Como todo eso se cae de la mata para cualquier persona medianamente informada (sólo que cada día quedan menos, la verdad) me fui a gozar de la vida y cagarme en todo eso y me quedé en Mónaco disfrutando de las cosas que valen la pena del principado. Por ahora, el Príncipe sigue sin casarse y, por supuesto, está ampliando el clóset de su alcoba pues ya entró en la cincuentena y todavía los periodistas de la rosa le preguntan si no ha encontrado a la mujer que lleve la... tiara. Y él sigue respondiendo que ésta es una decisión que debe ser muy bien sopesada...
Los que se lleguen por aquí este verano, antes de perder los euros de los ahorros en el Casino o en las terrazas del Café de Paris (donde hacen los mejores escalopes "forestière" de la Costa), vayan a ver al Forum Grimaldi esta extraordinaria exposición de Las Reinas de Egipto. Piezas traídas desde El Cairo, Sudán, Turín, Londres, Nueva York, París... La curadoría es de película y la selección muy cuidada. Por supuesto, tal vez para salir de ella cuanto antes, la exposición comienza de atrás para alante, con Cleopatra y la inevitable Taylor en el papel de la ptolomeica. Ya saben, además, que lo de "reina" es una inevitable asociación, pues tal título nunca existió en Egipto aunque haya habido alguna que otra regente y por lo menos dos faraonas. Después, cuando ya se harten de ver papiros, frasquitos, tinteros, estatuas, anillos, pendientes, estelas y de pasearse por dentro de reconstrucciones de mastabas y otros templos, lléguense al Jardín japonés, un sitio zen que les hará mucho bien a aquellos que lo estén pidiendo a gritos.
Por cierto, ahora a los Grimaldi les ha dado por marcar en la ciudad los hitos en donde se detuvo la Princesa Grace. Ahí mismo, en el jardin japonés, aparece la deliciosa norteamericana de La ventana indiscreta plantando el primer cerezo japonés de los parterres en presencia del embajador de Japón ante el Principado. Unos carteles didácticos en cuatro lenguas, muestran los lugares relacionados directamente con Grace y reproducen la mejor foto de ese instante.
Por supuesto, ir al Casino es (al menos para mí) inevitable. Al que le guste jugar los pies se van solos. Me reservo con cuánto me halagó el Dios-Máquinas-de-Juego-y-Otros-Tapetes-Verdes.