© El Nuevo Herald / William Navarrete
Dejo aquí el primero de los artículos de una serie que escribí sobre este país andino
Quito: capital cultural de Latinoamérica
lunes 13 de febrero del 2012
William Navarrete
© 2012 El Nuevo Herald. All Rights Reserved.
Durante el 2011, Quito, la capital de Ecuador, lo ha sido también de la cultura latinoamericana. La ciudad fue en 1978, a la vez que Cracovia, la primera en ser declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO. Su centro histórico y la influencia que durante siglos ejerció en toda la región andina, la hacen merecedora del título que ostenta.
San Francisco de Quito, fundada en 1534, a 2,850 metros de altura, por el conquistador español Sebastián de Benalcázar, se encuentra situada al pie de un volcán: el Pichincha, que da nombre a esta provincia y entró en erupción por última vez en 1999. Con el tiempo, el crecimiento urbano ha quedado forzosamente limitado al valle estrecho y alargado que conforman las altas montañas circundantes. Es por eso que los propios quiteños evocan la forma de un chorizo al referirse a su ciudad, cuyo eje Norte-Sur, se reduce a las estrechas y enclaustradas márgenes del valle intramontano. Poco más de un millón y medio de habitantes pueblan la referida zona urbana.
El visitante que llega a Quito por vez primera necesitará de cierto tiempo de adaptación, sobre todo si no está acostumbrado a vivir en sitios de considerable altitud. El mal de alturas o de altas montañas, como también se le conoce, se manifiesta, en general, mediante dificultades respiratorias (dado la falta de oxígeno), mareo o dolor de cabeza. No afecta a todo el mundo ni a todos por igual. Incluso, puede aquejar a una misma persona durante un viaje y no afectarla en el siguiente. Se recomienda, al menos durante los dos primeros días, reducir la actividad física y de descansar antes de sentir la fatiga, comer antes de tener hambre y beber sin tener sed.
El casco histórico o ciudad colonial es la parte que atesora la mayor cantidad de monumentos y sitios de interés, pero los turistas suelen alojarse en un barrio de la parte moderna llamada La Mariscal. Es en él en donde se encuentra la mejor infraestructura hotelera y abundan los restaurantes, cafés, discotecas, agencias de viajes, etc. Ese es también el barrio con mayor vida nocturna (alrededor de la Plaza Foch), a excepción de la calle de la Ronda, en el casco antiguo.
Cualquier visita a Quito estará siempre marcada por la visión de la célebre Virgen del Panecillo, escultura metálica que corona la elevación de 3,035 metros en forma de pan, al Oeste de la ciudad. Para tener una idea exacta de la extensión de la capital ecuatoriana y de su situación geográfica, se debe subir imperativamente a este mirador natural que permite admirar el esplendor de la naturaleza, así como la caprichosa disposición de su geografía. A pesar de tratarse de un monumento de reciente factura, concebido en 1976 por el español Agustín de Herrán Matorras, la Virgen, visible desde casi todos los puntos de la urbe, se han convertido en el icono de ésta. Otra opción, de sensación mucho más vertiginosa que la anterior, es la de tomar el Teleférico de Quito que permite ascender una de las laderas del volcán Pichincha hasta el sitio conocido como Cruz Loma, a 4,200 metros de altitud.
El casco histórico de Quito puede recorrerse enteramente a pie y tiene su epicentro en la Plaza de la Independencia. Alrededor de ésta se hallan el Palacio Arzobispal, con un bello patio interior rodeado por galerías de maderas preciosas; también el Palacio de Gobierno o Carondelet, sede de la Presidencia de la República, de modesta talla, con verjas que pertenecieron al incendiado Palacio de las Tullerías, en París, y cuyas dependencias han sido recientemente abiertas al público. Por último, a un lado de la plaza, la Catedral Metropolitana (1562), también de modesta dimensión y de bajo puntal para contrarrestar los efectos de los movimientos sísmicos frecuentes en la zona. De esta última vale la pena destacar su formidable techo de artesonado inspirado en el mudéjar español, el altar mayor con un bello lienzo de Manuel Samaniego y la capilla donde se conservan los restos del mariscal y héroe de la independencia ecuatoriana, Antonio José de Sucre.
Dos otras importantes plazas marcan el ritmo de la vida del Quito colonial: San Francisco y Santo Domingo. A un lado de la primera, se erige el convento e iglesia de 1550 que le dan nombre. El conjunto arquitectónico formado por ambos es probablemente el más grande de América Latina. Al penetrar en la nave principal de la iglesia se constata inmediatamente la riqueza de la decoración interior que exhiben altares, capillas, techos y columnas mediante espejos, contrachapados en oro y pinturas doradas. La llamada Virgen de Legarda, en el altar mayor, debe su nombre al maestro de la escuela quiteña que la talló. A un lado del conjunto se encuentra la conocida Capilla de Cantuña, en honor al indio que construyó el atrio de la iglesia, sobre quien se cuenta alguna que otra leyenda.
En la segunda de las plazas mencionadas, en la de Santo Domingo, se alza el convento e iglesia que le dan nombre. Construido a finales del siglo XVI por la orden de los dominicos, el conjunto atesora un museo que muestra importantes piezas de la escuela quiteña, fundamentalmente las tallas del Padre Carlos. Debe también visitarse la capilla Nuestra Señora del Rosario, tal vez el mejor ejemplo del barroco del siglo XVIII o, al menos, uno de sus exponentes de máximo esplendor.
De las muchas iglesias de Quito, la llamada Iglesia de la Compañía contruida desde los albores del siglo XVII hasta fines del XVIII por los jesuitas, es considerada uno de los edificios más significativos de esta orden en todo el mundo. La fachada del templo, precedida por seis columnas salomónicas, con frisos, cornisas y paneles sobrecargados de esculturas, bajorrelieves y moluras, es una obra maestra del barroco en Sudamérica. Curiosamente, las capillas fueron construidas por mano de obra indígena y los retablos y púlpitos constituyen una auténtica orgía de dorados y contrachapados de oro. En la nave principal, el retablo mayor, también obra de Legarde, luce tan abigarrado y sobrecargado como la misma fachada. El templo atesora, asimismo, la mejor serie de pinturas de la admirable escuela quiteña.
Fuera del centro histórico, aunque no lejos de él, la Basílica del Voto Nacional es muy visible desde diferentes espacios de la capital. Fue concebida en estilo neogótico y sus 115 metros de altura la convirtieron en el edificio más alto de Quito. Inaugurada y bendecida por el Papa Juan Pablo II durante su visita pastoral a Ecuador en 1985, su construcción comenzó en 1875, bajo el malogrado gobierno del presidente Gabriel García Moreno. Sobresalen las gárgolas del edificio que representan animales de la fauna local (tortugas, reptiles, etc.) y desde la colina en que se alza se puede disfrutar de una hermosa perspectiva de todo el barrio neoclásico aledaño. En su recinto se situó el Panteón Nacional, donde reposan los restos de muchos de los jefes de Estado que ha tenido el país desde su independencia hasta nuestros días.
El Museo del Banco Central, en el Edificio de los Espejos, conserva las piezas arqueológicas precolombinas más sobresalientes de Ecuador, así como las colecciones de arte colonial, de la República y la pintura contemporánea. Otros museos interesantes son el de la Ciudad, sito en el edificio más antiguo de Quito, y el de Guayasamín, que contiene la obra de este conocido artista ecuatoriano. En el Parque La Carolina, auténtico pulmón verde de la ciudad a pocos pasos de La Mariscal, se encuentra el Jardín Botánico, con una importante colección de orquídeas, así como el Parque Náutico y el Museo de Ciencias Naturales. Durante los festejos populares es en este parque donde se realizan los conciertos multitudinarios al aire libre.
Por su importancia simbólica, por hallarse en la misma provincia que Quito y a sólo 13,5 kilómetros de la capital, la Mitad del Mundo es un poblado concebido de forma artificial y como atracción turística, en el mismo sitio por donde pasa la línea ecuatorial, equidistante de los polos Norte y Sur. El conocido monumento piramidal que marca el paso de la línea imaginaria que da nombre al país acoge un interesante museo etnográfico. Es de destacar entre los pabellones y museos que existen en este lugar, el llamado Pabellón Francia, por ser este país el que más sabios y científicos aportó a las mediciones del centro del mundo, desde que en 1736 Charles-Marie de La Condamine, Joseph de Jussieu y Pierre Godin realizaron in situ, junto a otros pioneros de la misión geodésica francesa, las primeras observaciones físicas y naturales. No faltan allí los restaurantes de comida tradicional y las tiendas de artesanías y recuerdos. Recientemente, se ha añadido al concierto de bustos de intelectuales y científicos relacionados con la línea del ecuador y el país, una escultura de José Martí, con el objetivo de evocar el ideal integrador de las Américas con que soñaba el apóstol cubano.
Poco conocida fuera de sus fronteras, la gastronomía ecuatoriana y, en particular, la quiteña, depara agradables sorpresas. No faltan especialidades a base de maíz entre las que se se destacan gran variedad de tamales y las famosos locros que son cremas de maíz, con queso casero fundido y aguacate. La comida serrana, a base de carnes, humeantes sopas, cremas, quesos caseros y abundantes legumbres y frutas es la que se come con más frecuencia en las provincias montañosas. De hecho, abundan los restaurantes tanto de excelente cocina local (como el Mamá Clorinda, La Choza y La Casa de mi Abuela, en la zona de La Mariscal), como los de cocina internacional (entre los que sobresalen La Boca del Lobo y Pídeme la Luna), en esa misma área.
La belleza del sitio natural en donde crece Quito compensa una caprichosa meteorología que, como la de toda región de alta montaña, puede cambiar en pocos minutos y varias veces al día, según la acumulación de las nubes y la dirección de los vientos. Por esta misma razón, nunca hace demasiado frío ni excesivo calor, aunque llueve con frecuencia.
La ciudad donde radica el poder político y administrativo de Ecuador no dejará indiferente a ningún visitante. Más bien, muchos quedarán sorprendidos al descubrir en ella una capital de múltiples rostros, pujanza comercial, sinnúmero de distracciones, establecimientos de calidad y excelente acogida. Después de haber sido durante todo un año sede de la cultura latinoamericana, una atmósfera de renovación y de dinamismo se respira en casi todas las zonas principales.
Desde la Virgen del Panecillo.