Quedarse en París no vale la pena. La ciudad se repleta con la gente de las afueras y al final se pone igual que un día laboral cualquiera.
De modo que, mapa en mano y un dedo que se pasea hasta que cae en la región del Val d'Oise, célebre porque aquí esta Auvers sur Oise, donde Van Gogh estuvo viviendo, pintando y donde están enterrados él y su hermano Théo (pero ya he ido xx cantidad de veces); también esta la Abadía de Royaumont, un sitio mágico muy cerca de Senlis y Chantilly (pero ya me los conozco de memoria); el Castillo de Ecouen, una maravilla del Renacimiento construido por Anne de Montmorency que atesora el museo de este estilo (también he estado); Pontoise, donde vivió Pissarro, con el museo dedicado a este artista impresionista (lo he visto dos veces), ... Y es que a veces uno va por curiosidad a un sitio y luego uno regresa varias veces acompañando a amigos que vienen de turismo a Francia. O sea que, con el tiempo (y ya casi son dos décadas) empiezan a escasear las novedades.
Pero como siempre quedará algo nuevo, recordé que nunca había estado en la casa de Jean-Jacques Rousseau, en Montmorency; ni en L'Isle-Adam, una ciudad que fue aristocrática y que perteneció a los Príncipes de Conti, a orillas del Oise. También recordé que nunca había visitado la Abadía de Maubuisson, fundada por Blanca de Castilla, en 1236. Asi que...
Jean-Jacques Rousseau, en Mont-Louis, Montmorency:
Gracias a un acta notarial establecida por el filósofo del Siglo de las Luces en 1758 se pudo reconstituir con fidelidad el ambiente rústico, simple y bucólico en que vivía Rousseau en este periodo de su vida.
Mañana continúo con otros sitios del Val d'Oise...