4 avr. 2012

Heriberto Hernández Medina (1964-2012)

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Querido Heriberto,

La desgracia de vivir de este lado del Atlántico es que cuando se recibe una noticia de allá, mala o buena, uno tiene que tragársela y esperar a que el día les despunte a quienes viven del otro lado.

No me diste tiempo de leer tu poemario. Lo recibí apenas ayer y en la página frontal escribiste: "Para William Navarrete, el amigo, estos versos amargos que he vivido y escrito en otro tiempo, por suerte ido ya. Un abrazo de, Heriberto. Miami, marzo 16 de 2012".

No suelo escribir (tú lo sabes) obituarios. Siempre digo que es en vida cuando uno está al lado de las personas que estima. Esta vez no me dejas otra opción que hacerlo de este modo que no quiero lo parezca. Lo hago porque tengo que acusar recibo de tus versos y tragarme, de paso, todas las preguntas: las de acá, las de allá y las del más allá.

Sé que estamos de paso. Sé que cualquiera se va y que las empresas humanas y nosotros mismos somos tan fuertes como tan frágiles. Sé que hay misterios insondables que mejor dejamos sin respuestas. También sé que hay quienes sufren más que yo porque ellos sí se quedan sin respuestas que le son muy necesarias. A quienes llegamos a ti por tus libros, por Blue Bird, por tu poesía, nos dejas con infinitas respuestas. Lo digo para consolarme.

En Otros filos del fuego te leo empezando por el final. Busco respuestas aunque haya mentido diciendo que las tengo, que están en tu obra y en muchos de tus versos. Hay un poema en ese libro que me mandas, se titula Señales de humo y es el último. Te leo:

Estoy haciendo señales de humo
desde esta colina
como cuando jugábamos a ser indios
y las flechas caían apenas a unos pasos.

Estoy haciendo señales para que alguien las vea
aunque no seas tú,
aunque nadie pueda percatarse
de que estas señales
no son simple juego.

Desnudo -me sobra toda esta ropa-
como un indio,
sentado sobre la hierba;
desnudo ante los ojos inmutables de dios,
como un salvaje,
estoy haciendo simples señales
con la esperanza
de que alguien pueda verlas.


[...]

Yo no las vi. No pude siquiera imaginarlas. Ahora me toca decir que es la suerte de vivir de este lado, aunque me vuelva a mentir para estar mejor conmigo mismo. Humo de señales que ascendió muy alto. Yo en la tierra, ajeno, pensando en mí probablemente, en esas cositas del dia a día. En el cielo, alguien extendiéndote Sus brazos. Te tendré siempre presente, afable y muy querido amigo.

Otros filos del fuego, poemario de Heriberto Hernandez Medina, Avondales Ediciones, Lawrenceville, Ga., 2012, Ed. de Manuel Sosa, portada de Frank Panizo,106 pp.