenga todavía cinematografía propia, aunque sea mínima. Una rareza, dirán los europeos. Sí, una rareza. Como si de pronto asistiéramos en París a la première de una peli hondureña o salvadoreña. Al menos esa nota exótica nadie se la quita.

Por lo demás, un mensaje tierno: hay que compartir y nadie vale más por su posición social. De acuerdo, eso está muy bien, pero también se aprende lo mismo en cualquier manual de religión desde tiempos inmemoriales. El padre de lo más orgulloso de ver a su hijo viajar a sus orígenes. Tal vez no se lo crea ni él mismo. Luego, un barrio habanero pobre llamado La Tinta, cerca del cementerio. Supongo que debe tratarse de La Timba, aunque no recuerdo río alguno que pase por allí, incluso reconociendo que nunca penetré propiamente en el corazón de dicho barrio, del que vagamente veo lo que debía ser su periferia de portalitos de madera que seguían a lo largo de la curva del cementerio antes (o después, depende) del cementerio chino.

La cosa es que a estas alturas han descubierto que existe Miramar como antónimo (para seguirle la broma al muchachito) de El Fanguito. Dos antónimos que, creía, han existido y existen desde siempre en Cuba, antes y después (como en cualquier lugar del mundo). Pero bueno, ahora están de moda las dos orillas y por qué no las dos del Almendares también. Por último, noto que en las comedias melodramáticas cubanas los ánimos siempre están exacerbados. Los personajes se alteran hasta por gusto. La verdad es que toda esa teatralidad sobreactuada agota a los actores y, peor, al pobre público. No añado un "pero" más. Digamos, para suavizar, que a los nenes ese sermón no les hace daño. Algo de esta magistral clase de civismo podrá quedarles para siempre. Algo dije. Visto como va el mundo, no creo que les quede mucho...