Cuando Tahína Planas falleció no escribí nada. Ahora que Olga Connor vuelve a visitar París me viene a la memoria cuando en 1998 hizo un viaje en el que Tahína y su esposo, Pedro Portal, venían también. Tahína era una persona extremadamente suave, muy amable, paciente, dulce. Era abogada y muy profesional. Siempre le decía que la recordaría toda mi vida porque mi primera multa conduciendo en Miami fue ella quien me la limpió, hace mucho tiempo ya. Vuelve Olga a París, esta vez con su familia, y deja que les guíe por un museo que conozco como la palma de mi mano. Una oportunidad para evocar algunos cuentos y obras del libro que compartí con Regina Avila. Aquí esta foto, el enlace y artículo de Olga Connor en el Herald de hoy:
A cada rato Olga Connor se aparece por París. Esta foto es ya una reliquia, pues fue tomada en París, en 1998. Aparece en ella Olga Connor y también la amiga Tahína Planas (qepd).
Vacaciones en París, recibimiento en el Louvre
por Olga Connor
En Nuevo Herald, miércoles 4 de julio de 2012.
Aunque los lectores hayan notado mis columnas y artículos
en el periódico, he estado en Europa, adonde fui en un viaje de enseñanza para
mi nieto Evan Connor, de siete años y medio. En París, tuve la suerte de contar
con un amigo crítico de arte, William Navarrete, que accedió a mostrarnos con
detalles aclaratorios algunas de las obras más representativas del Louvre.
LA CANOPEA DEL LOUVRE
Regina
Avila (nombre real: Regina Al Sowayel) y William Navarrete
habían publicado La canopea del Louvre (segunda edición, 2010,
Valencia), con prólogo de Ramón Alejandro, titulado Dos criollos ante
la esfinge, con el objeto de analizar obras suyas favoritas en el Museo
del Louvre, pero no a la manera académica o crítica, sino a la luz de su imaginación.
Publicado en español y francés, el libro ya ha sido reseñado en este diario,
pero Navarrete nos mostró algunos cuadros de los que seleccionó en su obra.
Entre
los que glosó, La balsa de la Medusa/Le Radeau de la Méduse, de Théodore
Géricault (1819), es un cuadro icónico del romanticismo francés, inspirado
por el naufragio de la fragata francesa Medusa, frente a las costas de
Mauritania el 5 de julio de 1816. Unas 147 personas se montaron en una balsa
construida rápidamente, pero todos menos 15 murieron en los 13 días antes del
rescate. Hubo canibalismo, locura y deshidratación durante la espera. Navarrete
lo interpreta en su libro como un símil del naufragio de la isla de Cuba.
“Nuestra isla se hunde”, comienza su escrito. “Los últimos sobrevivientes del
cataclismo nos hemos puesto a salvo”.
El
nombre de la Medusa en el barco no auguraba nada bueno. Y a un niño le fascina
la metáfora de un rostro cubierto de serpientes que pueda petrificar a un
hombre o condenarlo al abandono en el mar. Eso fue lo que pasó en esta obra tan
gráfica que refleja un hecho histórico.
LOS TESOROS DEL LOUVRE
Evan
le llama “Leo” a Leonardo da Vinci. El, mi nuera Shawn, mi hijo David y
yo, quisimos ver la Mona Lisa, ahora tras cristal blindado. Es un cuadro que
tiene muchas vidas y ahora se han resaltado otras obras de Leonardo o
relacionadas con él, en una exposición en el Louvre que cerró el 25 de junio,
alrededor de una Santa Ana, La virgen y el niño con Santa Ana, la última obra
maestra del artista, que dejó incompleta y ha sido restaurada, y en España otra Mona Lisa de un discípulo, que pudo haber sido
Andrea Salai o Francesco Melzi.
Para
prepararnos para esta experiencia pasamos a ver otras obras renacentistas y
prerrenacentistas, como los frescos de la Villa Lemmi, en Florencia, realizados
por Botticelli hacia 1486, bajo encargo de la familia Tornabouni. “Los
únicos dos frescos que se conservan los posee el Louvre”, dijo Navarrete. De Giotto,
vimos el retablo San Francisco de Asís recibiendo los estigmas, del siglo
XIII, que proviene de la iglesia de San Francisco de Pisa. “La obra es de gran
importancia porque en el panel central se trabaja lejos de los cánones
hieráticos que hasta entonces se pintaban y se esbozan los primeros intentos de
perspectiva con la finalidad de dar a la obra un movimiento interior hasta esa
fecha inédito”, comentó el crítico de arte. El tema de la perspectiva tuvo gran
interés para un niño de siete años. También
los temas históricos.
Un
gran cuadro de ejemplo fue La coronación de Napoleón, en presencia del papa Pío
VII, ocurrido en 1804 en la catedral Notre Dame de París. Para afirmar su
independencia con respecto a la Iglesia, Napoleón se coronó a sí mismo. “David
redujo la perspectiva de Notre Dame para darle mayor visibilidad a los
personajes y cubrió de cortinajes parte de las paredes y vitrales que todavía
conservaban las cicatrices de la Revolución Francesa”, nos informó Navarrete.
Mi
hijo David quiso mostrar a mi nieto La libertad guiando al pueblo, de Delacroix,
(1830), sobre la sublevación de los parisinos durante tres días conocidos como
“Los Tres Gloriosos”, en contra del rey Carlos X, en el mismo año 1830. “Una de
las medidas que el Rey pretendía aplicar era la de suprimir la libertad de la
prensa”, dijo Navarrete. “La revuelta obliga a Carlos X a abdicar. Es de gran
valor documental, pues Delacroix pinta el lienzo el mismo año en que suceden
los acontecimientos”.
Vimos,
por supuesto, la Venus de
Milo, del período helenista (130 a 100 antes de Cristo), descubierta en la
isla de Milo, en el mar Egeo, en 1820. Y también de ese período, La victoria de
Samotracia (190 antes de Cristo). Mandada a esculpir en mármol sobre
una base que imita la proa de un barco, y que se consideró una conmemoración de
la victoria naval en Salamina contra la flota de Ptolomeo Sóter, 200 años
antes; pero pudo haber sido una celebración de las victorias de Antioco III
Megas.