Ahora bien, quien no soporte el calor que se desprende de un sistema de calefacción defectuoso (y probablemente obsoleto) que no se asome ni siquiera al umbral de este hotel. Desde el lobby, pasando por ascensores, pasillos, cuartos y salones, hasta terminar en los baños (turcos o tuquísimos) de las habitaciones, el Art Boston es una auténtica parrilla y Ud. es el pollo que se asa en ella sin necesidad de que le den vueltas. No hay manera de bajar la temperatura de ese artefacto asesino pues aunque unas ruedillas de funcionamiento incomprensible ofrecen la ilusión de que podrá regularla, la temperatura real es colectiva y sale de unas calderas invisibles en las que sospecho debe hallarse el Diablo, frotándose las manos delante de la llama que él mismo alimenta, en lo que los clientes se achicharran sin que Dios se dé por enterado. Y es que en los hoteles de Italia la Bella siempre hay algo que no funciona para recordarnos que... estamos en Italia y que la belleza, de algún modo, cuesta lo suyo.
Art Boston
El bar.
La biblioteca.
El cuarto
El cuarto
El baño del breakfast room.
El jardín pseudojaponés