17 févr. 2008
Tanti salutti da Bologna
Saludos a todos desde Bologna, capital de la Emilia Romagna. Desde marzo de 1994 no había vuelto a esta maravillosa ciudad.
Primera pausa: el célebre Neptuno de Juan de Bolonia. Durante mucho tiempo el vigoroso desnudo tuvo unos pantaloncillos de bronce que le encasquetaron, hasta que la Iglesia, el Papa y la Madre de los Tomates decidió que ya no atentaba contra la moral y la decencia. Observen, tras cliquear sobre la foto, el micropipi del Neptuno y entenderán que algún Papa se lo cogió muy a pecho porque le traía el recuerdo (digo yo) del sinsabor del propio. O a menos que haya sido por el pomposo trasero o por las féminas que se aprietan los senos como mangos, para sacar de ellos la máxima fecundidad. He hecho una serie de fotos del cuerpazo del amenazador portador del tridente que les colocaré a mi regreso a París. Pues de veras el internet en Italia es un "disgrazzamento" (diriamos en itañol de Cuba). O la conexión se cae, o simplemente es inexistente. Luego les cuento del ángel-"obrero de la construcción" de Miguel Ángel (en la Basílica de S. Domenico), de la "Santa Cecila" de Rafael y de otras maravillas. Y, por favor, no me aconsejen que coma "pastas a la bolognesa" porque ese plato lo inventaron los italianos expatriados y aquí, en Bologna, ni siquiera saben que existe.
Pausa en medio de camino Y en la segunda foto tienen uno de los efectos nefastos de la globalización. En medio de la magnífica Piazza Maggiore de Bologna, ese timbiriche musical de cantantes de Huapatamac Inka Tupi o Guarever se la pasó tocando sus tristísimos y archiaburridísimos ritmos toda la santa tarde. De modo que hube de gozar del Neptuno con música serrana del Cuzco como telón de fondo y otras acrobacias en mi campo visual tales como una danza a algún Dios de los Papeles Migratorios que imitaba de maravillas a aquellas del Sol o de los Sacrificios de otros tiempos. A mi regreso de la Pinacoteca Nacional, horas después, los aguerridos Hijos del Sol y de la Luna, sin aire pero con mucha perseverancia, seguían invocando al Dios Migratorio con las flautillas tradicionales. Entiendo por qué mi amigo Francesco viaja con el I-pod y le pone madrigales renacentistas para oírlos mientras visita la Italia del Medioevo. ¡Qué pena que no me encontré a un altermundialista de esos que amenazan con quemar los MacDonalds! Lo hubiera amarrado a la fuente de Neptuno, sin la opción del I-pop globalizador y con un tapón en la boca, en cambio, para que tuviera que meterse sin chistar al grupito pseudo-Inca, durante toda esta tarde de domingo.