Como dije antes, el Carnaval nos persiguió (sin que lo persiguiéramos en realidad) durante todo este viaje por Extremadura. Los embates más fuertes los padecimos en Zafra, ciudad en donde hacia las 10 pm nos sentíamos felices de vernos instalados en el epicentro de la festividad, pero en donde también, hacia las 4 am, rogábamos a todas las vírgenes (sobre todo a la de la Macarena), así como al Cristo de Medinacelli (en procesión en estos momentos), que acabara con la voz a aquel rockero (o lo atragantara con el micrófono), pues hacía temblar, literalmente, las paredes del hotel, desde el podio en donde se desgañitaba y vociferaba lo que ni siquiera en Plutón podría considerarse musica. Hay quienes viven engañados con dones que creen poseer y no poseen en realidad. Esos sí que son felices.