Idílica península de archimillonarios, justo después de Villefranche-sur-Mer, Saint-Jean-Cap-Ferrat tiene maravillosas playas (La Paloma es mi preferida), senderos marítimos absolutamente sublimes (el del Faro, el del Saint-Hospice), etc. Otro día pondré imágenes de dos de sus atracciones principales: la bellísima Villa Griega Kerylos y la Ephrussi de Rothschild, ambas abiertas al visitante. Por ahora, dejo algunas vistas de mi ultimo paseo y al final una moraleja:
La plage solitaire de La Fossette, à Saint-Jean-Cap-Ferrat.
En este paraíso azureño de billonarios, la inteligente ciudadanía de todas las religiones que vive entre sonrientes pinares, erigió con el beneplácito de la también inteligente Alcaldía de Saint-Jean-Cap-Ferret, esta fuente llamada "de la coexistencia". El canto delicioso de las cigarras entre pinos de Alepo y bellotas perfumadas impide que llegue hasta aquí el más mínimo abejeo o bullanga incomprensible del exaltado populacho extremista, abanderado de las tres religiones. Ellos, los que viven en este oasis de lujo, producen el 90% de lo que consumimos (desde gasolina, billetes aéreos, chapapote, ladrillos, seguros hasta los simples yogures y botones de camisas y pantalones), o sea, todo. Encima de eso, se mandan, a través de las cercas que separan sus mansiones, atentas y cálidas cestas con cerezas, calabacines y deliciosas frutas recogidas de sus cuidadas huertas. A mí siempre me ha fascinado la gente inteligente.