9 avr. 2012

Hoy en El Nuevo Herald / un viaje por Apulia


Los trulli (trullos) -curiosas viviendas circulares de piedra caliza- poseen característicos techos de formas cónicas que el escritor italiano Umberto Eco ha asociado a los senos maternos y al deseo de fertilidad de la tierra. En Alberobello

Mi viaje por Apulia (Puglia), el talón de la bota, Italia meridional, en el verano pasado, en El Nuevo Herald:


Apulia: paraíso de Italia meridional
William Navarrete
El Nuevo Herald, domingo 8 de abril de 2012
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Al Sur de la península itálica se le conoce como mezzogiorno. De sólo escuchar su nombre imaginamos hermosas playas, olivares que se extienden hasta el horizonte y una expresión: el dolce farniente, que ya significa, en muchas lenguas, el placer de entregarse al puro ocio. De ese mezzogiorno forman parte las regiones de Campania, Calabria, Basilicata, la isla de Sicilia y, por último la que aquí nos ocupa: Apulia.

En italiano su nombre es Puglia y es lo que corresponde exactamente al llamado “talón de la bota”, si tomamos en cuenta la caprichosa geografía de la península. Sus ciudades principales son Taranto, Bríndisi, Lecce y Bari. Es a esta última a donde llegan casi todos aquellos que visitan Apulia, pues allí se halla el aeropuerto que da servicio a toda la región.

Apulia es una región de admirable belleza, extraordinaria riqueza cultural y asombrosa historia. Colonizada primero por los griegos de la Antigüedad, vio instalarse en su tierra en siglos sucesivos a bizantinos, francos, normandos, suavos, españoles del reino aragonés, a los hombres del Imperio de Carlos V, a ejércitos pontificales, etc. Todos dejaron huellas visibles en las costumbres y el paisaje.

La ciudadela medieval de Bari es un excelente ejemplo de lo antes dicho. En ella se erige el célebre castillo suavo, fortaleza construida en épocas del Sacro Imperio Romano Germánico (castillo que sirvió de residencia al temible Federico II y a Bona Sforza); la catedral de San Nicolás de Bari (patrón de la ciudad) con trazado y arquitectura franconormanda; el Duomo, del que se asoman ventanas con alféizares bizantinos pues data de esa época; así como un sinfín de iglesias barrocas (Santa Escolástica, por ejemplo) que traducen el gusto por el arte de la Contrarreforma, incluso en regiones tan alejadas de Roma como Apulia.

Bari posee una intensa vida popular, sus habitantes viven prácticamente fuera de sus casas durante el verano, se les ve jugar y hasta cenar en mesas que instalan en los umbrales de las puertas. En las estrechas callejuelas de la ciudad medieval se oyen los pregones de pescaderos y fruteros que venden en dialecto baresi sus mercancías. La otra parte de la ciudad, la llamada borgo murattiano (por haber sido construido por orden del rey Joaquim Murat de Nápoles, entronizado por Napoleón en 1808), posee trazado geométrico racional, lo que coadyuvó a que fuera allí en donde se desarrollase la actividad comercial. De hecho, es en el borgo en donde abundan heladerías artesanales (Caffé Catullo), tiendas de ropas, famosos teatros (el Margerita y el Petruzelli) y ocurre, a lo largo del Corso Cavour, la intensa vida social a la hora de la passegiatta.

Tal vez sea de utilidad precisar que el medio de transporte ideal para recorrer la región es el automóvil, dado que autobuses y trenes no recorren muchos pueblos secundarios de máximo interés y tampoco ciertos enclaves costeros que vale la pena visitar. Conducir en Italia meridional requiere de tacto y paciencia. El conductor italiano siempre intentará pasar antes y hará amago de adelantarse, aunque desistirá en cuanto vea que no se le deja pasar cuando no le corresponde.

A partir de Bari, la región conocida con el Valle de los Trulli, es la primera etapa de casi todos los que recorren Apulia. Los trulli (trullos) -curiosas viviendas circulares de piedra caliza- poseen característicos techos de formas cónicas que el escritor italiano Umberto Eco ha asociado a los senos maternos y al deseo de fertilidad de la tierra. El pueblo en donde mayor concentración de esta curiosa y llamativa construcción existe es Alberobello, declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO en 1996. En él existe un barrio entero de trullos y hasta una iglesia concebida como imitación a este tipo de arquitectura. En los alrededores, en medio de campos de cerezos o de olivares, es posible hospedarse en estancias rurales cuyas casas forman lo que se asemeja a una colonia o conglomerado de éstas.

Muy cerca de Alberobello existen ciudades con importantes edificios religiosos y palacios. Cisternino y Locorotondo son dos de las más importantes y el trazado de sus calles y la blancura de sus fachadas recuerdan las medinas de ciudades árabes. En Conversano, elegante y antigua ciudad medieval, existe un castillo aragonés de imponente presencia. Desde allí se contempla, en el horizonte, el azul del mar Adriático. En Conversano, el hotel Corte Altavilla es una antigua casona solariega de piedras de cantería que perteneció a un noble caballero normando de la Edad Media. El restaurante La Casa de Tito exhibe en su carta más de 30 variedades de auténticas y excelentes pizzas, hechas a la manera apulense, o sea, con la masa muy fina y crujiente. No es raro ver delante de su puerta, como buen signo de lo que allí se vende, una fila de locales que esperan pacientemente a que se libere una mesa para cenar.

Al sur de Alberobello, la ciudad de Ostuni se presenta, desde lo lejos, como una fortaleza blanca sobre una colina. Las fachadas laterales de las edificaciones de la ciudadela medieval dan la impresión, gracias a su altura y manera circular en que han sido concebidas, de constituir una alta muralla. En Ostuni vale la pena acercarse a la catedral Santa María de la Asunción, construida en el siglo XV y por ello con toda la perfecta simetría y elegancia propia de la arquitectura religiosa del Renacimiento. A proximidad de casi todos los pueblos el turista podría hospedarse en las célebres masserias (equivalente de las haciendas o cortijos andaluces), perfectamente acondicionadas para recibir, en una atmósfera apropiada, al visitante. A cuatro kilómetros de la elegante ciudad de Martina Franca, por ejemplo, la masseria Il Vignaletto se encuentra al final de un camino vecinal y en medio de un apacible campo de olivos que crecen incluso en el patio central de la hacienda.

Más al sur, la ciudad más importante de la zona es Lecce, conocida como “la Florencia del Sur” por la cantidad de palacios, iglesias y monumentos que atesora. El centro de Lecce es un anfiteatro romano (en el que se celebran conciertos y espectáculos al aire libre durante todo el verano) y a pocas manzanas de éste hay un teatro de la misma época. El Duomo de la ciudad es muy conocido por su majestuosidad, la altura del campanario, su fachada de exquisita piedra labrada y la posición de cuadrilátero de la plaza en que se encuentra, circundada por el Palacio Arzobispal y el edificio del Museo Diocesano. En Lecce se halla también una de las iglesias más interesantes de Italia: la Santa Croce, de puro barroco del XVI, con tal profusión de atlantes, esculturas, relieves, rosáceas y ornamentos en su fachada que es necesario detenerse a contemplarla largo tiempo para detallar algo de la abundante decoración que contiene. Por ser Lecce una importante ciudad desde tiempos inmemoriales, en ella mandó Carlos V a rehabilitar su antiguo castillo medieval. La ciudad fue dotada de puertas triunfales (como la de Nápoles) y la aristocracia construyó esbeltos palacetes de piedra (como el Marrese).

A partir de Lecce, en dirección Este, es posible bordear todo el litoral desde Otranto hasta Taranto. La costa Este se caracteriza por la la belleza de su paisaje salvaje. La escasez de playas hace que la región dé cabida a un turismo más interesado por los aspectos culturales. En ese caso, el antiguo pueblo de Otranto resplandece desde sus altas murallas y su castillo de origen aragonés, alzándose a orillas de un mar azul turquesa y de su puerto deportivo. La catedral normanda de Otranto data del siglo XI y es otra de las maravillas de Apulia pues atesora un suelo completamente cubierto por mosaicos narrativos bizantinos del siglo XII, una cripta de columnas románicas con capiteles esculpidos y un impresionante techo de artesanado de inspiración mudéjar.

El camino de la costa comienza realmente al sur de Otranto. El turista se detendrá según sus intereses y deseos en diferentes puertecillos y calas, aldeas o ensenadas, que abundan en la región costera. Porto Badisco, la primera de estas hermosas calas de verde esmeralda, es el sitio por donde, según Virgilio, desembarcó el héroe troyano Eneas en su primer viaje a la península itálica. Más al sur Santa Cesárea Terme, como su nombre lo indica, es una estación termal de finales del XIX que ha conservado todo el encanto de estos establecimientos aristocráticos de antaño. El extremo sur de Apulia está ocupado por el pueblo y santuario de Santa María de Leuca. Reverbera allí el sol sobre las fachadas blancas, protegidas desde el alto promontorio costero por el majestuoso santuario de Santa María y el gran faro a proximidad de éste.

A partir de Santa María de Leuca hasta Gallipoli, en dirección norte, vale la pena evitar esta parte de costa Oeste de la península apulense por la manera irracional y caótica en que han sido construidos los alojamientos de turismo masivo. Afloran, como vestigios de cierta grandeza pasada, los torreones del sistema defensivo ordenado por Carlos V a todo lo largo de la costa meridional.

Gallipoli es la siguiente ciudad importante de la costa. La parte antigua se encuentra en un islote unido por un puente al Corso Roma y a la parte moderna. La ciudad posee una interesante arquitectura medieval y hermoso castillo con los cimientos en el puertecillo en donde los pescadores tejen sus redes y venden sus productos. Sin embargo, a pesar de la innegable belleza del sitio, Gallipoli es una ciudad de difícil alojamiento y su excesivo turismo hace que restaurantes y los pocos sitios de estancia resulten bastante caros. Tal vez sea esta la razón por la que la gente de allí dé la impresión de ser mucho menos amable y hasta un tanto hosca, con respecto a la de los restantes pueblos de Apulia.

A partir de Gallipoli y hasta Taranto, la costa es sin dudas una de las más bellas de todo el Mediterráneo. Protegida por la creación de un Parque Nacional, es posible observar en ella las dunas con la vegetación característica de su geografía, los fondos marinos de aguas translúcidas, las playas de arenas finas o de piedras coralinas. Entre Porto Cesáreo (comparado por su belleza a los cayos de las Bahamas) y Campomarino, pasando por Torre Ladillo, Torre Colimera, San Pietro in Bevagno, etc., la belleza de la costa deja sin aliento incluso a quienes tienen costumbre de visitar sitios excepcionales.

En el noroeste de Bari, vale la pena acercarse a Castel del Monte, misteriosa fortaleza octogonal en la que la presencia del número ocho intriga y da pie a múltiples especulaciones, desde su fundación por el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico Frederico de Hohenstaufen en el siglo XIII. El edificio, espectacular sobre un promontorio y en medio de la nada, ha sido declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO y acoge interesantes exposiones de arte durante los meses de verano.

A orillas del mar, Mofetta, Trani y Barletta son tres ciudades que se hallan a poco tiempo del aeropuerto y en donde el visitante podría instalarse para pasar los últimos días de sus vacaciones y recorrer la zona norteña. Trani, por ejemplo, es una ciudad cuyas playas se hallan a más de un kilómetro y tal vez sea esa la razón por la que inspira deseos de quedarse en ella. Una atmósfera de sosiego, limpieza y armonía se respira allí. La ciudad se enorgullece de poseer el Código Marítimo en vigor más antiguo del mundo (data del año 1000), algo que denota la importancia de su hermoso puerto, protegido por un imponente bastión y por la catedral-fortaleza normanda de San Nicola Pellegrino, tal vez la única catedral europea con los cimientos sobre el mar.

En Trani hay poca hotelería, pero excelentes restaurantes. Muchos de estos últimos son auténticas tarbernas familiares, como la llamada Castello Svavo, con un excelente y económico menú de pescados y mariscos, situado frente a la fortaleza medieval de la época sueva, a orillas del Adriático. Elegantes tiendas y heladerías se hallan en al Corso Vittorio Emanuele. Trani posee además uno de los jardines más hermosos de la región, concebido a orillas del mar.

Sin dudas, son los meses de junio, julio y agosto los mejores para visitar Apulia. Contrario a lo que se pueda pensar, hace menos calor en esta región que en Roma, Nápoles o Milán en la misma época. La condición peninsular de ésta y la cercanía a los Balcanes es la razón por la cual las temperaturas no son excesivas en el verano. Un viaje a Apulia significará, sin lugar a dudas, una primera etapa para sucesivas visitas de la región. Siempre quedarán partes no exploradas y sitios por ver. Un mes haría falta para recorrer y visitar con detenimiento la zona. Quince días permiten ver lo esencial de ella. De cualquier manera los paisajes apulenses y su gente marcarán para siempre los recuerdos de todo el que se acerque a esta maravillosa región.

© William Navarrete