25 mai 2012

Jorge Luis Pérez Reyes, poeta en Badajoz


Jorge Luis Pérez Reyes con vista sobre la extremeña Cáceres



Jorge Luis Pérez Reyes, no tiene uno de esos curriculums repletos de publicaciones y premios. Es poeta, tal vez eso explique el por qué y, para más dicha, nació en 1987. Sin embargo, en 2002, a los quince años, en su ciudad natal de Holguín, presentó un poemario titulado Los que van a morir a concurso y recibió, tan joven, la Mención Especial del "Premio de la Ciudad" de parte de un jurado integrado por Sigfredo Ariel, Luis García Verdecia y Teresa Melo. También en Holguín recibió el premio "Voces Nuevas de la Poesía" y ganó un concurso de la Casa Iberoamericana. En 2004, sale de Cuba y se instala en Houston, Texas, que reconoce vivió "una grieta de varios años en su desarrollo intelectual". Con la cultura y la magia de la cultura ha renovado tras instalarse desde hace un año en Badajoz, Extremadura. Tal vez encuentre en esos predios los documentos que den fe de García de Holguín, conquistador y ancestro común de todos los holguineros. He dejado muchas preguntas en el tintero, por qué Badajoz, por ejemplo. Un viaje pendiente. Olvidé, además decirle que gracias a él me enteré de la vida segada de Marco Simoncelli, de quien, perdonará mi supina ignorancia desconocía, hasta que leyese este poema, absolutamente todo:


Domingo de muerte
Por Jorge Luis Pérez Reyes

a Marco Simoncelli.

Quise lavar la noticia
con una siesta letárgica de media tarde,
bajo el ruido de las obras en la calle
y el clima otoñal, que descoloca las fechas.

Pero no.  Me desperté a la misma realidad.
A una realidad a la que Marco
ya no podrá despertarse.
Los pilotos mueren los domingos.
En domingos de vocación, de riesgo,
de azares en pistas paralelas
que atraviesan a gran velocidad
por las paredes del tiempo y sus designios.
Pero mueren allí,
en el domingo de cualquier día
donde una familia marcha en peregrinación
hacia la grada.
Donde un desempleado de viernes por la mañana
encuentra el arresto necesario para salir a la calle.
Mueren el domingo del diario amanecer del aficionado,
que monta con decoro su motociclo ancestral
y con la brisa en la cara empuña el oxidado manubrio
e imagina bajo su humanidad
los colores de un Gran Premio,
un equipo de mecánicos de corazón
y el bólido endemoniado de un valiente como lo fue Marco.

Los poetas morimos los lunes,
al otro día,
al sentir la ausencia irrevocable
y despertar a un tiempo que marcha
sin distinguir.
El lunes de cualquier día, de cualquier semana,
en que la desaparición establece un régimen
con horarios renovados
y se adhiere al curso de las cosas cotidianas.
Con licencia apenas para nombrar el paso de la muerte.
Un lunes de prueba donde el paddock
de este Gran Premio de la nación de la vida
ya no será el mismo sin ti, Marco,
y el invierno se anuncia por el filo de la ventana,
tajante de realidad.


24 de octubre del 2011.