30 sept. 2010

Kensington Gardens and Palace - London today

Apacible jornada. Todo el día sin moverme del barrio y visita minuciosa del Victoria and Albert Museum. Ha sido el día menos londinense: o sea, salió el sol después de 4 días más plomizos que el plomo más plomo. Pero bueno... no se viene a Londres a coger sol y a broncear. Por Kensigton Gardens debe andar el espirítu ambulante de Lady Di. La pobre. No sé dónde leí que los cisnes del gran estanque eran también propiedad de la Reina.

Kensington Gardens, London.

In Kensington Palace.

Kensington Palace.

Kensington Gardens.

Albert Memorial.

A building near Exhibition Rd., in Kensington.

Royal Albert Hall

26 sept. 2010

Hoy en El Nuevo Herald

Hoy escribo en El Nuevo Herald sobre uno de los autores del Mariel: el cienfueguero Reinaldo García Ramos y su nuevo libro que presentará mañana en Miami.

Enlace directo:
Otra vez el Mariel

Otra vez El Mariel
William Navarrete
El Nuevo Herald, domingo 26 de septiembre del 2010

El Mariel es tema recurrente en el ámbito de las letras cubanas de las últimas tres décadas. Lo es porque muchos autores de la Isla llegaron a Estados Unidos a través de este puente marítimo y porque han reivindicado, mediante su obra y otras manifestaciones, su pertenencia a una generación de contornos difusos. En Cuba, muchos de ellos no existían más que en las tertulias entre amigos. En el exilio, otras circunstancias han hecho que no pocos sobrevivan desempeñándose en actividades que no se relacionan directamente con el ámbito literario.

Un poco de ello hay en el caso de Reinaldo García Ramos (Cienfuegos, 1944). Al llegar al islote de Cayo Hueso, en viaje desde el puerto pinareño del Mariel, no era un escritor reconocido en Cuba. Trabajaba entonces como traductor y evitaba (lo cuenta en esta obra que ahora presentamos) que se fijaran mucho en él. Vivía entonces, en lo posible, al margen de la realidad sociopolítica cubana. Al llegar a Estados Unidos, continuará ejerciendo la profesión de traductor (esta vez en la sede de Naciones Unidas en Nueva York) y, a diferencia de épocas pasadas, publicará parte significativa de su obra en el país de adopción.

La literatura cubana en el Sur de la Florida se enriquece ahora con un nuevo testimonio de aquellos días que precedieron al éxodo más importante a corto plazo del que fueran escenario las aguas del Caribe. Cuerpos al borde de una isla, el libro que acaba de publicar la editorial Silueta, dirigida por el también escritor Rodolfo Martínez Sotomayor, es el recuento casi exhaustivo de la vida del autor durante los casi dos meses que precedieron a dicho éxodo, o sea, el tiempo previo a su salida definitiva de Cuba.

Para Reinaldo García Ramos salvar la memoria de esos días, su caso personal, las historias que vivió en ese momento hasta su salida hacia Estados Unidos a bordo de un atestado barco es crucial en aras de la salvaguarda, para futuras generaciones, de los acontecimientos que han marcado el siglo XX cubano. Tal vez por ello no se permite fantasías literarias más allá de la lógica subjetividad con la que el propio tiempo termina por dotar a ciertos acontecimientos de nuestras vidas. Su caso --tal vez el de decenas de cubanos-- ofrece la oportunidad de reflexionar acerca de la fragilidad humana en medio de circunstancias históricas imprevisibles. El autor avanza a ciegas en ese universo en penumbras que es el de intentar huir de un poder ominipresente. Oye rumores, intenta contactar a sus familiares en Miami, no sabe a ciencia cierta qué está pasando o qué va a pasar. Por las noches, discretamente, con temor casi, enciende el radio y sintoniza lo que es entonces la única vía de información posible: La Voz de las Américas de los Estados Unidos de América, trasmitiendo desde Washington, una especie de Radio Europa Libre para los cubanos de entonces. En la emisora tampoco logra obtener mucha información acerca del éxodo que se prepara o sobre los sucesos de la embajada de Perú, detonante del inminente Mariel.

El lector cubano, conocedor de pormenores de este viaje emprendido por más de 125,000 compatriotas, no hallará mucho de novedoso en este libro. Los menos informados, aquellos que pertenecen a generaciones más jóvenes, y los extranjeros, por supuesto, sí podrán hallar en él una fuente de primera mano que les contará, con rigor, lo sucedido. En su obsesión por ser fiel a lo vivido, Reinaldo García Ramos sacrifica los valores literarios del relato, entendidos como innovación u otros recursos que siempre ennoblecen un libro.

Sin embargo, a medida que la lectura avanza, Cuerpos al borde de una isla se convierte en un crescendo dramático obtenido gracias a la incertidumbre de ese viaje, al miedo a ser rechazado, al temor a accidentes que impidan al personaje (el propio autor) lograr su objetivo. En ocasiones, hay situaciones extremas que explican muy bien la naturaleza del gobierno totalitario ejercido por secuaces sin conciencia de serlos o con instintos sádicos a flor de piel exacerbados por las circunstancias. Bástenos evocar aquella de una madre con dos hijos, abandonada en un hangar junto con el grupo en que se hallaba el autor, sin comida, sin información, sólo porque uno de los guardias encargados de encaminarlos hacia una de las embarcaciones quiso vengarse de alguien que conocía y que formaba parte de dicho grupo.

También hay algo muy sutil en la manera en que nos cuenta cómo transcurre la espera, e incluso, en cómo comparte sus pocas pertenencias. Una prima del autor heredará aquellas pocas cosas que en otra sociedad no valen nada pero que en medio de las penurias materiales de la cubana se convierten en objetos codiciados. Ante los efectos de la vigilancia, de las consignas contra los que se atreven a desafiar al régimen queriendo abandonar el país, del peligro de ser agredido por turbas de autómatas defensores del Poder, canales subterráneos de solidaridad, alentados por ciertos valores que aún perduran (como la amistad y el recuerdo) renacen o surgen en relaciones entre vecinos y amigos. Todo ello da cariz humano a un drama en que, de ambas partes, todos parecían haber enloquecido.

Cuerpos al borde de una isla es también cuerpos atrapados por la circunstancia geográfica e histórica de un exiguo pedazo de tierra. A 30 años de aquellos sucesos este nuevo libro significa volver a vivir aquel momento, recordar a quienes fueron víctimas de las manipulaciones históricas y se encuentran hoy ausentes, pensar en la importancia del Mariel y la manera en que quienes llegaron con él influyeron, de una forma u otra, en lo que es hoy día la ciudad de Miami.

El Ministerio de Justicia (Hôtel de Bourvallais)

Una vez al año, durante un fin de semanas de mediados de septiembre, se dasarrollan las Jornadas del Patrimonio. Durante esos dos días, casi todas las instituciones publicas (y muchas privadas) francesas que de costumbre no pueden ser visitadas por los comunes mortales, abren sus puertas, ya sea en la capital o en las provincias. El Palacio Presidencial, el Senado, la Asamblea Nacional, Embajadas y Ministerios, las sedes de bancos, empresas que ocupan importantes edificios e incluso residencias privadas, exhiben, para deleite de todos los franceses (y extranjeros de paso), sus interioridades. Es dificil escoger qué visitar dado la cantidad de opciones posibles. Para esta nueva edición de las Jornadas escogí y visité con dos amigas el Hôtel (Palacete) de Bourvallais, construido en 1699 por Guillaume de Vieuxville, propiedad después del financiero Poisson de Bourvallais, a quien debe su nombre. El palacete es sede del Ministerio de Justicia francés (oportunidad unica de ver la oficina del Ministro(a) de turno, à l'ocurrence Mme. Alliot-Marie). Se encuentra en la célebre Place de Vendôme, frontero con el Hôtel Ritz:

L'Hôtel de Bourvallais, actual Ministerio de Justicia francés.

Las paredes de la Escalera de Honor se hallan cubiertas por "gobelins". El del centro forma parte de la serie copiada de los frescos de Rafael para la cámara papal en el Vaticano.

Un detalle de la fastuosa decoración de la Galería Peyronnet.

Id.

Oficina de la Ministro.

23 sept. 2010

Mellerio dits Meller, en la vena aorta del "savoir-faire parisien".

Un grand merci al Sr. François Mellerio, representante n° 14 de la dinastía de joyeros más antigua de Francia por habernos abierto las puertas secretas de su extraordinaria casa en el n° 9 de la rue de la Paix. Los Mellerio llegaron a Francia en 1515 procedentes de una aldeílla del norte de Italia. Quiso la suerte que descubrieran un complot para asesinar al joven rey Louis XIII. (Lo descubren porque antes los joyeros tenían que dedicarse a deshollinar chimeneas durante el invierno pues la joyería entraba en tiempo muerto durante esa estación). En consecuencia, el Rey les ofrece protección y privilegio para ejercer su oficio, prerrogativa esta muy valiosa por ser el gremio de París extremadamente cerrado y xenófobo. Desde entonces, reinas (desde Marie-Antoinette, pasando por las esposas de los Bonaporte -que yo llamo Las mariparte-, hasta las reinas y princesas Borbones de la España del siglo XX, que tienen, de un tiempo para acá, entre otros, el mérito de disminuirles los riesgos de consanguinidad), han encargado coronas, gargantillas, diademas y tiaras de metales y piedras preciosas a esta casa de lejanos orígenes italianos anclada en la vena aorta del savoir-faire parisien. Imposible explicar cuánto uno ignora todo el trabajo, arte y exquisito gusto que hay detrás de estas vitrinas que anuncian precios exorbitantes y que muchos creen que son (permitiéndome un colombovenezolanismo) "pendejadas". Increíble también toda la simbología, perfeccionismo y enciclopedismo que hay en una "no" simple espada de Académico francés del Instituto de Francia, o sea, en ese símbolo del saber que empuñan los hombres más cultos de este país o en el dominio de técnicas ancestrales por los obreros de este ramo, muchos de ellos con títulos honoríficos por parte del Estado francés, como es el caso del joyero de la foto de abajo. Se regresa al antro de París, pero nos reconciliamos enseguida con él.

Mellerio dits Meller, en la Rue de la Paix, es el joyero en vigor más antiguo de Francia y también la empresa familiar vigente de más edad.

La casa tiene el honor de confeccionar las espadas de los Académiciens franceses del Institut de France.

Farouk I, último rey de Egipto, encarga en 1950 un sombero de rezo a Mellerio dits Meller.

El compositor Richard Wagner escribe a los Mellerio dits Meller para encargar una joya.

El lapidario corta y talla las piedras. Este es el más joven (y uno de los pocos verdaderos) lapidarios de Francia.

El joyero se consagra a la hechura de la prenda propiamente dicha.

22 sept. 2010

Latifa Al-Sowayel, Mont-Blanc, Rue de la Paix

Siempre renovándose, siempre renovada, Latifa Al Sowayel expone en la casa principal de Mont-Blanc, en la rue de la Paix. Es su segunda expo en ese maravilloso lugar. Esta vez: ciudades virtuales. Una obra inesperada y que no ha dejado indiferente a los espectadores. Es posible visitarla durante todo el mes de septiembre. Cuelgo este post con un poco de retraso y cuento que el vernissage fue un éxito. Pongo dos de las nuevas obras de Latifa y también una foto de la artista con la decoradora Regina Alamo Al-Sowayel.


21 sept. 2010

Sigale: un remanso de paz

Antes de volver al antro parisino pasé los ultimos días de mi larga estancia riviereña en Sigale. Su nombre evoca en provenzal el canto de las cigarras (cigale = sigale). El verano aquí dura hasta noviembre y el sol no falla casi nunca. En Sigale se vive al ritmo de los insectos, de las campanadas de la iglesia, de los paseos por el valle, los chapuzones en el río, las fiestas aldeanas, le bon agneau de Sisteron y las frutas de estación (moras, higos, uvas silvestres, grosellas, etc.) que uno recoge caminando por sus innumerables senderos de montaña. Ni computadora, ni TV, ni intoxicación posible. Sigale es una de esas tantas curas que me gusta darme.

Sigale a la vista. On arrive!.

Sigale y su Alcaldía.

El pueblo alpino de Sigale serpentea al pie de las rocas.

Sigale y la puerta de la muralla medieval.

El Oratorio de Sigale, el Valle del Esteron y los Alpes.

Los higos mas dulces del mundo crecen por todas partes al alcance de la mano.

Las ruinas del Oratorio de Sigale, al pie de la casa.

La montaña de la Bruja (porque parece un sombrero de bruja) vista desde Sigale.

Familia.

Sigale visto desde el Valle del Esteron.

Agua pura.

El río del Esteron pasa al pie de Sigale. El valle es muy verde, florido y lleno de arboles frutales.

El río del Esteron baja de los Alpes y formas cascadas y pocetas. Es una delicia acostarse en una poceta y dejar que al agua corra.

12 sept. 2010

Villa Ephrussi de Rothschild / Saint-Jean-Cap-Ferrat

Como mismo el propietario de la Villa Kérylos legó su propiedad y colecciones al Estado francés, la archimillonaria Béatrice Ephrussi, nacida Rothschild, tras su muerte en 1937, ofreció su palacete y admirable colección de arte a la Academia de Bellas Artes del Instituto de Francia. Esta siempre será la gran diferencia entre millonarios-cultos y millonarios-sacos-de-boniatos. Francia ha tenido siempre (igual que Italia) un montón de los primeros y muy pocos de los segundos, basta asomarse, incluso hoy día, a las grandes colecciones de arte del siglo XX que se acumulan en Venecia, para disfrute público y gracias a François Pinault, una de las primeras fortunas de la Francia del siglo XXI.

El caso es que a esta baronesa del linaje de los Rothschild la locura y excentricidad le dio por hacer buenas obras. Una de ellas fue la espléndida Villa Ephrussi de Rothschild, construida entre 1907 y 1912 en el mejor lugar (por ser el más estrecho) de la península de Saint-Jean-Cap-Ferrat. Un lugar que por suerte, a golpe de billetes, le arrebató al rey Leopoldo II de Bélgica, quien tenía la propiedad vecina y quería extender sus hectáreas de jardines. Béatrice deseaba tener desde su casa la impresión de hallarse en un navío que le recordase un viaje memorable que había hecho a bordo del vapor Ile de France, años atrás. Su obsesión era tal que exigía que sus jardineros se vistieran de marineros para acentuar sus fantasías. Ignoro si a su marido (el banquero ruso Maurice Ephrussi) le exigía dar voces de mando de capitán. Al estar la Villa situada en la parte más estrecha de la península es posible ver el Mediterráneo a ambos lados: al Oeste la dársena de Villefranche-sur-Mer y al Oeste, la de Beaulieu-sur-Mer.

La Villa es una joya. En sus recintos las colecciones de arte, porcelanas, tapices, muebles, son de gran valor. He privilegiado las vistas de los jardines (7 en total: español, florentino, a la francesa, provenzal, el enorme rosal, los templos, fuentes, estanques, etc.) porque me parece realmente, con la vista incluida, el mejor logro de este sitio paradisíaco. Si Beatrice solía viajar con decenas de cotorras vivas de su colección, su Villa es hoy todo lo contrario al ruido que debían hacer aquellos plumíferos chillones: un mundo de equilibrada paz y armonía. En esta época del año los "juegos musicales de agua" le aportan una atmósfera inolvidable: los chorros bailan al ritmo de arias de óperas y otras piezas inmortales del repertorio clásico europeo. Como he dicho antes, la Riviera es una fuente inagotable de belleza. La razón seguirá siendo muy simple: no sólo el clima y el paisaje son espectaculares, sino que a lo largo de la historia de Francia casi todo el mundo que ha tenido renombre en cualquier ámbito (y dinero, of course), desde nobles, artistas y banqueros, hasta políticos, actores y lo que sea, ha construido, mandado a construir o alquilado, su propio nido aquí:














Un atardecer de septiembre en la Villa y los jardines Ephrussi de Rothschild en Saint-Jean-Cap-Ferrat.

Andando por Niza y su eterno verano

Cuando me dicen que en París hace frío y está gris no me cuesta trabajo creerlo porque sé de qué hablan. Lo que sí no saben muchos de los que padecen la cara angustiante de ese eterno tiempo de velorio parisino es que a sólo hora y minutos de vuelo el verano en su versión más alegre y suave (nunca más de 30 en esta época), es eterno. Andando por Niza:

La Promenade des Anglais:





La place Massena:







Les jardins Albert I: